¡Oh, capitán! ¡Mi capitán! Nuestro terrible viaje ha terminado, el barco ha sobrevivido a todos los escollos, hemos ganado el premio que anhelábamos, el puerto está cerca, oigo las campanas, el pueblo entero regocijado, mientras sus ojos siguen firme la quilla, la audaz y soberbia nave. Mas, ¡oh corazón!, ¡Corazón!, ¡Corazón! ¡Oh rojas gotas que caen, allí donde mi capitán yace, frío y muerto!”. Pero Felipe Reyes, aunque algunos se nieguen a creerlo, está vivito y coleando, señor Whitman. Que se lo pregunten al Fuenlabrada, porque sus 37 años tan bien llevados les dejaron compuestos y sin victoria [Narración y estadísticas: 99-101].

¿Cómo es posible dudar del máximo reboteador histórico de la ACB? ¿Por qué hay gente que se atreve a desconfiar del tercer jugador con más partidos en la historia de la máxima categoría de nuestro baloncesto? ¿Qué ha hecho Felipe para merecer que algunos le den por retirado antes de tiempo? Es muy difícil encontrar capitanes de equipos deportivos con más casta que la del '9' madridista. Su liderazgo es imperecedero: no quiere ni puede no dejarse la piel cada vez que salta a la cancha. La piel y otra cosa en la que todos estamos pensando, pero nos la callaremos por pudor.

Esa canasta decisiva a 10 segundos del final lo marca todo, pero no es lo más importante que hizo Reyes este domingo. No: tuvo mucha más enjundia sostener a un Madrid de nuevo errante a domicilio en sus momentos más bajos. Esos en los que el pívot cordobés volvió a ser merecedor del título de rey del rebote, con especial énfasis en el ofensivo: ¡ocho capturas en su propio aro! Sin duda, Felipe ha sido capaz de trasladar el “'¡En mi casa no!” del NBA Dikembe Mutombo (en su caso a golpe de tapón) al noble arte del rebote.

Hacer 40 de valoración con 37 años es una hombrada se mire por donde se mire. Y más cuando cada vez juegas menos y la retirada empieza a ser tema recurrente en las conversaciones con tu entorno y con el ajeno. La grandeza de la (enésima) lección de Reyes está ahí para quien la quiera valorar como se merece: a tipos como Felipe no se les puede retirar antes de tiempo. Nunca. Ni a él ni a Pau Gasol, Juan Carlos Navarro, Dirk Nowitzki, José Manuel Calderón, Manu Ginóbili, Tony Parker y tantos otros 'cracks' veteranos de guerra en esto de la canasta.

Pero no todo lo acaparó Felipe. Desde luego que no. De algo sirvieron también los trances de Llull (otra 'mandarina' marca de la casa para viralizar la tarde), las penetraciones de Carroll y la eficiencia de Hunter y Ayón por dentro (qué buen maestro tienen). En ataque, todo en orden. En defensa, todo lo contrario. Ya lo decía Pablo Laso justo antes de la segunda parte: “Si esperamos ganar recibiendo 56 puntos (en la primera mitad)...”. Y poco le faltó para acertar: vaya señor partido del Fuenlabrada. Tan mágico como el del curso pasado también en su campo, aunque sin el premio del triunfo.

Coral hasta la extenuación, el equipo de Jota Cuspinera compitió de forma excepcional, por delante casi siempre. El encuentro fue vibrante de principio a fin gracias al empeño de sus hombres. Llevados en volandas por el tiro exterior en los 20 primeros minutos y por el aguante puro y duro en los 20 restantes, los locales apabullaron al Madrid. Con las exhibiciones anotadoras de Wear y Paunic. Con los mates de Smits. Con los minutos clave de dos ex madridistas como Sekulic y sobre todo Hettsheimeir. Con el carácter de Popovic, capaz de sacar de sus casillas a Rudy Fernández cuando el partido moría. En definitiva, con todas sus virtudes puestas en relieve.

Sobresaliente, claro que sí. Lástima que sin el 10. Porque Felipe dejó en el 9, como su dorsal, al Fuenlabrada. Y quién sabe si el Madrid, que vuelve a saber lo que es ganar fuera de casa en la Liga Endesa, no habría suspendido de no ser por el enésimo golpe sobre la mesa de Reyes. El capitán no está muerto. Desde luego que no.

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