Hace tiempo que a los jugadores del Real Madrid se les puso cara de Miguel Indurain en la liga regular de la ACB. Sacar tiempo con antelación a sus rivales (victorias en el ámbito baloncestístico) para hacerse con la clasificación general de la competición da sus frutos. Se aprovechó una contrarreloj tempranera (una fase ya muy lejana del torneo doméstico) para distanciar a los más inmediatos perseguidores: cinco minutos (victorias) que ya son seis. Así, lo único que habría que hacer en la montaña (los partidos ligueros restantes, incluido algún Alpe d'Huez aunque no lo parezca) sería gestionar las rentas obtenidas con anterioridad. Hasta el punto de asegurar el maillot amarillo ante el Baskonia (o lo que es lo mismo, el primer puesto con factor cancha en todas las eliminatorias de playoffs) este jueves [Narración y estadísticas: 101-89].

Por mucho empeño que pusieran Vildoza y Janning a última hora, con ataques furtivos convenientemente neutralizados, el Madrid llevaba escapado medio encuentro. Ya se encargó Rudy Fernández de acallar cualquier tipo de reacción postrera de los vascos con un tramo final de encuentro demoledor. Desde luego, nadie del equipo rival pudo seguir su ritmo cuando el bocinazo ya asomaba. La tónica fue la habitual desde hace demasiadas jornadas en la Liga Endesa: en cuanto el Madrid defendió con cierto ímpetu, fin de la historia.

Los hombres de Laso dejaron que el segundo clasificado compitiese de tú a tú, pero tan sólo en la primera mitad. Sobre todo, en un primer cuarto donde todo empezó y terminó en el aspecto ofensivo. Sólo entonces se gustaron figuras visitantes como Beaubois, Voigtmann y Shengelia. En el bando contrario, Llull, otra vez, resultó determinante para que el triunfo empezase a atisbarse. Con chispa tanto en ataque como a la hora de repartir juego, los blancos asestaron un golpe letal al encuentro gracias a él. Algo a lo que también contribuyeron un Thompkins prácticamente infalible y Tavares, con ciertas acciones defensivas que provocaron un canguelo ajeno considerable.

Más adelante, Causeur y Felipe Reyes echarían más leña a un fuego que se avivó, en su máxima expresión, hasta los 15 puntos de diferencia. La defensa baskonista mejoró lo suficiente como para volver a apretar el marcador en pleno último cuarto: a seis (83-77) a poco más de cinco minutos del final. Un atisbo de remontada que se disipó del mapa en cuanto Rudy Fernández activó el modo escalador ciclista. Pájara generalizada y fin de la aventura visitante, porque las fuerzas no acompañaron, en cuanto eso sucedió.

Ya no sorprende que Rudy vuelva a dejar destellos como los de antaño. Lleva todo el curso instalado en un rendimiento excelso, siempre y cuando el físico le respeta. En su último año de contrato en el Madrid, la renovación sería más que merecida. Le queda juego de sobra. El que se ve y, puede que hasta más importante, el que no. Los rebotes y asistencias que logró en esta ocasión también pesaron lo suyo. La verdad es que la actuación del conjunto madridista volvió a ser equiparable en cuanto a eficiencia al mecanismo de un reloj: todos para uno y uno para todos (70 puntos del banquillo), regulación de fuerzas, gestión magnífica del tempo… Lo dicho: el espíritu del 'Extraterrestre' de Villava hecho equipo de baloncesto.

Noticias relacionadas