A la media hora de partido, Fernando Verdasco levantó los brazos para quejarse al juez de silla porque le molestaban los reflejos del sol al rebotar sobre una parte de la grada y la pelota de Rafael Nadal se le hacía indescifrable. Antes de la hora, el madrileño estaba escupiendo serpientes por la boca (“¡Joder! ¡No veo la bola! ¡No puedo sacar! ¡Mierda!”) mientras un voluntario del torneo tapaba con toallas la madera que le deslumbraba. El mallorquín, que no dijo ni mu, derrotó 6-3 y 7-5 al número 29 para llegar a los octavos de final del Masters 1.000 de Indian Wells, donde este miércoles se verá con Roger Federer (7-6 y 7-6 al estadounidense Johnson), reeditando la pasada final del Abierto de Australia, donde el suizo celebró su grande número 18. [Narración y estadísticas]

“He jugado mucho mejor que el primer día”, reconoció Nadal tras la victoria. “Salvo dos juegos terribles, ha sido un partido sólido. Sabía que él estaba jugando muy bien, así que intenté ser agresivo. Mi objetivo era no dejarle golpear con su derecha desde posiciones fáciles”, prosiguió el balear. “Ya he ganado dos partidos aquí y mañana tengo otra oportunidad de ir a la pista y aumentar el nivel. Federer tiene el talento de hacer que las cosas más difíciles parezcan muy fáciles. Es capaz de atacar muy pronto la pelota y de fabricar muchos ganadores con sus dos primeros tiros. Si juegas corto, sabes que estarás en un problema porque él se meterá dentro y disparará un ganador o se irá a la red”.

Verdasco, que se pasó casi una década (ocho años) abandonando cada partido contra Nadal con una derrota en las manos (13-0 llegó a mandar el mallorquín en la rivalidad entre los dos), frenó la hemorragia en los octavos de final de Madrid 2012 y asaltó el cruce en Indian Wells con la seguridad de haber cambiado la dinámica en los enfrentamientos contra el número seis del mundo, porque tres de los últimos cinco partidos acabaron siendo suyos (Madrid 2012, Miami 2015 y Abierto de Australia 2016) y su rival sudó sangre para celebrar las otras dos victorias, en Hamburgo 2015 y en Indian Wells la temporada pasada.

El madrileño, que en su estreno en el torneo contra el francés Herbert contó con Emilio Sánchez Vicario en su banquillo por primera vez esta temporada (empezaron a trabajar juntos el pasado mes de diciembre), apareció en el encuentro ante Nadal arropado por la confianza de un curso que le ha visto alcanzar las semifinales en Doha (perdió con Novak Djokovic, desaprovechando cinco puntos de partido) y la final en Dubái, que Andy Murray le ganó hace unas semanas. A los 33 años, Verdasco está convencido de que su historia todavía puede dar mucho de sí. 

A Nadal, sin embargo, no le importó lo más mínimo si su contrario le había encontrado las cosquillas en los últimos tiempos, si estaba atravesando un buen momento de juego tras venir de pelear por el título en Dubái o si los escenarios grandes suelen servir para liberar su mejor versión. Con un tenis libre de baches, serio y decidido, el mallorquín capitalizó la primera manga, supo corregirse en la segunda después de un resbalón (se adelantó 2-1, perdió el break inmediatamente (2-2) y lo volvió a lograr para colocarse 6-5) y pidió paso manteniendo su temperatura competitiva de 2017.

Durante la mañana, Verdasco fue un jugador intermitente, tan capaz de avasallar a Nadal a palos como de encadenar errores inadmisibles (acabó con 27, por los 17 del balear) para luchar por el triunfo ante el mallorquín. Como en Dubái, donde a menudo sufrió problemas de coordinación al saque, el madrileño cometió siete dobles faltas, ganó tres puntos con su segundo servicio (de 13 disputados) y dejó que el mallorquín le hincase el diente con facilidad. Aunque intentó arreglarlo a golpetazos, que tiene de todos los colores, fue insuficiente para aspirar a una victoria que siempre tuvo bien lejos.

En consecuencia, y dejando de nuevo señales muy positivas, Nadal se plantó en los octavos de final del primer Masters 1000 del año, un torneo que históricamente ha sido su mejor cita sobre pista dura (campeón en 2007, 2009 y 2013) y que de buenas a primeras le ha puesto en un aprieto terrible: Federer

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