El lunes pasado, Josué Brachi, casi a las 21:00 horas, se proclamaba campeón de Europa en Bucarest (Rumanía) en la categoría de hasta 56 kilos. Entonces, a muchos les pilló por sorpresa. La delegación española, en la jornada inaugural, sumaba tres medallas (un oro en arrancada, una plata en dos tiempos y otro oro en total olímpico). ¿Casualidad? Para nada. Una semana después, Lydia Valentín cerraba el círculo. Superaba a Estefanía Juan al ganar su cuarto título continental –algo que no había hecho nadie hasta la fecha–. En total, 13 preseas para España. O, dicho de otra manera: “El mejor Europeo de la historia de nuestro país”, en palabras de Constantino Iglesias, presidente de la Federación de Halterofilia. ¿Y esto, por qué?, se preguntarían en casa. Pues bien, tiene una explicación.

Josué Brachi (dos oros y una plata), Lydia Valentín (tres oros), David Sánchez (dos bronces), Irene Martínez (un bronce), Andrés Mata (una plata y dos bronces) y Alberto Fernández (un bronce) no han ganado por casualidad. Lo suyo no es ni circunstancial ni fruto del azar. “Este resultado ya lo tuvimos que conseguir el año pasado en el Europeo de Split (Croacia), pero no lo hicimos por una serie de causas: medallas que no teníamos que haber perdido, países que no competían con limpieza… En definitiva, hemos tenido que entrenar más para llegar al nivel de los que no jugaban limpio”. Es decir, y por decirlo con franqueza, los españoles se han estado preparando para competir contra dopados. Y, cuando estos han faltado, han estado donde les correspondía, en el podio.



Esto lo ha propiciado la Federación Mundial de Halterofilia, que el pasado 3 de octubre decidió sancionar a nueve países por dopaje y los expulsó un año de todas las competiciones internacionales. De entre todos estos, siete eran Europeos: Rusia, Turquía, Ucrania, Armenia, Bielorrusia, Moldavia y Azerbaiyán. Todos estaban entre los 11 primeros en el medallero histórico. Su ausencia la ha aprovechado España, que ha encabezado la lucha contra estas malas prácticas. Sobre todo, después de todo el daño que le han hecho a Lydia Valentín, obligada a ganar en diferido –por la descalificación de sus rivales por dopaje– el oro en Pekín 2008 y la plata en Londres 2012.

Campeonatos Europeos de Halterofilia 2018 ROBERT GHEMENT Agencia EFE



Precisamente, el otro factor de este éxito es la propia Lydia Valentín. “Nuestra referente. El espejo en el que mirarnos todos los días. La que nos enseñó que podíamos ganar a cualquiera”, tuiteaba Josué Brachi. Y su opinión es la de todos. La berciana es la que ha cambiado su deporte. Ella ha sido la pionera, la que ha abierto camino, la que ha acabado con todos los complejos y la que ha enseñado a todos que subir al podio era posible. Y, de paso, la que ha acabado con aquello de que la “halterofilia era un deporte de hombres”. No, no lo era. De hecho, en el nacional sub-17 habrá los mismos chicos que chicas el próximo fin de semana. La igualdad, hoy, es una realidad gracias a su labor.



A partir de ahí, la inversión ha hecho el resto. Dos (Irene y David) de los seis medallistas españoles de este Europeo están becados por Podium (ayuda destinada a deportistas de élite impulsada por el Comité Olímpico Español y Telefónica). La base organizativa en el seno de la Federación o la captación de nuevos talentos sigue igual. El trabajo es impoluto desde hace tiempo. Hay cantera, hay talento y los éxitos han llegado. Y, con un referente como Lydia Valentín, el resto es cuestión de tiempo. ¿Objetivo? “Llegar lo mejor posible a Tokio 2020 y luego trabajar para tener una base para 2024”, explica Constantino Iglesias.



Los mimbres están ahí. España ha acabado el Europeo como cuarta en el medallero (13 preseas) y como cuarto país con más oros -la mejor posición de su historia-. Se ha convertido, de repente, en una potencia europea en este deporte. Y, sobre todo, se lo cree. Adiós a los complejos. España puede competir de tú a tú contra los mejores. ¿Y qué falta? Que mediáticamente el deporte dé el estirón: que las televisiones lo apoyen (el campeonato no se ha podido ver por la pública) y que los medios y los ciudadanos se hagan eco de los éxitos. El camino, tras pasar por Bucarest, está marcado. Sólo queda recorrerlo. A ser posible, repitiendo estos logros. 

Lydia Valentín ROBERT GHEMENT Agencia EFE

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