Cuando sonó la bocina que indicaba el final del primer cuarto, el Real Madrid se podía haber visto achantado, puede que con razón, por los fantasmas del pasado. El CSKA mandaba 30-20 y las sensaciones que desprendían los hombres de Pablo Laso eran tan preocupantes como ante el Fenerbahçe en la Final Four del año pasado. Con un bloqueo descomunal, se necesitaba un golpe de timón cuanto antes. Y vaya si lo hubo. Tanto como para que los blancos lograsen, tras una metamorfosis brutal, estar en la final del domingo para intentar vengarse de Obradovic y los turcos [Narración y estadísticas: 83-92].

Desde el segundo período, los blancos se vaciaron a todos los niveles. Llegarían a provocar un cortocircuito aún peor que el suyo a los rusos en el tercer cuarto: siete minutos sin anotar. La defensa que tan poco hizo acto de presencia durante los 20 minutos iniciales llegó para quedarse en la segunda parte. Con bendiciones como los apagones de De Colo (que todavía sacó fuerzas de flaqueza postreras) y Sergio Rodríguez. A la par que los rebotes de Ayón. Hasta quedó en el olvido el pobre acierto en tiros libres del Madrid.

Sí se recuperó la efectividad desde el triple, nefasta en los primeros compases pero crucial para que la esperanza renaciese a partir del segundo cuarto. Fue entonces cuando Carroll cumplió una de las promesas realizadas antes de viajar a Belgrado... pero a la inversa: clavarle un triple en la cara al Chacho. Sus puntos exteriores abrieron un camino por el que también se pasaron Thompkins y Llull. Era el primer paso para que el gran comienzo de encuentro de Higgins y De Colo empezase a quedar en el olvido.

El 17-26 de parcial antes del descanso apuntaba maneras. Aún lo haría más el 10-16 con el que finalizaría el tercer cuarto. Tras cinco puntos consecutivos con sabor moscovita nada más dejar los vestuarios, a Itoudis y los suyos se les fue la luz. Ahora eran ellos los consumidos por los nervios. Ni Clyburn ni Hines pudieron volver a colocar a los suyos a un nivel como el de los primeros minutos.

Entre tanto, Luka Doncic, poco a poco y sin grandes alardes, había hecho estadística con la facilidad habitual. Y Causeur, en una aparición estelar en el tercer cuarto, se había convertido en otro secundario imprescindible. Lo de romper el duelo fue más cosa, en otro cuarto par, de Llull y Thompkins. Aunque Doncic también contribuyó con un 'bingo' de los que se echan en falta si no llegan, todo hay que decirlo. El Madrid se puso a ganar por 12 y, desde entonces, en el Stark Arena olió a triunfo blanco.

Tras el desenfreno ofensivo de la primera mitad, la mayor calma en ataque durante la segunda parte dio alas al Madrid. Los hombres de Laso bajaron al barro y no perdieron la compostura, con mucha defensa que ofrecer como respuesta a su adversario. Aunque al CSKA nunca se le puede dar por muerto: Clyburn les colocó a tres a falta de algo más de cuatro minutos para el final. Ni una antideportiva del Chacho ni la eliminación de Kurbanov les hicieron flaquear.

Pero tampoco lo iba a hacer Llull, con otro triple más para su cuenta personal. Ni Ayón, con dos canastas fundamentales para atar el pase a la final. Ahora sólo falta rematar con lo más difícil: arrebatarle la corona y el cetro al vigente campeón.