Decían que las íbamos a pasar canutas para estar en el Mundial y en los Juegos Olímpicos. Que quizá no veríamos más a Pau Gasol con la camiseta nacional. Que esta era la versión C o D de la selección de baloncesto. Que, sin los mejores, las Ventanas FIBA eran un dolor innecesario. Benditas equivocaciones todas ellas: la 'otra' España, hasta el momento, ilusiona tanto o más que la de los éxitos. Puede que sus componentes no sean primeros espadas, pero, oigan, qué EQUIPO. Aprenderse las jugadas por el móvil, dar una lección de compromiso con 39 años, anteponer a otras cosas la ilusión que le hace a tu hijo que seas internacional, pensar más en tus compañeros que en ti mismo… y triunfar. Nunca dudemos más de ellos, por favor [Narración y estadísticas: 92-84].

Cuántas bocas han callado los 16 de Scariolo este fin de semana. Sí, han leído bien: los cuatro jugadores que no han debutado también son culpables de este pelotazo. Si el bautismo de fuego ante Montenegro ya dejó el listón bien alto, el duelo ante Eslovenia rebasó por completo las expectativas. Hablamos de la vigente campeona de Europa. De una selección que derrotó por 20 puntos (¡20 puntos!) a la mejor España en las últimas semifinales continentales. Y que, a pesar de contar con bastiones muy importantes de su equipo campeón, sucumbió.

El talento puro gana partidos. Pero la casta, el orgullo, también. Creérselo también. Ir todos a una, cueste lo que cueste, pase lo que pase, también. La mejor jugada para entender a los representantes de nuestra canasta en esta primera 'ventana' la protagonizó Sergi García en Burgos: pérdida, recuperación y canasta. Con un detalle de vital importancia en el nudo de la acción: se tiró al suelo, con todo, a por la pelota. Después, se levantó y sumó los dos puntos de rigor. Pero esa lucha sin cuartel también marca la diferencia entre un equipo del montón y uno ganador.

España sólo pasó por encima de Eslovenia en el último cuarto, pero las sensaciones ya fueron magníficas desde que se efectuó el salto inicial. Mientras los visitantes se agarraban demasiado a la clase de Vidmar en la pintura y a las diabluras de Prepelic desde el triple, a los locales les sobraban los héroes. De repente, Fran Vázquez dominaba la zona a placer. Bien surtido de balones por un Quino Colom absolutamente magistral también en la anotación (25 puntos). En Rusia tienen caviar del bueno, pero con denominación española: sabían lo que se llevaban a Kazán.

Más tarde, Sergi Vidal se ponía a encestar a un ritmo vertiginoso (visto y no visto sus ocho primeros puntos, 21 finales con un magistral 6/7 en triples), como en sus mejores días. Después, Sebas Saiz y Nacho Llovet protagonizaban minutos de mucha solvencia bajo tableros. Y Oriol Paulí, posiblemente en el mejor momento de su vida, resultaba capital para empezar a asegurar la victoria. Tanto buen trabajo junto ni siquiera pudo ser rebatido por una reacción eslovena digna del oro que ostentan desde hace dos meses: de perder por hasta 17 puntos a colocarse 10 abajo a falta de cinco minutos, un mundo, para el final.

Dio igual que Cancar despertase en la segunda parte y, como ante Bielorrusia, resultase un arma ofensiva de mucha categoría para los suyos. Era demasiado tarde para bajar de las nubes el caché español. La paliza que le propinó un banquillo a otro no pudo ser más descomunal: 44-7. Una demostración de por qué estas dos victorias de dos posibles de camino a China 2019 tienen un valor incalculable para España no sólo en lo deportivo, sino también en lo moral. Cuando llegue febrero, y con él la segunda 'ventana', la 'otra' selección tendrá el respeto (máximo) que se merece desde el minuto uno. Gracias por abrirnos los ojos a propósito de lo mucho que valéis. Y, además, a lo grande.

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