Londres (enviado especial)

“¡Tito! ¡Esta pelota no se puede leer!”.

Falta media hora para la una del mediodía del martes y Francis Roig, que durante toda su vida ha tenido un ojo privilegiado, no consigue descifrar la bola de Rafael Nadal

La escena tiene lugar en la pista número 5 de Aorangi Park, donde el español prepara su partido de cuartos de final de Wimbledon ante Juan Martín del Potro (10-5 en el cara a cara, 2-0 en hierba) poniendo el acento en una jugada especial. El tiro que Nadal ensaya es el siguiente: una derecha con margen y cruzada que bota a un metro de la línea, pero que ni sube ni avanza. Roig, que pese a llevar mucho tiempo retirado sigue teniendo un guante en su revés cortado, no logra sentir esa pelota, no sabe cómo interpretar su trayectoria, y el resultado es irremediable. El catalán responde como puede, devolviendo la bola sin estar bien posicionado, y se queda vendido porque Nadal remata el punto en el siguiente golpe.

Dos entrenadores de jugadores que disputan el cuadro júnior del torneo observan el entrenamiento desde fuera y se quedan pasmados. Ese tiro intermedio del campeón de 17 grandes, como discuten, no existe sobre hierba. Pocos tenistas, como concluyen, tienen la capacidad de generar con éxito un disparo así en una superficie como el césped, que lógicamente al deteriorarse le abre la puerta al balear para intentar cosas diferentes.

“Yo soy un jugador que tiene fuerza y potencia y por eso consigo hacer golpes similares en hierba a los de otras superficies”, reconoce Nadal, que no pierde en un grande contra del Potro desde las semifinales del Abierto de los Estados Unidos de 2009. “Cuando la pista está desgastada el gran cambio llega porque los apoyos son más cómodos detrás. La zona donde salta la bola sigue igual de rápida, de hecho prácticamente no se rompe”, insiste. “Lo que puede llegar a favorecerme es que puedo realizar unos apoyos mucho más potentes y estables que al principio del torneo”.  

“En hierba”, explica Roig, “tienes una sensación de patinar a la hora de correr, y patinar en una pista de tenis provoca una desconfianza terrible”, añade el entrenador del mallorquín. “Rafa es el tenista que más tracción hace con los pies. Por eso, ahora que hay menos hierba consigue agarrarse mejor y salir más rápido. Y además la pelota bota un poco más, por lo que puede generarle el efecto que le gusta. No es jugar liftado como en tierra batida, pero alguna de vez en cuando…”.

Tras 10 días consecutivos de muchísimo calor en Londres, por encima de los 30 grados, la hierba de Wimbledon ha perdido su característica humedad para convertirse en un césped duro. Además, y como siempre, el paso de las jornadas, la sucesión de los partidos, ha pelado los fondos de la pista, donde el verde ha dejado paso al marrón, favoreciendo un juego más disputado, menos directo que las rondas iniciales. 

“Se puede pelotear bastante desde el fondo”, coincide del Potro, que si gana a Nadal se asegurará alcanzar por primera vez el número tres del mundo. “No ha llovido y la pista está muy gastada, hay tierra en muchas partes”, añade el argentino. “Nadal se siente bien, muy bien. Ha ganado todos los partidos relativamente fácil y será muy complicado, como cada encuentro contra él. En hierba, cada oportunidad es determinante para el desenlace. Espero tener esas ocasiones y aprovecharlas”, sigue. “Tengo que jugar mis mejores tiros, tratar de estar mejor con mi saque que hoy [ante Gilles Simon] y si todos esos golpes están e un buen nivel me harán jugar bien, y me darán confianza. Eso espero para mañana”.

Después de entrenarse una hora por la mañana, Nadal prepara los cuartos viendo la victoria de Francia ante Bélgica en las semifinales de la Copa del Mundo de fútbol y cocinado algo ligero para los suyos en la casa que tiene alquilada a pocos metros de Wimbledon. No se escucha nada en esa velada de golpes intermedios, de la hierba erosionada o del peligro de un argentino con ganas de conquistar el título

Al despertarse el miércoles llegará el momento de encarar todos esos pensamientos.

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