Millán Cámara Carlos Bernabé

En el Buesa Arena sonaba (I Can't Get No) Satisfaction, de los Rolling Stones. El tema no podía ser más apropiado para la situación del Barça hasta entonces, tan agridulce como las de la mayoría con las que se ha encontrado esta temporada el equipo de Georgios Bartzokas. Unicaja parecía contar con las sensaciones y el juego de su lado, pero todo cambió gracias a un joven con el que nadie parecía contar y que acabó siendo decisivo para el Barça: Marcus Eriksson. La determinación del sueco, a base de triples, hizo resurgir la moral del conjunto azulgrana, que acabó comiéndose a los malagueños en el último cuarto de su debut copero. A la vuelta de la esquina, el Valencia Basket, rival en semifinales [Narración y estadísticas: 82-70].

Menuda diferencia con la primera parte, anodina y sin apenas más recursos que el tiro exterior para los catalanes. Con la Ricedependencia saliendo a flote por enésima vez en el curso, Unicaja no tenía muchos problemas para imponerse en el marcador. Había más argumentos por su parte: Brooks, Nedovic, Alberto Díaz, Smith, Carlos Suárez… La moral de los andaluces seguía por los aires días después de imponerse al Real Madrid en Liga y, como el rival apenas proponía, había bastantes más ganas de victoria entre los hombres de Joan Plaza.

El partido tuvo tan poca chicha en el segundo cuarto que la acción llegó a trasladarse a la grada. Y no, no es broma. A buen seguro que todo el Buesa Arena dejó de prestar atención a lo que ocurría en la pista para, por un momento, disfrutar del gran ambiente copero del pabellón: un aficionado del Baskonia, con toda su buena fe y ganas de jolgorio, fue capaz de hacer cantar a unos cuantos hinchas e incluso de bailar la conga con otros tantos. Sin duda, había más espíritu en sus intentos de animación que en la cancha justo antes del paso por los vestuarios.

Por eso sorprendió, de alguna manera, la aparición de Eriksson, mientras apenas había noticias de otros jugadores con teórico mejor caché. Aunque tampoco es ningún desconocido. Quien sigue el baloncesto mínimamente ya sabe que hay que ser muy osado para dejarle armar el brazo con comodidad y que, si encuentra la racha, es temible. Y, sí, la halló. Con el mono de tirador puesto, provocó el despertar de algunos de sus compañeros.

Como Tomic, que dejó la bisoñez aparcada para atacar el aro rival con la contundencia que se le debería exigir a diario. O Renfroe, que quizá tuvo algunos de sus minutos más lúcidos desde que llegó, sin hacer mucho ruido, en noviembre. Y que, además, no pudo tener mejor reaparición tras ser duda copera hasta última hora por sus recientes problemas físicos. Su aportación, más la puntería que Rice no perdió, acabó entregando la victoria al Barça.

Sin apenas resuello, a los azulgranas les tocará buscar un puesto en la gran final ante un Valencia Basket que promete presentar batalla. Será a las 21:00 de este sábado, en menos de 24 horas. Antes, otro plato bastante fuerte: un Baskonia-Real Madrid (18:30). Todo para saber si el público del Buesa Arena no asiste a un Clásico en la final o si, por el contrario, vuelve a estar hasta los huev... Bueno, ya saben, del Barça y del Madrid.