“¡Qué creéis! ¿Que vais a ganarles andando? ¿Que no han venido a jugar? ¿Os vais a poner?”. La 'lasina', con un 2-10 de salida para el Gran Canaria suficientemente enfatizado en la bronca, surtió efecto. El Real Madrid dejó de sestear en el primer partido de las semifinales de la ACB y, poco a poco, descuartizó sin remedio al conjunto isleño. A partir de un 28-10 de parcial en el segundo cuarto, la historia del encuentro se tiñó de blanco. Sucedió como en aquellos partidos de barrio entre el chaval más aventajado del vecindario y el crío valiente pero inferior: en cuanto el mejor se puso a jugar en serio, adiós a cualquier sueño de milagro por parte del oponente [Narración y estadísticas: 88-70].

Radicevic y Fischer campaban a sus anchas por el Palacio al poco de arrancar el encuentro. Pero la gasolina, como al resto de sus compañeros, no les duró demasiado. En cuanto Pablo Laso metió en vereda a sus hombres y cambió un tanto sus fichas, las aguas volvieron a su cauce normal. Rudy y Llull, con defensa uno y dirección de juego el otro, empezaron a calmar el ímpetu del Gran Canaria. Aunque el sueño de los isleños, recién clasificados para la Euroliga, se convirtió en pesadilla a partir del segundo acto.

El combate de tú a tú duró poco. Mekel mantuvo la lucidez demostrada en estos playoffs durante algunos momentos. Además, Rabaseda se atrevió a realizar un mate en las mismísimas narices de Tavares. ¡Qué osadía! Justo después de aquel arrebato de casta, el Granca empezó a desaparecer del mapa a pasos agigantados. La peor estocada se la dieron dos viejos conocidos de la casa, Carroll y Tavares. Y, por tanto, el dolor fue más agudo si cabe.

El exterior anotó 10 puntos decisivos (16 finales) para que el Madrid empezase a parecerse al que reinó en Europa hace unos días y en la liga regular doméstica. Por otro lado, el interior aportó su habitual plus tanto ofensivo como defensivo cerca del aro, capaz de apaciguar a cualquier Miura contrario. De repente, los blancos habían pasado de caer por 12 puntos a ganar casi por idéntica diferencia (10). El acelerador se había quedado atascado, porque los locales no dejarían de pisarlo tampoco en la segunda parte.

Lo de sumar de veinte en veinte no se aplicó sólo al parcial más demoledor del encuentro. El Madrid acarició esa máxima diferencia (19) a la vuelta del descanso. Este le sentó bien incluso a Randolph, que salió del estado de caraja que llevó a Laso a hacerle chupar mucho banquillo en los 20 primeros minutos. También hubo ocasión para que Causeur hiciese gala de una productividad magnífica y para que Felipe Reyes batallase con honor, para variar. Hasta Campazzo se animó a última hora.

El Granca, muy lastrado por las pérdidas, apenas pudo creer en la victoria tras la reaparición, en toda su majestad, del Madrid. Pablo Aguilar fue clave para que hubiese un atisbo de remontada ya en el último cuarto (los canarios se colocaron a 10), bien secundado por el imperecedero Oliver. Sin embargo, y con un nuevo arreón de la dupla Carroll-Tavares, el primer punto de esta semifinal ya tenía un dueño y señor muy claro. Todo, como en otras tantas ocasiones, empezó con una 'lasina'.

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