Son días complicados en Woking. Pese a tratar de alcanzar la gloria en las 500 Millas de Indianápolis, su bajo rendimiento no les permitió ni siquiera participar de la carrera. Según The Guardian el pánico se adueñó de McLaren, que intentó comprar la plaza de otro piloto, sin éxito.

Fernando Alonso se enfrentó el pasado fin de semana a un monoplaza prácticamente inconducible, hasta el punto de que la seguridad, que normalmente no está garantizada en IndyCar, fuera todavía menor. Pese a los ajustes que se realizaron del sábado al domingo, el dos veces campeón del mundo no pudo colocarse entre los 33 primeros y no correrá el día 26.

Los británicos se quedaron perplejos, al igual que su piloto estrella, pero se pusieron manos a la obra para solucionar el problema en los despachos. Sondearon la parrilla y encontraron un posible aliado, la escudería Arrow Schmidt Peterson Motorsports, con la que ya tenían relación a través de Arrow. Se abría la posibilidad de que Alonso se subiera en el coche de Oriol Serviá, el otro español en la prueba.

Caos y despidos

Sin embargo, Alonso se negó a sacar de la carrera a su compatriota. Las consecuencias no tardaron en llegar -el jefe del proyecto, Bob Fernley, fue despedido el mismo domingo-, aunque el ovetense solo recibió elogios, como el de Zak Brown: "Fernando no ha hecho nada mal, necesita y debería estar en la carrera, y tenemos muchos socios a los que les gustaría estar en la carrera".

De esta manera, el objetivo -y sueño- de conseguir la Triple Corona se queda en un punto muerto. Finalmente se demostró que el apoyo de Andretti en 2017 fue muy importante y vital para que el antiguo piloto de Ferrari se quedara muy cerca de beberse la leche en el podio del histórico circuito estadounidense.

[Más información: Alonso y McLaren: una relación de amor y fracasos destinada a acabar tras Indianápolis]

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