Hay algo que comparten todos los equipos grandes: no necesitan jugar bien los 90 minutos para ganar. Basta con que, de vez en cuando, las individualidades florezcan entre la rutina de los días grises. Con eso es suficiente. Como lo fue contra el Leganés. El Madrid, en Butarque, esta vez, tan solo necesitó hacer bien las cosas en la primera mitad. O, mejor dicho, durante 40 minutos. En dos jugadas –la segunda, una triangulación de esas que deberían enseñar en las escuelas de fútbol–, se puso por delante y zanjó cualquier debate o discusión. Definitivamente, el equipo de Zidane está de vuelta [narración y estadísticas: 1-3].



Tuvo que llegar el PSG y tuvo que sonar el himno de la Champions para que el Madrid resucitase. Aquel día, cuando todos esperaban una debacle, el equipo de Zidane volvió a emerger. De nuevo, funcionó. Y, a partir de entonces, todo parece fluir otra vez. Incluso, la suerte, necesaria en determinados momentos, parece haber vuelto a la vida de los blancos. Los de Zidane consiguieron la victoria frente a la Real Sociedad (5-2), ante el PSG (3-1), el Betis (3-5) y este miércoles contra el Leganés (1-3).

Rueda de prensa de Zidane posterior al partido de Liga contra el Leganés



Y, poco a poco, van consiguiendo parecerse a ese equipo imbatible del curso pasado. En Butarque, con una alineación B, sin Bale ni Ronaldo, pero con Lucas Vázquez y Asensio. Con ellos, el Real Madrid facturó un traspiés para empezar, pero se rehízo después. En los cinco primeros minutos, volvió a recordar fantasmas pasados. Córner a favor del Leganés, fallo de Casilla y gol de Bustinza. Otra vez, el vecino hacía daño. Lo eliminó de Copa y le complicó la vida para empezar.



Pero hasta ahí llegó el despiste. Una vez cometido, el Madrid resucitó. Le quitó la pelota al Leganés y, con dos fogonazos, se puso por delante. El primero, un pase entre líneas que Lucas Vázquez culminó colocando la pelota pegadita al palo; y el segundo, una triangulación que podría firmar cualquier Barcelona (sea el de Cruyff, el de Guardiola, Luis Enrique o Valverde), el Milan de Sacchi o la Naranja mecánica. Cualquiera querría incluir esa combinación entre sus jugadas maestras. Una obra de arte que comenzó Casemiro y terminó él después de que el balón pasase de primeras por Benzema y Lucas. Para verlo en bucle y recrearse.



Con eso puso el punto y final el Madrid, al que le sobró la segunda parte. O, más bien, al que le sirvió el acto final para darse cuenta de que puede sobrevivir incluso prescindiendo de su mejor versión. Incluso sentenciando con un tercero de penalti (Kovacic cayó dentro del área y Sergio Ramos fue el encargado de mandarla dentro de la portería). Así se impuso en Leganés y así sumó su cuarta victoria consecutiva. Sin Bale y sin Cristiano Ronaldo, pero con un Lucas Vázquez, que puede hacer por todos a la vez. En Butarque, con un gol, una asistencia, el pase del penalti y siete robos de balón. Este Madrid, definitivamente, tiene otra pinta y recupera sensaciones. Eso parece evidente. 

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