“El grado de exposición era muy alto: no teníamos teléfono satélite, el hospital más cercano estaba a 18 horas en coche… Y luego, terminas deshidratado, cansado… por la noche no dormíamos y nos levantábamos cada media hora para no quedarnos congelados”. Descrito así, pocos se atreverían a dar un paso, a pensar siquiera en tratar de subir a 6.025 metros de altura. Sin embargo, José David Pérez (Guadix, Granada, 1992) no lo dudó. “Luego llegas y te engancha”, reconoce, bromeando, en conversación con EL ESPAÑOL. “Es más, si mañana me ofrecen coronar un 8.000, allá que voy”, sentencia. Agallas no le faltan: ni para trabajar de albañil ni para usar todos sus ahorros en alguna de sus expediciones.



José David Pérez habla con este periódico dos meses después de subir un pico desconocido en el Himalaya Indio. Allí acudió acompañado por Juan Diego Amador, otro escalador canario. Juntos llegaron a Nueva Delhi y lograron su objetivo en Cachemira. Antes, pasaron por el norte de la India y cerca de la frontera con Pakistán, donde recolectaron suficientes provisiones como para permanecer durante tres o cuatro semanas en la montaña. Partieron de Leh hasta Kargil, continuaron rumbo Reru y el 30 de agosto, con la ayuda de nueve caballos, comenzaron a explorar un valle del que no había prácticamente información, apenas un croquis publicado por un japonés que lo cruzó andando anteriormente.



El 9 de septiembre eligieron la montaña que iban a escalar y el 18 de septiembre la coronaron a 6.025 metros. “Cuando estábamos casi a punto de llegar arriba se nos hizo tarde. Eran las 19:30 horas y no sabíamos qué hacer. Pero decidimos dormir al raso a 6.000 metros, nos levantamos a las cinco de la mañana del día siguiente, logramos alcanzar la cima, hicimos foto de la cumbre y nos pusimos a bajar”, explica José David Pérez. 

José David Pérez y Juan Diego Amador de izquierda a derecha.



En total, un mes de expedición, 43 horas en subir y bajar ese pico desconocido al que Juan Diego Amador quiso bautizar como Islas Canarias, y mucho sacrificio. “No nos queda otra, mi compañero sí que tenía algo de financiación, pero yo, no”, explica José David Pérez. Él se lo pagó todo con sus ahorros. Con lo que gana como albañil –trabaja junto a su padre– o como guía de media y alta montaña en España. Para hacerlo a nivel internacional, todavía necesita sacarse un título. De momento, se paga con eso sus viajes. No tiene otra opción.



José David Pérez, en realidad, empezó a escalar por casualidad, gracias al padre de un amigo suyo. “Cuando era otoño íbamos a coger setas, pero cuando llegaba el invierno era más difícil”. Total, que fue recolectando material y, finalmente, empezó a formarse. Superó los 6.000 metros en Perú, donde llegó a los 6.200 metros, pero no coronó, y en Nepal. “En ambos lugares nos tuvimos que dar la vuelta”. Se lo pasaron bien, pero no consiguieron su objetivo.



Pero eso no le ha quitado las ganas. Durante todo este tiempo, José David Pérez ha seguido compaginando su trabajo como albañil y guía con distintas expediciones. Entre semana, trabaja, se sube al andamio y, cuando puede –o le dejan–, escala. “Cuando llegan las 10 de la noche acabo rendido, aunque intento hacerlo los fines de semana”, explica.



Y así seguirá. Tras subir a este pico desconocido, José David Pérez ya se plantea su próximo objetivo: “Me estoy preparando para entrar en el equipo nacional de alpinismo. Me gustaría conocer la Patagonia, los Alpes...”. Eso le permitiría ser catalogado como deportista de alto rendimiento por el CSD. Y quién sabe si le abriría la puerta a subir un 8.000. Definitivamente, no tiene miedo. El frío, el cansancio, lo desconocido… Ninguna de esas cosas es un inconveniente para este joven escalador que apenas acumula 25 primaveras. El cielo, en cualquier caso, lo ha visto más de cerca que cualquier mortal. 

José David Pérez dentro de la tienda de campaña.

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