“La calidad no siempre garantiza un buen equipo, pero el buen ambiente, sí”. Radomir Antic, artífice del Doblete, siempre, a lo largo de su carrera, mantuvo esa filosofía vital. De hecho, él fue el primero que, en el Atlético, decidió reunir a los jugadores para tomarse algo los viernes y hacer grupo, como contaba hace dos lunes en Fiebre Maldini. Ese fue su secreto: tratar a todos por igual, tener en cuenta las particularidades de cada uno y gestionar los egos. Algo sencillo de decir, pero difícil de poner en práctica. Ejemplos de técnicos que han conseguido conjugar estrellas con éxitos hay de sobra (Zidane, Luis Enrique…), pero también hay muchos que no lo han conseguido (Benítez, Mourinho…). La duda, ahora, la ofrece Unai Emery, que, tras el pique entre Cavani y Neymar por ver quién tiraba un penalti, tendrá que decidir si opta por tomar cartas en el asunto o dejar que el conflicto se arregle por sí solo.



El técnico español se ha encontrado esta temporada con una situación que no había vivido nunca. El curso pasado estuvo a punto de ser destituido tras ser eliminado por el Barcelona en los cuartos de final de la Champions League, pero finalmente recibió una prórroga. Y, en este tiempo añadido que vive, ha recibido el mayor regalo (o trampa) de su carrera. Dos jugadores que han costado cerca de 400 millones, con lo que eso supone para ambos (Neymar y Mbappé), y con lo que implica para el entrenador.



El incidente fue el siguiente. Neymar, ante el Saint Etienne, le pidió a Cavani tirar el penalti. ¿Y qué hizo el uruguayo? Negarse. Pero entonces no hubo ningún problema. El conflicto se produjo este fin de semana, ante el Lyon. De nuevo, el delantero mostró su negativa a cederle el balón al brasileño. Eso sí, esta vez, la reacción no fue la misma. El enfado, palmario, puso en evidencia la dificultad de Unai Emery para gestionar el grupo.



Pero bien, tras esto, qué debe hacer Emery. Carlos Rey, psicólogo deportivo de UPAD psicología y coaching, en conversación con EL ESPAÑOL, lo tiene claro: “En un equipo de fútbol, como en cualquier empresa, hay que establecer un sistema jerárquico, y cada jugador necesita saber cuáles son sus responsabilidades y hasta dónde llegan”. Y añade: “Todo futbolista tiene su ego, y cuando tienes un equipo con tanto talento, a veces interesa más un liderazgo centrado en la gestión de las personas que en la gestión táctica”.



Este conflicto, en cualquier caso, es uno de los grandes hándicaps que tiene Emery por delante. “Nunca se ha visto en una tesitura como la de ahora, y tendrá que tomar cartas en el asunto”, aconseja Carlos Rey. O eso, o fijarse en lo que hacen (o han hecho) otros compañeros a lo largo de la historia del fútbol. De Del Bosque a Zidane, de Gregorio Manzano a Simeone…

DEL BOSQUE, ZIDANE, ANCELOTTI O SIMEONE, EJEMPLOS DE BUENA GESTIÓN



Hay ciertos entrenadores que, sean buenos tácticamente (o no), se ganan el cartel de buenos gestores. Tradicionalmente, han pasado por grandes clubes y han cosechado éxitos. Del Bosque, quizás, es el caso más paradigmático. Su labor técnica, aunque nunca ha sido puesta en cuestión, siempre quedó tapada por sus dotes para conseguir que todos sus jugadores se encontraran cómodos dentro del equipo. Lo hizo en su etapa del Real Madrid, con el que ganó dos Champions, una Supercopa de Europa, otra de España y dos Ligas. Y, posteriormente, replicó sus éxitos en la selección con un Mundial y una Eurocopa. Y sí, después cayó con la Roja en Brasil 2014 y en Francia 2016, pero jamás tuvo problemas en sus equipos.



De su ‘escuela’ es también Ancelotti, que históricamente ha demostrado en grandes clubes (Milan, Chelsea, PSG, Real Madrid…) que ha sido capaz de no entrar en conflicto con las ‘vacas’ sagradas. Y lo mismo le ha sucedido a Zidane, que desde que llegó ha aunado éxitos (dos Champions, entre otras cosas) con una correcta gestión de la plantilla, asignando a cada uno su rol. Y, por último, también Simeone, que no ha tenido ningún problema desde que llegara en 2011 al Atlético de Madrid.

Del Bosque, durante un entrenamiento.



BENÍTEZ Y GREGORIO MANZANO, EJEMPLOS DE MALA



Sus casos son similares. Benítez llegó al Madrid para sustituir a Ancelotti y, a pesar de ser un gran entrenador tácticamente, no consiguió manejar con corrección a la plantilla. Tanto es así que en enero fue sustituido por Zidane. Y, con la misma plantilla, el francés ganó la Champions en Milan contra el Atlético de Madrid. Y, aunque no de la misma manera, Gregorio Manzano sufrió del mismo ‘pecado’. Él no consiguió sacarle rendimiento a una plantilla que, posteriormente, convertiría a Simeone en uno de los mejores entrenadores de todo el continente.



GUARDIOLA Y LUIS ENRIQUE, DOS MÉTODOS CON IDÉNTICOS RESULTADOS



Guardiola y Luis Enrique no utilizan el mismo método, pero ambos sacaron rendimiento en sus años en Barcelona. Pep apartó a aquellos jugadores que amagaban con armar revuelo (Ibrahimovic, Eto’o, Deco…). Pero, aun así, en su primera temporada aceptó quedarse con el delantero camerunés y éste le ayudó a ganar el triplete. Los resultados están a la vista. Y, aunque de forma diferente, ‘Lucho’ fue capaz de que el tridente del Barcelona (MSN) no tuviera ningún problema. Neymar asumió que su rol era ayudar a Messi y no ir contra él, y el equipo se hizo con cinco títulos.



MOURINHO Y SUS DOS CARAS



¿Es Mourinho un buen gestor de egos? Depende. En el Inter, por ejemplo, no tuvo ningún problema. Y, en el Madrid, en sus primeros años, tampoco. Sin embargo, el portugués se marchó de la capital entre rumores de ‘topos’ y con un ambiente muy cargado, y lo mismo le ocurrió en el Chelsea en su segunda etapa. En su segundo año, ganó la Copa de la liga y la Premier League, pero en su tercera temporada fue destituido en Navidades con la plantilla levantada en armas.

¿EN QUIÉN DEBE FIJARSE EMERY?



El técnico español se ha encontrado por primera vez en una situación de estas características. Hasta ahora, no había tenido una plantilla ni con tanto talento ni con jugadores de tamaño ego. Pero, si Emery debe mirarse en alguno de los anteriores, está claro que el ejemplo a tomar es el de Luis Enrique. En primer lugar, porque ya convivió con Neymar, y en segunda instancia, porque más allá de que cada uno asumiera su rol, hizo de su tridente un arma en el campo y fuera de él. Los tres se llevaban bien. Y eso, al final, los días de partido se nota.

Emery, durante un partido del PSG. Reuters

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