Dos años menos dos días: ese es el tiempo que ha pasado entre las victorias de Ion Izagirre y Omar Fraile en el Tour de Francia. Dos años que se hacen más largos si contamos los intentos que se quedaron a unos metros, como el de Mikel Nieve el miércoles en La Rosière o el de Mikel Landa en Alpe d’Huez el jueves. Era un saborear con el olfato, sin llegar a degustar, con el recuerdo de unos cuartos de final. Hasta que el ciclista vasco estiró los dedos hacia el cielo en la línea de meta de Mende.

“Ha sido un día increíble para mí”, confesó Fraile antes de subir al podio. “Soñábamos [en Astana, su equipo] con esta victoria. Hemos trabajado muy duro y por fin ha llegado”. El trabajo comenzó cuando le entregaron el libro de ruta y se encontró con el final de la 14º etapa, un escenario que ya vivió en 2015 y 2012 durante el Tour du Gévaudan Languedoc-Roussillon. En ninguna de esas dos etapas había logrado la victoria, pero esta vez él llegaba con tres años más de experiencia y de trabajo.

Después del tríptico alpino, los ciclistas que aspiran a un puesto en la general prefirieron seguir descansando. Pero no todos van al Tour para buscar ese puesto. Hay quien busca un momento de gloria, una etapa, los puntos de un sprint, y se mete en las fugas. Fraile es de esos. Este jueves se metió en la fuga de 32 aspirantes que se marchó hasta casi 20 minutos de distancia del grupo de los favoritos. Con ese margen, la victoria iba a estar entre ellos.

A 62 kilómetros de meta, el gran favorito para llevarse la etapa era Gorka Izagirre. Su ataque en la Col de la Croix de Berthel solo lo siguieron Slagter (DDD) y Stuyven (TFS). El resto de escapados estaba a un minuto. Ninguno quería gastar sus fuerzas en remontar las distancias y llegar fundido a un hipotético final en sprint. Izagirre, Slagter y Stuyven, tampoco. Sabían que un minuto de diferencia era poco, que si querían jugárselo entre ellos, tenían que ampliar. Le tocaba a Stuyven dar el relevo. No quería. No podía. Izagirre se giró para insistirle. Stuyven pedaleó más fuerte para marcharse solo. 

A falta de cuatro kilómetros, Fraile estaba a casi dos minutos del belga. “Pegaba mucho viento de cara y sabía que Stuyven estaba gastando mucho yendo solo”, contó a posteriori el español. “Nada más iniciar la subida tenía buenas piernas y he querido probar desde abajo”.

Subió solo y se encontró con él a 500 metros de la cima. Ni siquiera se pegó a su rueda. El belga suplicaba que se acabara ya; el español seguía apretando. De vez en cuando miraba atrás para ver a cuánto estaba Alaphilippe (QST). "A 200 metros, me he visto ganador". A 100 metros, se llevó la muñeca derecha a la boca para besar la pulsera que le regaló su novia. En la línea, sonrió.

De promesa a consagración

Omar Fraile no compitió en carretera hasta juveniles. Antes sí montaba sobre dos ruedas, pero en mountain bike. Tras haber pasado por varios equipos se dio a conocer al mundo en las filas de Caja Rural. Era 2015, su debut en la Vuelta a España, su primera Grande. Entró en las fugas, coronó los puertos, se hizo con el maillot de la montaña.

Esa aparición le valió para fichar por Dimension Data, con el que se estrenaría en el Giro de Italia —aunque tuvo que abandonar por problemas estomacales—

y repitió el maillot de los escaladores en la Vuelta. Sin embargo, a pesar de esos éxitos no conseguía hacerse con victorias de etapa. Para eso tuvo que esperar a 2017, a la undécima etapa del Giro de Italia.

Ese día, como este sábado, formó parte de la escapada. Llegó al final con más competencia, pero se impuso al sprint. Fue su gran salto.

Este año llegó al Tour de Francia en plena madurez y con más éxitos: una etapa en la Vuelta al País Vasco, una etapa del Tour de Romandía y un tercer puesto en el Campeonato de España en Ruta. A todo eso hay que sumarle una victoria en el Tour, "la victoria más grande".

Noticias relacionadas