Quizá por el 'cansancio' a los títulos conocidos, quizá por ser un día laborable y seguramente porque el Real Madrid está cerca de ganar la Champions League, las celebraciones del doblete del Barcelona han sido menos numerosas que otros años. Una rúa light, más triste de lo normal. También más corta.

Las celebraciones había que hacerlas, porque los títulos ganados tienen mucho mérito, pero en Barcelona el ambiente estaba enrarecido. Saben de la dificultad que supone conseguir un doblete, pero también son conscientes de que su Champions (y la del Madrid) lo condicionan todo. Este lunes los culés han salido a la calle, pero seguramente ninguno hubiera querido que hubiera sido hoy el día de los festejos. Eso hubiera significado que su equipo estaría concentrado para jugar las semifinales de la Champions, que no juegan desde 2015.

Tras ganar este domingo su 25ª Liga en La Coruña, donde ganaron al Deportivo (2-4), el club catalán ha sacado su tradicional rúa con la que celebra los títulos por las calles de Barcelona. En autobús descapotable, los jugadores y cuerpo técnico del Barcelona han brindado la Liga y la Copa a su afición, pero con un sentimiento mucho más cauto que otras temporadas. Ni ha habido tanta gente como otros años ni los jugadores han exhibido una felicidad exultante. Por no hacer, ni han hablado dirigiéndose a la afición ni han ido al Camp Nou, lo habitual otros años.

Esta moderación en los festejos muestra muy bien el actual estado de salud del barcelonismo. La humillante eliminación ante la Roma está muy presente, no se ha olvidado y además está muy cerca el posible pase del Real Madrid a la final de la Champions League (este martes juega la vuelta de semifinales ante el Bayern). Si los blancos lograran acceder a la final de Kiev (1-2 en el partido de ida en Múnich), el doblete del Barça quedaría sepultado por esa gesta que supone llegar a tres finales consecutivas de la Copa de Europa, precisamente en los tres años en los que los culés han estado muy lejos del primer nivel en el continente, eliminado siempre en cuartos.

Con gritos a Messi e Iniesta, que estuvo más serio de lo normal pese a ser coreado en numerosas ocasiones, y con algunas bromas en un ambiente festivo, el Barcelona ha presumido de doblete, era lo normal, pero sin exagerar. Pizzas para comer, alguna cerveza y abrazos y saltos. Poco más. Miles de personas llenaron las calles por donde transcurrió la celebración, pero fueron muchas menos que en otras ocasiones. Y en un ambiente más tranquilo, sin excesiva felicidad. Los dos títulos están muy bien, tiene mucho mérito y son muy difíciles de conseguir, pero la Champions del Real Madrid lo condiciona todo. En función de lo que hagan los blancos este martes, la felicidad en la afición culé puede ser mayor o menor. 

Sin desmadre en el autobús, a los únicos a los que se les vio alucinar con lo que se celebraban fueron Coutinho, Dembélé o Yerry Mina, los llegados este año. Los demás, acostumbrados a ganar Ligas y Copas, fueron más comedidos. Los móviles sustituyeron a la cerveza y la tranquilidad reinó en el autobús. La plantilla azulgrana partió del World Trade Center del Puerto de Barcelona a las 18.15 horas y terminó dos horas después en el barrio de Sarriá. Fue más corta que otros años.

Este lunes no fue posiblemente el mejor día para hacer la rúa. Si el Barcelona se hubiera esperado al miércoles, por ejemplo, hubiera tenido más felicidad en caso de que el Madrid hubiera sido eliminado, tomando el riesgo de que los blancos están más cerca de ir a Kiev que de quedarse en España. Y es que ese es el resumen de todo: el Barça se aferra a la derrota del Madrid en Europa para que se pueda celebrar más sus éxitos.