Millán Cámara Carlos Bernabé

Esta vez, el 13 no le jugó una mala pasada al Real Madrid. Rota la posibilidad de alcanzar ese número de victorias consecutivas ante Unicaja la semana pasada, fue la máxima renta de los hombres de Laso ante el Baskonia en su semifinal copera. Y estuvo a punto de volverse en su contra, pues el anfitrión llegó a mandar por ocho puntos a tres minutos del bocinazo. Sin embargo, el Madrid volvió a abonarse a una prórroga para ganar y optar a llevarse su cuarta Copa consecutiva [Narración y estadísticas: 99-103]. Valencia Basket será su adversario en la final tras derrotar al Barça [Narración y estadísticas: 67-76]. Otro año más, y ya van dos seguidos, no habrá Clásico en el gran duelo por el título de este domingo a las 18:30.

No es descabellado pensar que este puede convertirse en el torneo del KO más intenso que disputan los blancos desde que les dirige Laso. Difícil determinar qué partido de los dos afrontados en Vitoria ha sido más duro. Aunque el final ha sido feliz en ambas ocasiones, la extenuación ha durado desde cada salto inicial hasta el último minuto de cada tiempo extra. Enfrente, dos equipos de bandera: un Andorra disfrazado de grande y un Baskonia que lo es de forma indiscutible. Qué cerca estuvieron los locales de hacer estallar de júbilo a una Vitoria volcada por entero con los suyos.

El partido fue una guerra sin cuartel desde el principio. En la previa, parecía que iba a encabezarla Larkin. Estuvo a la altura de las circunstancias, sin duda, pero Rodrigue Beaubois asumió más galones este sábado. El partido del base francés fue impecable de principio a fin, haciendo acopio de toda la sangre fría que necesitaban los suyos para morir matando ante el Madrid. Ya dejó muestras de ello en la primera parte, con su compañero de posición norteamericano secundándole a la perfección y Bargnani y Budinger dejando pinceladas de su talento.

La iniciativa no pasó a ser del Madrid hasta un segundo cuarto del que Luka Doncic fue amo y señor. Jugando y haciendo jugar a los suyos, demostró por qué aparecía en la práctica totalidad de quinielas para ser el MVP copero antes de iniciarse el torneo. El Madrid se soltó de la mano de su perla eslovena y acabó amenazando con romper el partido tanto al llegar al descanso como al volver de vestuarios. Pero es muy difícil dar por muerto al Baskonia cuando al reloj le quedan tantos minutos por descontar. Y más en un partido grande. Volvía el carácter, la rabia, y la traían Hanga, Tillie, Budinger de nuevo… Se habla y mucho del fondo de armario del Madrid, pero el de los vascos no se queda atrás.

Por mucho que Llull, Randolph y Ayón empezasen a entrar en faena en la segunda parte, sin que Doncic echase el freno de mano, Baskonia volvía al partido y tumbaba la amenaza de rotura del Madrid. Tanto fue así que, en un arrebato aún más contundente que el del Andorra en cuartos, el marcador volvió a favorecer a los dueños del Buesa Arena ya en pleno último cuarto, e incluso en los minutos finales. Con Voigtmann apareciendo en el mejor momento posible y varios triples y mates dignos de una presencia en la final copera, el Madrid volvió a tener medio pie fuera del torneo por segundo partido consecutivo.

Entonces, se hizo la luz con otro triple digno de una segunda oportunidad para los blancos. Esta vez no lo convirtió Randolph, sino un Llull que a veces sí parece Dios disfrazado jugador de baloncesto, por mucho que él lo niegue. Apenas sin respiración, hizo y deshizo para no desfallecer en la prórroga y para que no lo hicieran los suyos. Finalmente, logró el objetivo. Aunque a él y a sus compañeros todavía les queda el más difícil todavía: el hito de las cuatro Copas consecutivas. Y, visto lo visto, nada es imposible para este Real Madrid, abonado en Vitoria 2017 a un sufrimiento dulce que hace todavía más bello y digno el baloncesto. Ya saben: todo es posible hasta el bocinazo.

Valencia Basket castiga la inconsistencia del Barça

La cultura del esfuerzo del Valencia Basket tuvo premio ante el Barça. Carlos Bernabé

El Valencia Basket ocupará el papel del Gran Canaria como equipo revelación de la Copa tras aprovecharse de la irregularidad que no deja de acompañar al Barça esta temporada. A pesar de que el conjunto azulgrana dio la sensación de tener controlado el partido al descanso, sus hombres volvieron a confiarse antes de tiempo. Por eso, recibieron un demoledor parcial de 13-30 en el tercer cuarto: el que tiró por la borda todo el buen trabajo anterior de los de Bartzokas y sus intentos de reacción, ya tardíos, de los últimos minutos. El que permitió que, cuatro años después, en Valencia degusten una nueva final copera en el mismo escenario de la última.

Esta vez, no hubo ningún joven que acudiese al rescate del Barça. Apareció Vezenkov en los primeros minutos, y Munford en los finales, pero no fue suficiente. De nuevo, queda demostrado que los catalanes cogen un gripazo del quince cada vez que Rice desaparece. De poco sirvieron los minutos en los que Koponen y Tomic asumieron el liderazgo azulgrana. En cuanto desapareció la intensidad defensiva, capital para tener hasta 11 puntos de ventaja favorables, Valencia volvió al partido a lo grande.

Sin duda, la cultura del esfuerzo que reza en la camiseta taronja quedó bien ejemplificada en esta segunda semifinal copera. Con apenas dos puntos anotados durante buena parte del segundo periodo, los chicos de Pedro Martínez fueron capaces de darle la vuelta al marcador para sorpresa de todos. Recuperaron las sensaciones del 0-7 con el que arrancaron el duelo y las llevaron a una nueva dimensión. La clave, reincidente con respecto a los cuartos de final, fue Pierre Oriola.

Cuando el interior ilerdense entra en la pista, su equipo cambia por completo y lo hace a mejor. Le da un plus a los suyos en intensidad y en actitud. La productividad que tanto se premia en el baloncesto actual tiene en Oriola a uno de sus hijos pródigos: 11 puntos en 12 minutos y partido nuevo. Si a eso se le suma otra actuación muy seria de Dubljevic (se le está poniendo cara de MVP y quién sabe si su barba no empezará a anaranjarse), la savia nueva del Valencia Basket no pudo desprender más optimismo.

Y no sólo eso, sino que los viejos rockeros del equipo también estuvieron de chapeau. Gente como Fernando San Emeterio o Rafa Martínez debería tener un hueco en cualquier equipo que se precie. Luchadores e intensos como nadie, buena parte de la victoria taronja también les perteneció a ellos. Que nadie olvide tampoco los grandes minutos de Sam Van Rossom en la dirección y la espectacular irrupción de Kravtsov a la hora de la verdad. Fue entonces, con el Barça todavía haciéndose esperanzas de volver a la vida, cuando la contundencia del ucraniano por dentro lo finiquitó todo. Lishchuk estaría orgulloso de su heredero natural en Valencia.

Al final, la Copa ha premiado lo mejor de sus dos cuadros: las victorias sufridas, espectaculares y mágicas del Real Madrid por un lado y los triunfos solventes y con oficio del Valencia Basket por otro. Hipotético cuarto trofeo consecutivo blanco en el torneo frente al que sería el segundo de la historia taronja (el anterior llegó en 1998). ¿Volverán a ser herederos de sí mismos los hombres de Laso o dejarán que la actual plantilla valenciana suceda con honores a los Luengo, Rodilla, Swinson, Radunovic y compañía? La resolución, este domingo en el Buesa Arena.