Hubo un Pelé en Freddy Adu, un Guardiola en Oriol Romeu y un Messi en Sergio Araujo. Cruyff tuvo un sustituto cada temporada, Romário teóricos sucesores desde su nacimiento y Beckenbauer a chicos persiguiendo su estela. Sin embargo, de todos esos 'aspirantes a', tan solo unos pocos accedieron al trono, desterraron 'su herencia' y acabaron cerrando el círculo con autonomía propia; es decir, siendo llamados por su nombre, sin restos de un apellido foráneo. Y en esas está Draxler, talento alemán de futuro incierto, toque prodigioso y principal argumento -quizá el único- del Wolfsburgo en el partido de Champions League contra el Real Madrid (20:45 horas).



Draxler gasta modales de chico tímido y costuras de alemán de toda la vida: es educado, no habla mucho y duerme la rutina entre sesiones de entrenamiento y partidas a la PlayStation. Sin hacer mucho ruido, hablando lo justo y buscando el hueco en el campo donde escuchar el grito del gol. Esa es su retórica en el Wolfsburgo, donde se ha convertido en el referente. Y así volverá a ser este miércoles, ante el Real Madrid, en la posición de mediapunta, donde mejor rinde, con el '10' en la espalda y su sueño intacto: parecerse a Zidane, al que idolatró durante su adolescencia.



A sus 22 años, nunca ha dudado de sus capacidades. Comenzó su carrera en el Rentfot, pero su salto definitivo lo pegó a los ocho años de edad, cuando entró en la cantera del Schalke. A partir de entonces, no ha encontrado barrera a su progresión. Se ha comido etapas con esa voracidad que sólo conocen los futbolistas que se saben únicos, llegando al primer equipo en 2011. Entonces, Felix Magath, con su mano de hierro y su vara de esparto, le dio la oportunidad de debutar contra el Hamburgo a sus 17 años y 177 días, convirtiéndose en el cuarto jugador más joven en disputar un partido de Bundesliga.

SU RELACIÓN CON RAÚL

Hecha la confirmación y comenzada su carrera en la universidad, su maestro en el Schalke fue Raúl González Blanco. Sí, el del Real Madrid. Con él compartió días de entrenamiento, risas a cuenta del idioma germano y enseñanzas de césped y vestuario. Por ejemplo, el joven alemán aprendió lo que era una “cuchara” y de paso aceptó su doctrina en aquellos días. Tanto es así, que tras su despedida, Draxler, según confesó en una entrevista con el Wolfsburger Allgemeine Zeitung, le pidió al ex del Real Madrid su mail y su número de teléfono para seguir compartiendo confidencias.



Pero su amor hacia el Schalke capituló el pasado verano, después de anotar 55 goles en total (30 con el primer equipo) y certificar la bajada de nivel del conjunto minero, que no se clasificó para la Champions. Entonces, recibió dos ofertas: la primera, de la Juventus; y la segunda, del Wolfsburgo, nuevo equipo de moda en Alemania. Y optó por el segundo, que sí iba a jugar en la máxima competición europea. Con los correspondientes problemas de adaptación: no en lo futbolístico, pero sí en lo vital. O, al menos, así lo ha dejado entrever en más de una entrevista. “No soy de ir a bares caros, no me gustan. Pero sí que echo de menos la comida de mi madre, nunca había salido de Gelsenkirchen”.



Sin embargo, el cambio no le ha generado todos los réditos que esperaba. Draxler no ha conseguido que la afición se olvide de De Bruyne -vendido en verano al Manchester City- y la entidad ha perdido influencia en Alemania: es octava en la Bundesliga. Y, a estas alturas, a pesar de clasificarse para cuartos de final -su objetivo inicial era octavos- el Wolfsburgo tiene muy complicado seguir avanzando. Eso, claro está, salvo que los 'Lobos' -con su colaboración- den la sorpresa ante el Madrid. Cosas más raras se han visto. 

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