Bill Gates, el prestigioso informático cofundador de la multinacional Microsoft, debió buscarle un sentido científico a lo que vio sentado en el palco de Indian Wells y posiblemente no lo encontró, como el resto del planeta. El domingo a mediodía, y cerca de cumplir los 36 años, Roger Federer venció 6-4 y 7-5 a Stan Wawrinka y levantó su segundo título de 2017. La conquista, que elevó hasta 90 su cifra de trofeos (25 de Masters 1000) y le aupó hasta el número seis del mundo, agrandó todavía más su leyenda. Tras pasar seis meses alejado de las pistas el curso pasado para recuperarse de sus lesiones en la rodilla y en la espalda y después de regresar a la competición en enero, el suizo ha ganado los dos títulos más importantes (el Abierto de Australia e Indian Wells) que se han jugado esta temporada. Imposible para cualquiera hasta en sueños, real como la vida para el genio suizo. [Narración y estadísticas]

"Mis sueños continúan", se arrancó Federer tras la victoria, su quinto trofeo en Indian Wells. "El cuento de hadas que empezó en Australia sigue. Es una gran sorpresa para mí ganar otra vez venciendo a estos rivales y de la forma en la que lo logré. No podría ser más feliz", prosiguió el suizo. "En noviembre o diciembre, cuando tuvimos una reunión sobre los objetivos de la temporada, queríamos establecer alguna marca en cuanto a la clasificación. El objetivo era ser top-8 después de Wimbledon porque si hubiese caído pronto en Australia me habría ido fuera de los 35 mejores", recordó el helvético. "Lo he cumplido mucho antes y es genial, pero quizás ahora me toca replantearme las metas. No era parte del plan ganar Australia e Indian Wells. Los objetivos han cambiado después de este inicio de año de ensueño".

En 18 minutos, los dos rivales habían dejado atrás los siete primeros juegos del partido jugando a toda mecha, optando siempre por coger atajos directos en lugar de dar vueltas y más vueltas, pegándose puñetazos en el corazón. En menos de media hora, Federer estaba apretando los dedos para celebrar que la primera manga le pertenecía mientras Wawrinka se preguntaba camino del banquillo qué demonios había hecho mal para estar abajo en la final. Salvo perder el peloteo de 21 golpes que le costó el primer set, donde afrontó su primera bola de break del duelo (sacando para 5-5), el número tres planteó el cruce de la forma más lógica posible.

El suizo volea en la final de Indian Wells ante Wawrinka. Daniel Murphy Efe

Como casi siempre contra el campeón de 18 grandes, Wawrinka intentó imponer su agresividad frente a la de su rival, sin dudas un escalón por encima. El premio a la valentía apareció inmediatamente después de ceder el set. De entrada en la segunda manga, Wawrinka consiguió lo que parecía muy lejano: romper el saque de Federer por primera vez en el torneo (42 había ganado de forma consecutiva) y soñar con mantener la ventaja para empatar el encuentro. Cinco minutos después, Federer había recuperado el break (2-2) para dejar a su rival con las manos atadas, mentalmente hecho polvo al ver dilapidados sus esfuerzos por engancharse al partido.

Aunque Wawrinka siguió y siguió, luchando a brazo partido para ver si su contrario bajaba en algún momento, Federer devoró el tramo final del segundo set volando de línea en línea, le rompió el saque al número tres cuando buscaba asegurarse el desempate (6-5) y acabó viendo a su rival llorar en la ceremonia de premios, pura impotencia, pura frustración por no poder hacer nada para evitar lo inevitable, mientras él esperaba su momento de levantar al cielo el título de campeón.

Durante toda la final, Federer disfrutó como un niño pequeño abriendo regalos el día de su cumpleaños. ¿Cómo no iba a hacerlo si en pleno 2017 todavía es capaz de subir a la red para volear y volverse con el punto ganado? ¿Cómo no iba a hacerlo si en cada partido demuestra que el talento no se apaga con las arrugas? ¿Cómo no iba a hacerlo si después de medio año parado ha vuelto arrollando a los mejores del mundo? ¿Cómo no iba a hacerlo si a su leyenda sigue creciendo y nadie es capaz de intuir el final? Para Federer, que en Indian Wells siguió alimentándose de imposibles, se han terminado los adjetivos.

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