El Barcelona ha ganado la Liga. Y, como hiciera hace una semana la Copa del Rey, ha conseguido el título de forma justa y merecida. Ha sido el mejor de principio a fin y con bastante diferencia, así lo indica la tabla y los hechos (campeón a falta de tres jornadas), respecto a sus principales rivales, Atlético y Madrid, que han sido muy irregulares en una Liga en la que apenas tuvieron opciones a lo largo del curso.

Vigesimoquinta Liga del Barcelona, la séptima en la última década, que demuestra el idilio del conjunto catalán con la Liga española. La de este año, además, ha sido una de las más brillantes (sigue sin perder a falta de tres partidos, uno de ellos el Clásico ante el Real Madrid del próximo domingo) y a su vez más fácil, por la poca lucha que ha puesto el Real Madrid.

Barcelona sale a la calle para celebrar la Liga

Conseguidas ya la Liga y la Copa, un Doblete de muchísimo mérito, al barcelonismo le queda el título más importante, casualmente aquel en el que no están. La Champions del Madrid es casi más importante que lo que el Barcelona ya ha conseguido. Lo que hagan los blancos determinará la alegría de los culés, muchos de los cuales ya reconocen que se aferran a la eliminación del Madrid ante el Bayern (o su derrota en la final) para que su temporada sea más alegre.

El 'cansancio' ante lo conocido (este Doblete de Liga+Copa es el tercero en cuatro años), la humillante derrota ante la Roma y la posibilidad de que el Real Madrid gane la Champions hacen de este título de Liga más descafeinado de lo que debería ser. Pero así es el fútbol. Pasa en todos los bandos.

La Champions, con lógica, esconde todo. Sin que haya una norma escrita, desde hace ya muchos años se sabe que la Copa de Europa es la competición más importante de todas, principalmente porque allí están los mejores equipos y los mejores jugadores. Es la que da prestigio, la que los equipos exhiben en su palmares y la que corona a los futbolistas. Los presidentes, propietarios y jeques se gastan su dinero para ganar la Champions, porque las Ligas, como pueden ser el caso del PSG o Manchester City, ya las ganaban antes de sacar tantos millones.

Y diferente es perder en Champions en una final o ante un rival fuerte que de la forma en la que lo hizo el Barcelona: goleado por la Roma, equipo muy inferior, tras ganar 4-1 en la ida y sin ninguna sensación de orgullo ni reacción. El 3-0 en el Olímpico fue una de las noches más negras de los últimos tiempos del Barça y, por la relevancia que tiene, hace mella en una temporada que no es ni mucho menos un desastre pero que si sufrió una mancha.

Piqué, Suárez y Alcácer, cabizbajos en el Olímpico de Roma. REUTERS

El que ha conseguido el Barcelona es un Doblete descafeinado porque dependerá de lo que haga el Real Madrid. Si los blancos ganan la Champions (tercera consecutiva, cuarta en cinco años), Liga y Copa quedarán totalmente olvidadas. Así es la rivalidad y la grandeza del fútbol. Y no solo es por la importancia de unas y otras competiciones. También el ambiente que existe en el propio barcelonismo así lo indica.

La mejor forma de medir este Doblete del Barcelona son los propios festejos de la afición azulgrana: muy tibios. Con la goleada al Sevilla en la Copa apenas fue gente a Canaletas, igual que ahora con la Liga, que celebraron de forma muy moderada en el césped de Riazor. El torneo liguero, eso sí, tiene una peculiaridad. Los culés ya saben que su equipo ganaría el campeonato desde hace muchas semanas, especialmente la finiquitó cuando vencieron al Atlético en el Camp Nou (4 de marzo), y por eso es una cosa ya celebrada.

Además, los culés están más pendientes de lo que hace el Madrid y por mucho que hayan ganado estos dos títulos, siempre quedará el sabor tan agridulce de la Champions. En la competición que mejor juzga a un equipo grande, los culés se despeñaron de forma vergonzante. Y esa imagen será difícil de olvidar y después de una derrota así no se puede derrochar tanta alegría.

Los jugadores del Barcelona celebran el título de Liga en Riazor. REUTERS

Eso sí, el Doblete que ahora es descafeinado puede ser buenísimo si el martes el Madrid cae en semifinales de Champions. Y, en cambio, puede ser peor si los blancos llegan al Camp Nou (el próximo domingo, 20:45 horas, es el Clásico) en la final y aún menos celebrado si los de Zidane ganan en Barcelona.

¿Cómo se festejaría un título cuando tu eterno rival te acaba de ganar y acaba de llegar al partido más importante del año? Eso, ahora, es una hipótesis. La realidad es que el Barça ha ganado la Liga, que hace una semana alzó la Copa y también que esos dos títulos, con su eterno rival cerca de hacer historia, saben a muy poco.