El ser humano, a menudo, tarda en darse cuenta de lo vivido. Necesita del correr de los años, del pasar del tiempo para valorar lo ocurrido con perspectiva. Y, sin duda, sólo el caminar del reloj dirá hasta dónde puede llegar Joana Pastrana, dónde se asentará en el Olimpo del deporte español. Por el momento, sigue haciendo historia. Paso a paso, golpe a golpe, sin dar mucho ruido ni llamar mucho la atención, trabajando para seguir sobreviviendo en el siempre precario boxeo patrio. Ahí, ella se ha hecho un nombre. Ha conseguido, por dos veces, llenar el Pabellón José Caballero de Alcobendas (Madrid), su santuario, su templo inexpugnable. En él, este viernes, ha revalidado su título de campeona del mundo. Es la única que lo ha conseguido. Ha ascendido, en cuatro meses (lo que dista entre sus dos últimas peleas), al parnaso que sólo ofrece la inmortalidad deportiva.



Quién lo iba a decir. La rival infligía respeto por su pasado y por su presente. Siriporn Thaweesuk aterrizó en España con una leyenda, una historia y un mito que contar. La tailandesa, a sus 35 años, aparecía con 40 victorias y tan solo cuatro derrotas, pero también después de estar entre rejas un tiempo por tráfico de anfetaminas. Fue condenada a diez años, pero la indultaron cuando llevaba tres. ¿El motivo? Se proclamó campeona del mundo de boxeo estando en la cárcel. Ese era el relato con el que saltaba al ring. “Cuando hemos ido al pesaje y la hemos vista llena de cicatrices, hemos dicho: ¡Guau!… Va a ser difícil”, reconocía el representante de Joana, Álvaro Gil-Casares, antes del combate. Pero ahí se acabó todo.



Joana, esta vez, reconocía el camino. Ya había sido campeona de Europa y del mundo en Alcobendas. El vestuario, el recorrido… Nada era nuevo. ¡Qué carajo, saltaba al ring para defender título! Quién le iba a decir que no era favorita. Eso lo tenía en la cabeza. El resto consistía, tan solo, en calcar lo vivido anteriormente. Pero la púgil madrileña no se conformó con eso. Quiso mejorar sus anteriores combates, revalidar el título de la mejor manera posible. Y lo hizo.



Escuchó el himno, templó la mirada, escuchó el rugir de la grada y concatenó golpes al rostro de la tailandesa. “¡Dios santo!”, debió de pensar el equipo de Siriporn desde la esquina. Y no es para menos. ¡De dónde ha salido esta chica! Pues bien, no les dio tiempo a averiguarlo. En siete asaltos, Joana Pastrana acabó con su rival. Lo hizo sin piedad, como esos francotiradores que no necesitan pensar para disparar, como esos deportistas que patentan lo fácil para hacerse dueños de lo imposible.



Eso es lo que hizo Joana, que por KO técnico acabó con Siriporn con una derecha volada. Necesitó menos que en su primer campeonato del mundo contra Sahin. Ni 30 minutos le duró su rival. La tiró al suelo en el primero y acabó el combate por la vía rápida, dilapidando a la tailandesa y volviendo a lanzar un efecto llamada. Ella está ahí, sigue encaramada al firmamento, sumando victorias y acumulando títulos. Ahora sólo falta que los éxitos se trasladen en un golpe definitivo para el boxeo nacional. Ojalá. 

Noticias relacionadas