Corría el año 1940 cuando las autoridades alemanas decidieron recluir a los judíos en el primer y gran gueto de la Segunda Guerra Mundial que aterraría a la humanidad. Desde el primer momento, las condiciones en las que se vieron obligados a vivir en el gueto de Varsovia eran completamente inhumanas. Tenía una población estimada de 400.000 personas, un 30% de la población de Varsovia, que se encontraban hacinadas en una superficie equivalente al 2,4% de la misma ciudad.

Poco a poco, el hambre, las enfermedades y deportaciones menguaron la población del gueto. Durante los tres años que existió se vieron forzados a enfrentarse a numerosas oleadas de brotes a los que, tal y como indica una nueva investigación del bioquímico Lewi Stone, consiguieron hacer frente. 

Una densidad de población diez veces mayor que cualquier otra ciudad de la actualidad no ayudaban a que una epidemia de tifus detuviera su avance en otoño de 1941. Los cálculos son difíciles de determinar pero el estudio estima que alrededor de 30.000 personas fallecieron por la enfermedad infecciosa. Sin embargo, a medida que se acercó el invierno, la curva epidémica comenzó a aplanarse hasta que se extinguió.

Niños mendigando comida en el Gueto de Varsovia. Bundesarchiv

Stone ha llegado a la conclusión de que los médicos judíos apresados en el gueto decidieron actuar e implantar medidas de prevención que consiguieron salvar a gran parte de la capital polaca.

Distancia social

La coordinación de los médicos y de los habitantes del gueto fue perfecta. Aquellos que se sentían enfermos eran confinados en sus casas para evitar el contagio de los demás y se implantó el distanciamiento social.

Asimismo, en la medida de lo posible, se fomentó la higiene personal y la limpieza de las calles y apartamentos. Además, se habilitaron comedores sociales para evitar la hambruna del gueto.

Los médicos entendieron que la población del gueto necesitaba saber cómo actuar para que los brotes no se volvieran a repetir. Por ello, se dieron numerosas conferencias públicas acerca de la higiene y las enfermedades infecciosas. También existía una especie de universidad médica clandestina y subterránea dirigida principalmente hacia los jóvenes estudiantes.

En resumen, los fallecidos habrían sido muchos más si el personal sanitario ni hubiera actuado por su cuenta en un gueto carente de medidas mínimas para una vida digna. Para el año 1942, el brote había desaparecido. Por desgracia, muchos de los que se salvaron del tifus serían enviados en los próximos meses a campos de exterminio ubicados por toda Polonia.

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