Madrid

Qué importantes son los rubios en este Real Madrid. Sobre todo, uno de Laramie que, cuando tiene el día, mete una bomba tras otra desde el 6,75. Jaycee Carroll estaba decidido a quitarse la espinita clavada de ese triple suyo que no valió en el primer partido contra Unicaja. Definitivamente, esta vez no iba a esperar al sonido de la bocina para lograr que todo el Palacio de los Deportes se rindiese a sus pies. El segundo cuarto del segundo partido iba a ser, sí o sí, el suyo: 21 puntos (con un increíble 6/7 en tiros de tres y un 7/9 en general), tres menos de los 24 a favor de su equipo que el marcador presentaba al descanso. De ReLlull, como decían en Twitter, a ReCarroll Madrid para poner el 2-0 en semifinales con 20 minutos de antelación [Narración y estadísticas: 101-72].

Más joven pero igual de descarado que Carroll, Luka Doncic confirmó que era el día de los rubiales en el bando local. Ese mate suyo también en la primera mitad sirvió para echar por tierra cualquier tipo de complejo. Los suyos, si es que los tenía, y los de sus compañeros. 48 horas antes apenas hubo atisbo del mejor Madrid, pero el cuento no pudo ser más distinto este viernes. La Llulldependencia duró lo que la defensa blanca tardó en ajustarse y sacar de quicio a los jugadores de Unicaja. Después, Doncic repartió juego, dejó en la pista ese poso de cambio de aires que tanto le gusta provocar y el espectáculo volvió: los triples, los dos más uno, los pases de ensueño, los vuelos sin motor hacia el aro…

Aunque, eso sí, Llull siempre está ahí. El menorquín no entiende de cerrar círculos. Gusta de abrirlos una y otra vez porque quiere más, más y, desde luego, mucho más. Que no le temblase el pulso cuando más dudó el Madrid, durante unos primeros minutos en los que el guión sí pareció el del duelo inaugural de la serie, pesó lo suyo. Ayón y Randolph se unieron al show gracias a su ejemplo. También Taylor, que, en vistas de lo roto que estaba el partido, se sacó de la manga una 'volcada', como diría su colega Nocioni, con sabor NBA. Otro que no dejó pasar la oportunidad de colgarse del aro fue Hunter. Había que gustarse en la victoria.

A diferencia del primer partido, la variedad de recursos y la solidez defensiva le perteneció, sin discusión, al Madrid. Unicaja pagó muy caro que sus hombres no estuviesen finos atrás. Por mucho que la anotación de los hombres de Joan Plaza volviese a ser muy coral, de nada sirvió. Los malagueños no fueron capaces de recuperarse de ese segundo cuarto de la muerte, con un 30-10 de parcial en contra demoledor. No fue el día de Nedovic ni de Díaz, tan importantes horas atrás. Díez, Brooks y Smith brillaron a cuentagotas. Como Omic, mucho más empequeñecido por dentro que en la ocasión anterior. Además, todo el triple que les faltó a los visitantes les sobró a Laso y los suyos. Y, en cuanto la cosa empezó a torcerse, cada uno intentó hacer la guerra por su cuenta.

El Madrid no experimentó esa sensación en este caso. Todos a una, sus jugadores volvieron a disfrutar en la cancha como hacía tiempo que no lo lograban. Ni siquiera el triunfo contundente del primer partido ante el Andorra dejó un regusto tan dulce. Y no hizo falta ni acordarse de tiempos pretéritos, dada la presencia de Ibaka y Campazzo a pie de pista. Hay que ver cómo pueden cambiar las circunstancias en tan poco tiempo: la preocupación y las dudas han dado paso a la certeza de estar a tan sólo una victoria de llegar a la final de la ACB. Y todo empezó y terminó con unas bombas de Carroll. Faltó Chimo Bayo para acompañar con la banda sonora.

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