Es una sensación extraña cuando estás viendo el partido del Madrid en un pub y el propietario del pub marca gol. Este domingo me sucedió y lamenté profundamente la inexistencia de un protocolo al respecto, quiero decir, ¿no debería la casa haber invitado a una ronda? Mediado el segundo tiempo, con un marcador favorable pero aún inquietante, el propietario del pub recibió el fabuloso pase largo de Isco y, si bien partió varios metros por detrás del lateral que le cubría, llegó a superarle merced a su extraordinaria zancada, apretó el galope hasta alcanzar los 35 km/h y batió al portero rival elevando sutilmente el balón sobre su salida. Mayoral -que hizo un extraordinario partido- se subió a la grupa del propietario del pub y cabalgó al paso ya con el rostro demudado por la alegría mientras su montura dejaba colgar la lengua en señal de jubiloso agotamiento.



Vivo en Cardiff desde hace dos años. En este tiempo, he visto la Copa de la Champions pasar por aquí para seguir rumbo a Madrid, pero yo me quedé en la capital galesa. Cada vez que juega el Madrid me reúno con el resto de miembros de la Peña Madridista de Cardiff en Elevens, el pub que recientemente abrió Gareth Bale en su ciudad natal. La mayor parte de los componentes de la nutrida y bulliciosa Peña son estudiantes españoles que hacen su Erasmus en Gales y dividen su tiempo entre ver al Madrid en Elevens y cosas más rutinarias, como por ejemplo el sexo. No todos son tan jóvenes y eso es una suerte, porque me siento como el patriarca pero menos.

-Nos gustaría mucho invitar a una ronda pero el manager no anda por aquí, y sin su permiso...

-Pero vamos a ver- le insistía yo al barman.- Que el dueño de este establecimiento comercial acaba de marcar un golazo justo cuando más arreciaban las críticas contra él. Y no nos puede ocultar las razones para la celebración porque lo hemos visto todos en pantalla gigante.

-Como comprenderás, somos los primeros en celebrar el gol de Gareth. Pero, claro, al no estar el manager por aquí...

-Pero hombre, esto es una ronda gratis de oficio, por así decirlo. No hace falta que se pronuncie el manager. Ya se ha pronunciado el dueño a pase de Isco.

-El dueño sería la otra persona que podría aprobar lo de la ronda gratis, claro. Pero tampoco está aquí.

-Ya lo sé. Está en San Sebastián. Lo acabo de ver en la tele y está muy ocupado en pasarse por los huevos las abominables campañas en su contra, y en ponerse al fin a combatirlas sobre el campo, como para entrar ahora a decidir si nos paga unas pintas o no. Por eso ya te digo yo que lo puedes dar por hecho.

Gareth Bale echando un trago de agua a la salud de quienes le vimos en el Elevens. VINCENT WEST Reuters

Elevens se ha convertido en nuestro santuario. El ambiente es más selecto que el del tradicional pub galés, la variedad de cervezas y sidras es satisfactoria (la Bale Ale, con la imagen de Gareth en el grifo, es algo ligera pero entra razonablemente bien) y la Elevens Burger es una cima culinaria británica, cosa que ya sé que no es decir mucho pero nos basta. Algunos estudiantes españoles vienen a ver al Madrid aquí a pesar de no ser necesariamente grandes fans de Gareth.

¿Y por qué no lo son? Las causas varían según personas y momentos, si bien me atrevo a aventurar que si no lo son es, en un 23%, por la visible dificultad en coger la forma que sufre el delantero tras cada una de sus frecuentes lesiones, y en un 77% porque aunque vivan en Cardiff leen la prensa española y escuchan la radio española. La misma que ha aprovechado la indudable fragilidad física de la estrella para desatar contra él un complot miserable en el que se le ha llegado a comparar con Spasic y se han magnificado del modo más xenófobo sus dificultades con el castellano como si Toni Kroos, por ejemplo, fuese Fernando Lázaro Carreter. Y lo mejor de todo: eso de "Aún se le espera", como si en Mestalla y en Lisboa y en Milan y en las Supercopas y en los Mundiales hubiese jugado (y triunfado) su prima de Newport.

-¿Que ha jugado poco por las lesiones? Ya lo sé- argumento siempre ante mis compañeros de Peña.- Soy el primero a quien le duele. Mejor dicho, soy el segundo: el primero es él. Pero, ¿qué eres tú? ¿Un burócrata que lleva la cuenta de las bajas por salud de sus empleados, o aquel madridista que admiró sus huevos al tirar cojo el penalti de San Siro?

Este domingo, cuando Gareth corrió la banda del Elevens para después poder sacar la lengua exhausto y pleno, la parroquia se desató en un grito liberador que desmentía todo el criticismo, con su porcentaje de razón y su cuota de adoctrinamiento periodístico. Saben que Bale es algo así como el eslabón perdido entre su patria y su dulce exilio (el exilio de Bale es agridulce y simétrico al suyo) y saben algo más: saben que, aunque frágil y molido a palos, cuentan en el equipo de sus sueños con un dispositivo centelleante y letal. Está de vuelta, y sólo cabe esperar de él muchos otros momentos de gloria.

Entretanto, proseguiré con las gestiones encaminadas a la articulación de un protocolo de invitaciones en función de los logros deportivos del propietario del local comercial sito en 15 Castle Street, Cardiff CF10 1BS.

Bale Ale, una de las cervezas que se sirven en su pub en Cardiff. Jesús Bengoechea