Lo previsible, en el fútbol, pocas veces existe. Ni en un partido con grandes diferencias económicas se puede asegurar una goleada a favor del equipo con mayor presupuesto. No se esperaba que el campeón de Europa, el continente más poderoso en el mundo del fútbol, sufriera ante el campeón de Japón, que no ganó ni la Champions League de Asia. Pero sufrió, vaya que sí sufrió, este Madrid que, aunque juegue a bandazos, sigue haciendo historia, con tres títulos en este año y alargando su ya interminable racha de partidos sin perder, llegando ya a 37. [Así le hemos contado el Real Madrid 4-2 Kashima]

El Kashima japonés había llegado como invitado del Mundial de Clubes, utilizando el cupo de anfitrión. Había jugado tres partidos antes, logrando casi una heroicidad, eliminando a todo aquél que le llegaba por delante desde octavos de final. Pero la final era otra cosa. El Madrid era otro mundo, la diferencia era inmensa. Pero eso era en la teoría. En la práctica fue muy diferente. El Kashima llegó a llevar al Madrid a la prórroga e incluso estuvo cerca de ganar. Remontó al Madrid y achuchó al final creyendo que el milagro era posible. Se cansó en la prórroga y acabó cayendo con honor.

Adelantó al Madrid Benzema, el mejor jugador de los blancos en este torneo. Remató Modric desde fuera del área y el portero japonés hizo aquello que te enseñan desde bien pequeño a no hacer: despejar al centro. Eso hizo Sogahata y, claro, acabó castigado. Benzema estaba a un metro y solo tuvo que empujar el balón. Lo que no se esperaba el francés, y el Madrid en general, es que se le viniera el Kashima encima. Poco a poco fue encontrando su sitio en el campo y justo antes del descanso empató con un gol de Shibasaki, que entró en el área como quiso ante la pasividad de la defensa del Madrid y machacó a Keylor Navas con un disparo cruzado.

Estaba tan dormido el Madrid, tan fuera del partido y tan desentendido de todo que casi inventó un gol del rival. Cuando cedes el balón, por muy poco nombre que tenga el otro equipo, te puede dar una sorpresa. Y eso es lo que hizo el Kashima, que otra vez por medio de Shibasaki se vio en una situación seguramente inimaginable. El gran protagonista del partido, hizo doblete, enganchó un disparo en la frontal del área que se fue pegado al palo. Entró rozando la madera, allí donde no llegaba Keylor Navas. Su preciso y precioso disparo dejó en shock al Madrid. El Kashima estaba por delante y no era un videojuego, estaba pasando en la realidad. Otra vez el Madrid sin intensidad. Otra vez lo pagaba caro.

Verse por detrás en el marcador y atisbar el descomunal desastre que podía llegar despertó al Madrid, que sabía que con poco iba antes o después a remontar. Tras ocho minutos de ir perdiendo, Lucas Vázquez se internó en el área en una de esas jugadas muy características suyas, corriendo hasta donde llegue. Ahí picaron dos defensores japoneses y los dos acabaron haciéndole penalti al gallego, el primero por agarrón, el segundo tras una clara falta. No hubo dudas y no hizo falta tirar del vídeo, era penalti. Lo anotó sin problemas Cristiano.

Fue entonces cuando mejor jugó el Madrid, combinando toque con ocasiones. Ronaldo tuvo una clara ocasión nada más marcar el empate, Sergio Ramos lo intentó esta vez con el pie (se le fue arriba), otra de Marcelo tras una exquisita jugada por banda de Benzema, una del francés que hizo lucirse a Sogahata y que acabó en gol anulado por fuera de juego de Cristiano y otras dos del portugués, un cabezazo que se fue pegado al palo y un disparo raso que también le sacó el meta. Le duró poco el buen momento a los blancos. Rápidamente el empuje del Kashima les echó a atrás y obligó a Keylor Navas a aparecer con una buena parada. Y no fue más porque los japoneses tampoco tenían definición, pero fue llamativo que en los últimos cinco minutos de partido encerró al Madrid en su área. Los de Zidane pedían la hora para llegar una prórroga ante el Kashima, que colgaba balones al área y en vez de ir buscando el tiempo extra, buscaba ganar. Meritoria la actitud de este equipo invitado por la organización del torneo (como campeón de Japón), que ya este domingo puso su desconocido nombre en el panorama del fútbol.

La prórroga fue ya otra historia. El Madrid puso la directa y rápidamente quiso sentenciar, evitando más sustos. Demostró que si quería, ganaba fácil. Así fue. Dos goles de Cristiano en la primera parte de la prórroga dejaron visto para sentencia la final. El primero, de disparo raso dentro del área, tras recibir una buena asistencia de Benzema. El segundo, tras arañar el balón también dentro del área. Entre uno y otro tanto, un cabezazo de Yuma que pegó en el larguero y que pudo ser el 3-3.

Campeón del mundo por quinta vez el Madrid (segunda con este formato), los de Zidane se van a las vacaciones en una situación inmejorable: líderes de Liga, en octavos de Champions y Copa y con otro título bajo el brazo. Otra cosa es el fútbol que muestra, poco analizable porque en muchos casos va dando tumbos. En Japón ganó con el nombre, con el escudo. Ganó porque tenía que ganar, pero sufrió y tuvo que llegar a la prórroga ante un rival mucho más débil. Fin al 2016 blanco, ese en el que ganó otra Copa de Europa, otra Supercopa de Europa y otro Mundial de Clubes. 2017 será otra historia, en el que los títulos nacionales deben ser la prioridad. Lucirá ya el Madrid el parche del campeón del mundo. Ahora le queda no repetir el desastre posterior que le llegó hace dos años tras ganar el Mundialito.