Imposible no acordarse de Múnich, del 6 de febrero de 1958, del maldito vuelo de British Airways. Imposible no recordar a los 23 fallecidos en aquel accidente de avión, a Bobby Charlton, a sus pupilos y aquellas palabras premonitorias de Duncan Edwards al llegar al hospital: "¿A qué hora es el partido contra los Wolves? Ese no me lo quiere perder de ninguna manera", dijo cuando todavía era consciente. Un partido, por cierto, que nunca llegó a jugar. Por todo ello, es imposible no equiparar la tragedia del Manchester United con la del Chapecoense, y aquel deseo de Duncan Edwards con el de Alan Ruschel, uno de los seis supervivientes del fatal viaje: "Por favor, guarden mi anillo de boda", pidió al ser ingresado. Un preludio de futuro que espera le sea devuelto en su habitación del hospital San Juan de Dios, en estado crítico -podría quedar parapléjico-, pero estable dentro de la gravedad.

Ruschel, natural de Taquara, Río Grande do Sul (Brasil), era, a sus 27 años, un chaval como otro cualquiera. Sonreía -mucho, además- y no se cansaba de desgastar la vida. Era feliz, hacía lo que le gustaba, pasaba sus días enamorado y estaba a punto de cumplir uno de sus sueños: ganar un título a nivel continental. Y para eso había llegado, después de dar muchas vueltas, al Chapecoense, un equipo con proyección y futuro: en 2009 estaba en la Serie D y en 2014 había logrado ascender a primera. Un éxito que la entidad y él buscaban culminar en la final frente al Atlético Nacional de Medellín, ganando la copa. Y con esa ilusión embarcó Ruschel en el vuelo comercial de la empresa Lamia que lo llevaba junto a sus compañeros de equipo desde Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) hasta Medellín (Colombia).

Sólo un pequeño detalle hacía presagiar entonces el fatal desenlace. El Chapecoense, que tenía previsto viajar en un vuelo chárter, tuvo que hacerlo en uno comercial. Nada, a priori, preocupante. Ruschel y sus compañeros embarcaron con total normalidad, se echaron fotos, actualizaron sus redes sociales y se acomodaron. Alan, sentado junto a Danilo, portero fallecido, con vídeo incluido a través de Snapchat: “8 horas de vuelo, muy rapidito!!!”, tecleó en su móvil. Y, cumplido el protocolo, apagó todos los dispositivos y se echó a descansar. A partir de ahí, el recuerdo se emborrona como esos sueños que mueren durante el día con el avanzar del tic-tac del reloj.

El vuelo, plácido en un principio, decidió viajar hasta el averno de las pesadillas para acabar con todo. El avión cayó sin avisar y, entonces, todo se precipitó: ruido de urgencias, sirenas de auxilio y voces inaudibles. Todo a la vez, imparable y sin sentido, camino del hospital.

Ruschel fue atendido en la ambulancia camino del hospital de San Juan de Dios y, una vez allí, se acordó de lo que más deseaba, su esposa: "Por favor, guarden el anillo de boda", confiesan que dijo nada más llegar. A partir de ahí, la anestesia, la operación, la negrura de la noche, el sueño y un mensaje tranquilizador de su hermana, Amanda Ruschel, a través de Instagram: "Gracias a Dios Alan está en el hospital estable. Estamos rezando por todos los que están siendo socorridos y le damos fuerza a sus familiares. Situación complicada, difícil. Dios nos da fuerzas".



Casualidad o no, Alan Ruschel se había pasado todo el año fuera del equipo por una lesión del cruzado. No había viajado ni jugado prácticamente en toda la temporada. Sin embargo, en los últimos encuentros, volvió a ser incluido en las listas de Caio Júnior; y en el último choque, en la jornada 37, frente al Palmeiras (1-0), disputó los 90 minutos.

Había vuelto, después del calvario, en el momento justo para viajar a la final de la Copa Sudamericana. Y, aunque el lateral no esperaba ser titular en Medellín, sí que viajaba con la ilusión de hacerse con su primer trofeo continental. Entonces, obviamente, él no pensaba que tendría que dar lo mejor de sí mismo en el hospital. Y allí está ahora, en pleno partido, y en busca de una victoria de por la vida.

A la espera, sus familiares, llegados al hospital tras el accidente, y su esposa, con la que se casó en 2013. Todos, con el anillo guardado en el cajón para que Alan pueda volver a ponérselo y seguir disfrutando junto a su chica, a la que, el pasado 13 de agosto, por su cumpleaños, dedicaba un mensaje a través de Instagram: "¡Mi amor, hoy es tu día! ¡No hay palabras para describir lo que eres para mí! Te amo y te deseo toda la felicidad del mundo. Ahora también tenemos un pequeño (en referencia a su regalo, un perro) para alegrarnos. ¡Feliz cumpleaños mi pequeña!". Un mensaje que ojalá y pueda repetir el próximo año, obviamente, con su anillo puesto.

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