Madrid

Poco antes de la medianoche, el desafiante grito de Eugenie Bouchard rebotó por todos los rincones de la Caja Mágica hasta explotar en las manos de Maria Sharapova, fría como un trozo de mármol. La victoria de la canadiense sobre la rusa (7-5, 2-6 y 6-4 en 2h51m de partido) le dio la clasificación a octavos de final del Mutua Madrid Open, donde se medirá a alemana Kerber (6-2, 1-6 y 7-5 a Katerina Siniakova), pero por encima de todo le regaló la satisfacción de vencer a una rival a la que días atrás había llamado tramposa sin cortarse un pelo.

“Obviamente, he tenido una motivación extra hoy”, reconoció luego Bouchard, que había perdido los cuatro precedentes con Sharapova. “Estaba bastante inspirada antes del partido. Ha habido muchas jugadoras que han venido a desearme suerte en el vestuario en privado, jugadoras con las que no hablo normalmente”, continuó la canadiense, muy crítica con la rusa y su regreso a la competición tras 15 meses de sanción por dopaje. “Eso me demuestra que la mayoría piensa igual que yo, pero tienen miedo de hablar. Quería hacerlo por mí, pero también por toda esa gente”. 

A primera hora de la tarde, y siguiendo el mismo ritual que estrenó en su debut en el torneo, Bouchard arrastró dos sillones blancos desde la zona de jugadores hasta la puerta del pasillo que comunica con la sala de prensa y los colocó formando una cama, en la que se acostó cubriéndose de arriba a abajo con cuatro toallas. Alejada de todo el bullicio, la canadiense empezó a acumular una energía que soltó en tromba cuando aterrizó en el cruce, coronado con mucha garra y bastante brillantez (20 ganadores y 27 errores no forzados, por los 44 y 49 de su contraria) ante la campeona de cinco grandes.

Sharapova, durante el encuentro contra Bouchard. Ángel Martínez Mutua Madrid Open

 

Si el principio del duelo fue espectacular, el final dejó en ridículo cualquier expectativa previa al partido, y mira que había muchas y bastante altas. Sobreexcitadas por el tiroteo verbal que iniciaron antes de jugar, con el orgullo por delante, Bouchard y Sharapova compitieron cada punto dejándose la vida y del choque de intenciones nació un encuentro precioso, vibrante, disputado y lleno de alternativas hasta el último momento. La tensión, claro, no se apagó hasta que las dos se fueron a la caseta después de un apretón de manos donde el tiempo se detuvo, con ambas mirándose a los ojos en el eléctrico tira y afloja que esperaban todos los fotógrafos.

“¿Sigues creyendo que no tiene que competir?”, le preguntaron a Bouchard, hurgando de nuevo en la herida tras la victoria. “Todavía tengo la misma opinión que cuando me hicieron esa pregunta hace unos días”, respondió la canadiense, que argumentó su ataque contra Sharapova en dos pilares claros: una injusticia para el resto de las jugadoras por hacer trampas y un envío de un mensaje equivocado por parte de la WTA a los niños.

Mientras el mundo miraba la victoria de Bouchard, Carla Suárez redondeaba una remontada impecable frente a Caroline Wozniacki (6-4, 2-6 y 6-2) en el estadio número tres de la Caja Mágica, animado con los gritos de la gente (“¡Sí, se puede! ¡Sí, se puede!”, canturrearon) y gobernado por el mejor tenis de la española, clasificada para octavos con un nivel que había exhibido pocas veces esta temporada. 

“En líneas generales he jugado bastante bien, ha sido un partido muy completo”, resumió la canaria, que se medirá ahora con la ganadora del partido entre Laura Siegemund y CoCo Vandeweghe. “¿Qué ocurre? Que un pequeño bajón con este tipo de jugadoras se paga caro, pero en el tercer set he sacado todo lo que tenía. Era a vida o muerte y he salido adelante”, añadió Suárez. “El rendimiento de hoy es el que me gustaría sacar siempre. Es la línea a seguir y es lo que voy a intentar hacer para llegar a cuartos”. 

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