Ojo por ojo, diente por diente… y hombro por hombro. Los jugadores del Real Madrid no podían salir de su asombro. Después de recuperar a Anthony Randolph tras la lesión que sufrió en esta articulación, Gustavo Ayón se retiraba del parqué del Santiago Martín tinerfeño doliéndose de la misma parte del cuerpo. No volvió al partido y dejó a los suyos con apenas dos hombres altos puros: el susodicho Randolph y Felipe Reyes. El capitán incansable, del que nunca se puede dudar y que, desde luego, todavía gana partidos. Como el de este sábado, marcado por una longevidad inagotable: la suya [Narración y estadísticas: 74-84].

El pívot cordobés tardó bien poco en comenzar a impartir la enésima clase magistral de su trayectoria. Suya fue la primera canasta del Madrid en el encuentro, que sirvió para romper un 12-0 de salida de los locales. Y para reactivar a sus compañeros, que remaron contracorriente durante toda la primera mitad. Así de excelso fue el concurso de un Tenerife coral e infranqueable en defensa. Primaba el grupo por encima de todo lo demás y había solidez tanto por fuera (Abromaitis, Richotti, San Miguel) como por dentro, con un inmenso Tobey.

El añadido del talento puro de un gran crack de futuro como Ponitka (vaya dos canastones dejó de cara a la galería) sólo engrandeció aún más la actuación canaria. Al Madrid le tocaba sudar: estaba cantado. Costó hallar la clave para reducir la intensidad de los locales atrás, pero se encontró. Y, entonces, el duelo se puso apasionante. Los empates se sucedían y el líder, además de apretar, demostraba que en sus filas también saben jugar en equipo.

Campazzo, Carroll, Randolph, Reyes y hasta Randle aparecían. Doncic, como ante el Khimki, estuvo más discreto: 18 años, no siempre va a salirse. Aunque el Madrid no le echó demasiado en falta. Los hombres de Laso se sobrepusieron a su mal inicio y, tras liderar ya el partido en el segundo cuarto, intentaron romperlo. Eso ya fue tras el descanso, en un tercer periodo marcado por los puntos de Causeur y la hiperactividad, ahora más sostenida, de 'Facu'.

Dio igual que las sensaciones madridistas cada vez ganasen más entidad: el Canarias se agarraba al encuentro y no lo soltaba de ninguna manera. Había que aprovechar las carencias interiores del Madrid. Si se podía anotar bajo canasta, mejor que mejor. La situación era tan dramática que los aleros tuvieron que hacer de postes durante algunos momentos. Fran Vázquez no dudó en aprovechar la falta de centímetros del adversario para reivindicarse ante el que pudo ser su equipo no hace tanto.

La estrategia de no tener piedad con la pintura madridista funcionó… hasta que Reyes activó el modo 'De aquí a la eternidad'. Cogió la corona de rey de la zona y del rebote: ya no le tosió nadie. Para acabar con los sueños de grandeza locales, un triple de Taylor. Parece que Felipe quiere hacerle caso a su hermano Alfonso: como siga así, ganará la liga intergaláctica.

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