Madrid

Hace un tiempo, Rudy Fernández decidía partidos. Y era elegido jugador más valioso de las grandes citas. Incluso llegó a participar en el concurso de mates de la NBA. Pero, desde hace meses, era una sombra de lo que fue. Esa maldita espalda, la que le trae de cabeza desde aquel terrible golpe que se dio precisamente en Estados Unidos años atrás, tenía la culpa. Con una rehabilitación de una hora diaria y ese Voltaren de cada noche antes de dormir como consecuencias, algunos llegaron a preguntarse si volveríamos a ver al mallorquín a pleno rendimiento. Tan tapado llegaba a la final de la ACB el '5' del Real Madrid que su aparición estelar en el primer partido, con su tope de puntos desde octubre de 2016, lo cambió todo. Una pequeña batalla ganada en una guerra ante Valencia Basket en la que el suspense para poner el 1-0 en el casillero se mantuvo hasta los últimos instantes [Narración y estadísticas: 87-81].

Los hombres de Pedro Martínez han hecho una excelente temporada, pero ya están hartos de perder finales (Copa y Eurocup). De hecho, se merecen con creces ganar una. Y puede que, a base de insistencia, acaben lográndolo antes o después. El equipo taronja es como ese vecino incómodo con el que te encuentras en el descansillo, que no te suelta hasta no sonsacarte el cotilleo de rigor o el favor de turno. Un equipo de tener en cuenta, como diría Lolo Sáinz. No sólo por un Dubljevic inmenso por fuera y dentro. También por un Luke Sikma que deja bien clara su estirpe NBA, con un Fernando San Emeterio que cree como el que más y un Will Thomas que también sabe tirar de polivalencia. Sin olvidarnos de un Pierre Oriola que siempre se gusta en las grandes citas y de un Rafa Martínez que, cuando toca, saca la muñeca a pasear.

Enfrente, un Madrid que dejó buenas sensaciones desde el principio, aun teniendo enfrente a un equipo que siempre volvía. Por mucho que el favorito intentase romper el duelo en varias ocasiones, el empate o las diferencias escasas estaban a la orden del día. Llull tuvo sus momentos, pero la clave residió en Rudy como portavoz de los secundarios. Felipe Reyes volvió a sentar cátedra en el aro rival, Jeff Taylor tuvo unos momentos de trance muy importantes desde el triple y a Carroll no le tembló el pulso a última hora. Había que compensar el hecho de que Randolph y Doncic no estaban finos. ¡Y menos mal que su equipo no lo notó en demasía!

El partido se empeñó en demostrar que, sí, era el día del gran regreso de Rudy Fernández. Su acierto exterior lo marcó casi todo, pero no hay que olvidar ese dos más uno fundamental a algo más de tres minutos del bocinazo. Llull también le acompañó a la hora de encestar esas canastas cargadas de rabia, de carácter, que nunca deben faltar en un final apretado. Y Ayón, a base de rebote ofensivo, compensó a la hora de la verdad su escasa anotación. Después de responder a todas y cada una de las acometidas locales durante todos y cada uno de los 40 minutos, Valencia tenía que seguir en la pomada.

Y lo hizo. Vaya si lo hizo. El aguante duró casi hasta el último minuto. Unos tiros libres fallidos de Sastre empezaron a señalar la rendición. Y, como de costumbre, dos puntos de Llull lo finiquitaron todo. Se suele decir que la esperanza es lo último que se pierde. Lo cumplieron los visitantes, que prometen una final de altos vuelos, y también Rudy Fernández. Tendrá que seguir mimando su espalda y tomando Voltaren por las noches, pero ya ha quedado claro: a un jugador como él nunca se le debe dar por muerto. El domingo, segundo capítulo de la serie. Que sea tan o más interesante que el primero, por favor.

Noticias relacionadas