"¿Qué es lo que, al fin y al cabo, hago yo?" La pregunta se la hizo hace años el célebre director de orquesta Riccardo Muti al recoger un premio. Pensando en voz alta, comenzó a recapitular. En el trabajo de los compositores está la magia, pero es una "magia concreta, porque las notas están escritas", recordó. Los cantantes y los miembros de una orquesta trabajan con sus instrumentos para producir un sonido, algo físico y tangible.

"Empecé a sentirme deprimido. ¡He malgastado toda mi vida haciendo así!", dijo moviendo el brazo y provocando una carcajada. Luego, recordó su conversación con un policía que estaba pasando una mala racha, semanas antes. "Te voy a enseñar en tres minutos a dirigir", le dijo, mostrándole cómo llevar el compás de una sinfonía de Schubert y asegurándole que, sustituyéndole en el podio, se ganaría un buen dinero en tan solo una noche. Después de las anécdotas, Muti acabó por concluir que dirigir es mucho más que mover los brazos.

"Dirigir no es marcar los tiempos, eso lo puede hacer cualquiera. Cualquiera. Dirigir es obtener sentimientos de los músicos, no notas. Es tener una idea que tiene que ser expresada a través de los brazos, que transcurre a través de los instrumentos tocados por los dedos o las bocas de los músicos para así llegar hasta el público. Eso es lo que hace que dirigir sea uno de los oficios más difíciles del mundo", dijo. Uno puede emplear toda su vida en el camino hacia la perfección. Según Muti, al otro lado está ni más ni menos que el infinito.

En Madrid, durante los meses de invierno, una treintena de personas se reúnen, en maratonianos fines de semana, para mucho más que mover los brazos. Son participantes en el curso de dirección coral que organiza el Aula de las Artes de la Universidad Carlos III de Madrid. Cumple un cuarto de siglo y es ya el programa decano en España en este tipo de formación. Algunos son músicos profesionales. Otros, como el policía de Muti, son personas que tienen otras ocupaciones profesionales y les gusta la música. Llegan de todas partes de España. Mientras uno dirige, los demás alumnos cantan y siguen las indicaciones. A lo largo de varios fines de semanas intensivos, se suceden las clases teóricas para que los nuevos directores aprendan técnica vocal, el gesto de dirección o profundicen en distintos tipos de repertorio. 

Sin flashes ni calles empapeladas

No hay flashes, ni grandes entregas de premios, ni calles empapeladas con carteles de sus conciertos, uno este domingo 10 de febrero y otro el 10 de marzo. Uno de los motivos es que no se trata de música sinfónica ni de ópera, disciplinas que gozan de una posición privilegiada en las programaciones de los grandes teatros y salas de conciertos. Es música coral, buena parte de ella a capela, sin instrumentación. Lo que se conoce como un coro. 

Uno de los conciertos del curso, celebrado en el Ateneo de Madrid. Félix Márquez

"Persiste la imagen, incluso en el propio ámbito de la música profesional y los grandes escenarios, de que la música coral es una hermana menor", explica Nuria Fernández Herranz, directora del curso. "Desde hace ya unos cuantos años hay formaciones de una enorme calidad por la formación de sus integrantes y sus directores, incluso dentro del ámbito amateur, pero no se programan ciclos de calidad en las grandes salas, donde a veces hay tan solo algún concierto suelto. Sigue habiendo un techo de cristal que la música coral no ha sido capaz de romper", explica.

En el pecado lleva la penitencia. "Esa falta de consideración tiene su origen en una de las indudables grandezas de la música coral: su espectro amateur, que es muy amplio. Mucha gente puede acercarse a un coro y hacer música sin tener grandes conocimientos", explica. Lo popular y accesible, al margen de la calidad que tenga, se lleva mal con "los ambientes musicales españoles, que tienden a ser elitistas y exclusivistas, y han dejado al margen a la música coral", lamenta la directora.

Más de 100.000 adultos en coros

Según datos de 2016 del Centro de Documentación de Música y Danza del Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAEM), en España hay 2.516 agrupaciones corales. Los expertos elevan hasta en un 30% esa cifra, ya que muchas no constan en ningún registro oficial. Teniendo en cuenta la media de integrantes por agrupación y excluyendo a los niños, se calcula que en España hay 100.000 personas cantando en coros, aunque Fernandez Herranz estima que la cifra puede ser sensiblemente mayor. Los coros son una de las actividades asociativas más extendidas e imbricadas socialmente y, al mismo tiempo, de las más discretas y menos glamourosas. 

¿Qué hace falta para ser un buen director de coro? "Es una profesión que requiere una especialización brutal", explica la directora que, además del curso, en el que participan otros profesores, dirige agrupaciones desde hace décadas. La formación incluye conocimientos de técnica vocal (emisión del sonido, respiración), idiomas y fonética, métodos de trabajo en grupo y conocimientos sobre el repertorio y los autores. 

"El propósito es que los alumnos entiendan que el gesto de dirección [mover los brazos], en sí mismo, no es nada. Son una serie de movimientos que se pueden aprender con cierta facilidad y un poquito de práctica. En lo que nosotros insistimos es en la necesidad de un criterio musical sobre la obra que se quiere interpretar. Dirigir no es tener una partitura delante y marcar un compás o dar entradas sino dar sentido a la partitura. El gesto de dirección es sólo el final de un trabajo en base a una reflexión y estudio profundo de la obra", explica.

"Un coro te hace mejor persona"

Dustin Calderón, de 24 años, es uno de los participantes en el curso. Ha estudiado composición y lleva varios años trabajando en la industria de los musicales como arreglista y director. En estos meses se prepara para dirigir Jekyll & Hyde y Annie. "Cuando estudiaba tuve una asignatura de dirección de orquesta, pero a mí me emociona mucho más la música coral. La dirección es psicología, saber estar ante un grupo de personas, saber hablar y transmitir tu idea de la obra, lograr que los movimientos de tu cuerpo se entiendan", explica. 

"Hasta ahora tenía algunas ideas, pero no los recursos para llevarlas a cabo. Eso es algo que aunque tengas algunos conocimientos de música no te sale de forma innata y no hay tantos sitios donde aprenderlos", lamenta. La explicación, según Fernández Herranz, es que la mayoría de cursos versan sobre la dirección orquestal. Los especializados en coros son pocos y, en general, concentrados en unos días, generalmente en forma de cursos estivales. 

Nuria Fernández Herranz, durante una clase de gesto de dirección en el curso de la Universidad Carlos III. Félix Márquez

Según Calderón, "lo más bonito de un coro es ver cómo une a gente de tan diferentes perfiles con una sola intención, con unas mismas ganas y un fin. Eso te lo aporta la música coral aunque tú luego te dediques a cualquier otra cosa. Estoy seguro de que te mejora como persona", asegura.

Cantar en finés y la "vergüenza" de dirigir

Algo así cree Lucía Fortea, religiosa de la orden de San Agustín, que se desplaza a Madrid con una compañera desde su monasterio, en Sotillo de la Adrada (Ávila). "Se puede comparar un poco con el monasterio. Somos, allí y aquí, un grupo variopinto. Para lograr algo más tienes que perder un poco de ti, de tus gestos, de tus hábitos e individualidades, Y así, cuando cantamos juntos, parece que llevásemos mucho más tiempo haciéndolo", relata.

En su caso, junto a Jenny, otra religiosa, su motivación es mejorar la liturgia, pilar fundamental de la vida contemplativa. Fortea no tiene una formación musical de conservatorio y asegura sentir "mucha vergüenza" durante las clases cuando tiene que dirigir a sus compañeros. Lo que más le cuesta es la variedad de idiomas de las partituras, con los que no está familiarizada, explica. Llegan hasta el finés.

Este domingo, Lucía y Jenny se pasarán, junto a Dustin y sus más de treinta compañeros, todo el día en un aula de ensayo en el auditorio de la Universidad Carlos III en Leganés. Allí, junto al coro estable de la universidad y profesores de la Comunidad de Madrid, participarán en un taller para afrontar un repertorio concreto, dos series de nocturnos de Daniel Elder y Morten Lauridsen, unas obras cálidas y oníricas, pero complejas. 

Música sin batuta

Se trata de un taller que complementa las clases teóricas y "ayuda a afrontar un repertorio de gran dificultad a aquellos que generalmente no tienen la oportunidad", explica Fernández Herranz. Generalmente, las obras pertenecen a la música antigua, el romanticismo o los siglos XX y XXI, períodos que conforman el grueso del repertorio de la música coral. "También permite ver trabajar a los directores invitados" que se ponen al frente de estas jornadas intensivas. Entre ellos han estado el director del Coro Nacional, Miguel Ángel García Cañamero, el principal director invitado del Teatro Real, Pablo Heras-Casado, el del Orfeón Donostiarra, José Antonio Sainz Alfaro, o referentes internacionales como Eric Van Nevel, Michael McGlynn o Lorenzo Donati.

Todos los directores saldrán al escenario sin batuta. En la música coral hasta las manos están desnudas. "La batuta se utiliza para prolongar la longitud del brazo y que el gesto sea más perceptible y tiene su explicación en las formaciones orquestales en las que la dimensión es habitualmente mucho mayor", explica Herranz. 

En el concierto final participarán más de 80 cantantes. Todos vestirán de negro, salvo Lucía y Jenny. "Nuestro hábito es completamente blanco, pero nos dejan cantar con él. ¡De otra manera, no podríamos!", explica entre risas. 

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