Los Juegos Olímpicos de Sochi, en 2014, convirtieron a Rusia en el enemigo público número uno de la comunidad LGTBI. Las prohibiciones y sanciones del gobierno de Vladimir Putin a los actos públicos de gays y lesbianas provocaron un aluvión de críticas, pero también una enorme cantidad de actos autocensurados, de abrazos no dados, de besos guardados para la intimidad, de celebraciones frustradas al fin y al cabo. Por suerte, Pyeongchang no es Rusia, sino Corea del Sur y hay quien ha decidido desquitarse de la frustración de hace cuatro años.

El caso sonado que está agitando los Juegos Olímpicos de invierno es el del esquiador estadounidense Gus Kenworthy, quien al finalizar su participación en el slopestyle besó a su novio, el actor Matthew Wilkas, públicamente, sin esconderse, sin miedo a represalia alguna. Libre.

Además, ese beso, esa celebración íntima a la vista de todos, esconde un mensaje, pues en Sochi 2014 Kenworthy no tuvo el valor de hacer lo mismo cuando se colgó la medalla de oro en idéntica prueba. Así lo contó en 2015 en la cadena estadounidense ESPN y, desde entonces, se ha convertido en uno de los deportistas más activos por la visibilidad de los derechos LGTBI en el deporte profesional.

"No tenía ni idea que era un momento en el que me estaban grabando", dijo Kenworthy tras saber que las cámaras de la cadena estadounidense NBC habían captado el momento. "Hacer eso, darle un beso, haber mostrado ese amor al mundo, es increíble", apuntó y recordó que también quiso hacerlo en Sochi: "Quería compartir ese beso con mi novio al final de la ronda pero era algo que me asustaba mucho".

Su gesto quizás no pase a los anales de la historia del deporte, pero sí quedará como un hito de los Juegos Olímpicos de invierno, del deporte en general, pues quizás sea la primera muestra pública de amor entre dos hombres y eso ya es mucho decir.

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