Sonará rap americano, balada de ritual y música de valientes. Se escuchará el crepitar de los músculos entreverados, la tensión en busca de huida y el baile de pasos calculados. El viernes, Cristian Vélez (Madrid, 1991) recurrirá al sortilegio de las costumbres antes de saltar al ring. Mantendrá su reproducción aleatoria de canciones entre versos y puñetazos de palabras. Pensará en sus abuelos, los que lo ‘soportaron’ en su niñez, y buscará la bendición en su recuerdo. Les dirá que lo sigan hasta el cuadrilátero, los retendrá en su memoria y los acompañará de dos rosarios. Se pondrá la ropa, mirará a sus entrenadores, les dará un beso y bajará la cabeza entre el murmullo y el jolgorio del público presente este viernes en el Casino Gran Madrid Torrelodones (20:00 horas). Allí, una chaqueta aclarará a los despistados que, por un día, no será ‘mini Tyson’, su apodo oficial, sino ‘gordo de mierda’. 

Boxeo contra el bullying

Cristian cambiará de nombre para luchar contra el ‘bullying’ e intentar colocarse el cinturón de Madrid en la pelea contra Rubén Rodríguez. Pero no lo hará solo. Ardy, que disputa el campeonato de España ante Felipe Castro Jr., lo hará como ‘puto friki’ y Miriam, como ‘guarra Gutiérrez’. Los tres renunciarán a sus sobrenombres para apoyar la iniciativa contra el acoso escolar promovida por la Fundación Jero García y la agencia Mccann Worldgroup España. “Vendemos poco esa parte del boxeo. Hasta que la gente no lo conoce no sabe todo lo que puede aportar, pero cada escuela es una familia. Puede ayudar mucho a las personas con dificultades. A mí, que también soy entrenador, me han venido chavales con problemas de drogas y otro tipo de cosas, y venir aquí los hace más valientes en el sentido de expresarse, ganar confianza... Cuando los ves salir, sientes mucha satisfacción”. 

El propio Cristian sabe bien de lo que habla, no lo hace desde el desconocimiento o el murmullo de la calle. De pequeñito, en el colegio, también sufrió bullying. “Había un chaval que se metía conmigo. Me amenazaba y me increpaba, el tío me decía cosas. Hasta que un día vio a mi hermano y me dejó en paz. Supongo que le tenía respeto o lo conocía y ya no volvió a decirme nada”, cuenta, anecdóticamente, sentado en el ring del gimnasio ‘El Origen y Thai Martín’. 

Cristian Vélez enseña su tatuaje / Silvia Pérez EL ESPAÑOL

A la iniciativa de luchar contra el bullying respondió con un sí inmediato. Jero García, preparador en La Escuela de Boxeo, Hermano Mayor en la tele y campeón de España, se lo propuso. Y él dijo que sí sin pensárselo. Y, aunque no eligió el sobrenombre de ‘gordo de mierda’, le vino que ni pintado. “Mi entrenador, Pablo Navascués –también campeón de España, entre otras cosas– siempre me había dicho gordo de forma cariñosa porque me gusta mucho comer, así que cuando me enteré del apodo, lo llamé y le dije: ‘¿Ha sido cosa tuya?’. Obviamente, no tenía nada que ver. Fue casualidad”, bromea, entre risas. 

EL DÍA QUE LO COMPARARON CON TYSON

Cristian nunca pensó que sería boxeador o que se subiría a un ring para pelear por el campeonato de Madrid. Eso le llegó por casualidad. Al gimnasio se apuntó sin pretensiones. Intentó hacer kick-boxing, pero descubrió que no era lo suyo. Total, que hizo lo que cualquier hijo de vecino: prepararse físicamente y hacer pesas. Hasta que Pablo, su entrenador, apareció en su vida. Empezó a probar con él y a preparar a otros boxeadores, hasta que decidió dar el salto. “Antes, supongo que como todos, había visto vídeos en Youtube y es verdad que me llamaba la atención, así que...”. 

El chico que llegó con 16 años al gimnasio y cogió unas mancuernas decidió empezar a pelear. “Me apodaron Mini Tyson porque tengo bastante pegada, o eso dicen, y también por mi forma de defender, por cómo muevo la cintura. Él golpeaba fuerte y era un poco así”. Eso sí, hasta empezar a pelear con fluidez tuvo que pasarlas ‘canutas’. Su primer año, estuvo a punto de dejarlo. No pudo disputar el campeonato de España contra Cristian Morales por una bronquitis, después se lesionó en el hombro antes de otro combate… “Y cuando me preparo para volver me dejan KO. Para haberlo dejado, en serio, pero me animaron mis entrenadores y seguí”. 

Cristian Vélez golpea el saco / Silvia Pérez

Ahora, tras tres años como profesional, acumula siete victorias, una derrota y un nulo, pero sigue enganchado al boxeo y subiendo con miedo al ring. “El que diga que no lo tiene, miente. Siempre piensas: ‘¿Y si me noquean? ¿Y si pierdo?’. Es normal. En esos casos te vas jodido, y al día siguiente te duele todo. Pero compensa. Cuando terminas y ganas...”, sentencia, sin terminar la frase, pero con cara de decir: “Es lo más grande que te puede pasar en la vida”. 

Y en eso es en lo único que piensa cuando recibe a este periódico días antes de pelear contra Rubén Rodríguez. Es lo que le ayuda a seguir adelante en un deporte que carece de apoyos (a él sólo le patrocinan dos marcas: ‘El obrador de Goya’ y la ‘Bola de oro de Majadahonda’) y en el que es muy difícil sobrevivir. “Yo tengo la suerte de que me dedico enteramente a esto. Compito y entreno, y con eso me voy ganando la vida. Pero tú imagínate… Hay mucha gente que tiene que correr por la mañana, después irse a currar, volver al gimnasio… Y a lo mejor son dependientes y están todo el día de pie o están moviendo cajas. Bastante gente pelea en este país para como están las cosas...”, sentencia. 

Él, sin embargo, tendrá la suerte de hacerlo este viernes. Tras dejar el instituto (se sacó la ESO y ahora busca retomar los estudios con un grado superior) y dedicarse en cuerpo y alma al boxeo, lo afronta con todos sus inconvenientes: entrenar de lunes a sábado y, el domingo, a descansar. “Como Dios”, bromea. Da igual. Le compensa. Tiene 26 años, va a por el campeonato de Madrid y guarda entre ceja y ceja la posibilidad de asaltar el cetro nacional. Lo hará, eso sí, como siempre, escuchando rap antes de salir y, una vez arriba, “dejando la mente en blanco, pensando solo en ganar”. Con un objetivo: terminar, levantar los puños, abrazar a su rival y buscar a su familia con la mirada. Y, esta vez, con un guiño a todos esos niños que sufren acoso escolar. “Con nosotros se puede contar”, finaliza. Y poco más se puede añadir. 

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