“Yo soy las croquetas de la mama, ellos, el Burguer King”. Lo dice La Zowi, uno de los grandes iconos femeninos del trap patrio, una mujer nervio que lo mismo se viste con cuerdas de cuero y aprieta los tatuajes del brazo que se calza el chándal dominguero y se graba recogiendo la colada. Su imaginario oscila entre el barrio, el hogar y la más pintona de las discotecas: ella quiere recordar que lo doméstico es sexy y que se puede ser igual de femme fatale sobre una encimera, junto a los platos recién fregados, que en un sofá de pub bien loco, ribeteado de blanco y plata.

La Zowi posa en el párking, tumbada en un tobogán con su hijo -se llama a sí misma "dirty mami"-, lanza besos y agita las uñas largas en bata de casa o comiendo una empanada. Con su estética, con su bodegón vital, hace una afortunada apología de la hembra de extrarradio, de la joven altiva y segura de frases escuetas pero cargadas de punch que no ha dejado de tener presente que hay que llenar la nevera y remendar calcetines: en definitiva, que no se ha olvidado de la vida en su cara menos sofisticada y más humana.

Tiene algo de esa Yo soy la Juani que dibujó Bigas Luna en 2006. Niña obrera con rabia y con sueños de grandeza, pero también con una ternura terrible de fondo y con un talento inconmensurable, a veces también incomprendido.

El 'puta' del trap

Aunque a veces se haga llamar ‘la Zowi Puta’, cuenta a este periódico -a partir de su concierto en La Riviera en el Ciclo Carrete que se lleva a cabo con el impulso de Vibra Mahou- que no lo siente como su nombre oficial. “Es como cuando se dice ‘bitch’ en inglés, casi como un ‘tía’, pero no es diciéndole puta a nadie ni considerándome yo una puta, porque no lo soy. Es una forma de hablar que aquí en España no se ha entendido bien. El trap, al final, es de EEUU, y por mucho que pasen por aquí cien años, no acabará formando parte de nuestra cultura ni de nuestro lenguaje”, explica.

“Inevitablemente, ‘puta’ o ‘guarra’ suena mucho peor que ‘hoe’ y se saca del concepto fácilmente. Pero hombre, ya te digo yo que si me enfado con una chica y le digo ‘eres una puta’, no me estaré refiriendo a que sea mi mejor amiga. Depende del contexto en el que se diga, claro”. En cualquier caso, recuerda más de una vez que el arte está para romper límites, para derribar la norma y para “invitar a que pensemos”. Busca la empatía y, por encima de todo, “que las mujeres no seamos juzgadas ni como madres, ni como putas, ni como jóvenes ni como viejas”.

Una mujer fuerte y buena

Ella se define a sí misma como una mujer “rebelde, impulsiva y buena”, y aclara ese último punto: “Lo digo por la apariencia que doy, por mi personaje y tal: una cosa es la que quieres expresar con tu arte, cuando haces música o cuando estás en el escenario, y la otra es cómo se considera una en verdad. Yo me considero una persona con valores, y con principios, y con buen corazón. Estamos en un sistema en el que efectivamente lo de ser bueno se queda atrás o casi que no está bien visto”, sonríe al teléfono.

Reconoce que no se puede ser una superheroína todo el tiempo: que aunque su punto fuerte sea, valga la redundancia, su gran arrojo, su enorme valentía, el “ser una persona decidida y sin miedo, una mujer que se atreve”, también tiene horas bajas porque “ser fuerte no significa no ser sensible”. Cuenta que desde niña siempre fue así. “Soy la pequeña de mi familia. Somos dos hermanas y siempre he sido un poco mami… en mi casa ya demostré que tenía las cosas claras desde chiquitilla. Me he enfrentado a todo lo que me ha ido pasando y me he demostrado a mí misma que podía con todo y más”.

Ha funcionado siempre por instinto. “Soy muy real. Con quince años ya vivía sola y pagaba mis facturas. Iba al instituto sola… todo fue por circunstancias familiares. Me tuve que independizar un poco antes de la media y ya creé esa actitud de ‘eh, yo sola pa tó’”. Hace cinco años tuvo a su primer hijo. “Si yo quisiera, podría estar ahora mismo en Miami firmada, en un casoplón, haciendo caso de lo que me digan y llevando otra vida, pero ¡es que ésta me gusta bastante!”, sonríe. “Claro que quiero evolucionar y ganar dinero e ir a mejor en todos los aspectos, pero echaría de menos el barrio y la realidad de la vida”.

¿Qué significa el barrio para ti, tanto en tu vida como en tu obra?

El barrio tiene cosas buenas y malas, eh. Es un lugar que es familia. Cuando vuelvo a Granada me doy una vuelta por el barrio -aunque me he criado en varios- y aparece la gente “estás más delgada”, “estás más guapa”, o estás más no sé qué, el caso es que la gente te cata siempre, no puedes engañarles. Te ven venir y saben hasta si estás bien o mal. Esa gente es como tu madre un poco, y es algo muy bonito. Pero el barrio también es donde ves a amigos que no evolucionan, donde te das cuenta de que no todo el mundo crece de la misma manera y que no todo el mundo tiene las mismas oportunidades. Creo que es más real el barrio y que ahí pasan más cosas que en los sitios privilegiados, donde se vive en una nube y con ciertas condiciones que no son las que más vive la gente.

¿Se ha romantizado el barrio, y se ha hecho, precisamente, desde artistas que se nota que no han pisado un barrio en su vida?

Ya ves. Es que eso no vale. Es una falta de respeto muy grande hablar de barrio sin haber crecido en uno. Se habla desde una postura privilegiada y se les huele que no tienen ni idea.

Maternidad y referentes de vida

Ahora mismo, dice, su ambición va más por ser la reina del garito que la reina de la casa. “He estado mucho tiempo siendo reina de mi casa, ahora quiero ser reina del garito”, guiña. “Me he dedicado mucho tiempo a ser madre y ahora quiero echar a andar otros proyectos”, esboza, y en esa lucha interna anda. “Yo desde pequeña ya era consciente de que sería madre antes de tiempo, bueno, que lo fui con 22, que no es pa’ tanto, pero todo en la vida siempre me ha llegado un poco antes que a la gente. Afortunadamente, a mí me han educado en una familia bastante abierta y mi madre siempre ha viajado mucho: por ella nos mudamos a varios sitios y cambiamos de cole”, recuerda.

“Entonces no me han inculcado la obsesión por la estabilidad, ni el miedo, ni el volverse loco por la estabilidad económica tampoco. Me han inculcado el arte, el hacer lo que te da la gana y el asumir los puntos negativos que eso tiene”, explica. “Sé que no todas las casas son iguales, pero mis padres siempre han ido a su rollo. Luego veo a una señora de 50 años que se le han hecho grandes ya sus dos hijos y ya tampoco tiene marido y no sabe qué hacer. No es el referente que he tenido”.

“A mí me encanta la maternidad y me encanta la casa porque es un sitio de protección. Si consigues una casa guapa te puedes quedar ahí metía y no salir: esa idea forma parte del sistema, que nos mete miedo. El ‘construyo mi casa, me aseguro de estar bien dentro, soy madre, que eso seguro que es bonito y me hace feliz’… y eso lo he vivido y lo he disfrutado, pero tengo claro que no quiero quedarme ahí, porque soy consciente de que me puedo arrepentir mucho”, relata. “Ahora quiero enfocarme mucho en mi trabajo, en mi carrera, en hacer dinero; y eso también me va a permitir ser una mujer feliz y que mi hijo tenga una madre feliz y realizada”.

Se habla mucho del ‘sugar daddy’, pero ¿qué pasa con la ‘sugar mami’? ¿Habría que reivindicarla o abolimos los dos?

Claro, es que… vamos, yo creo que estamos avanzando gracias al libertinaje y que cada vez somos más feministas, pero me gusta que existan estos debates porque a veces no tenemos claro si algo es verdaderamente feminista o no. Yo parto de la libertad, de que seamos seres libres e iguales. Eso sí, te digo que lo del sugar daddy este se ha puesto bastante de moda y se ha normalizado bastante, pero que conmigo no va, porque no me gusta que me paguen las copas, me gusta pagármelas yo y me gusta invitar a mis amigas y amigos. No estoy a favor de ese intercambio económico a cambio de una relación: ¡anda que voy a trabajar yo toda la vida para que luego se gaste mi dinero un niñato sin hacer nada! (ríe). Me cuesta creerlo, pero vamos, lo que está claro es que antes que tener un sugar daddy prefiero ser yo la sugar mami porque la pasta la quiero tener yo.

Amor, deseo y sexo

¿Qué sabes del amor que no sabías con 18 años?

En mi caso, que tiendo a la dependencia, y que eso viene de muchos miedos que nos han metido. Siempre he sido fuerte e independiente, muy echada pa’lante a nivel emocional, ya sea con mis amigas o con algún hombre, pero un día te das cuenta de que te has apoyado más de la cuenta y de que esperas más de la cuenta del otro. Lo que más he aprendido es que tú puedes querer a alguien pero que esa persona no te tiene por qué querer igual a ti, que nadie te debe nada y que tú no debes nada tampoco. Tiene que ser un amor sano, y eso es difícil de conseguir. Algo equilibrado, algo beneficioso, algo que te ayude a crecer… ¡y todo eso sin caer en el conformismo! Está difícil, tía. Odio el conformismo. Pero lo fundamental es no apoyarte demasiado en nadie y no darle una responsabilidad que realmente no tiene contigo.

¿Qué importancia tiene la fidelidad para ti? ¿Crees en las relaciones abiertas?

Es complicado. Vale que hay que buscarse y que hay que probar, vale que no puedes quedarte con la niña que eras cuando tenías 15 años. Yo soy curiosa y me gusta probar, ver cuáles son mis límites, aunque a veces sufra descubriéndolos. Creo que lo bueno será lo que cada pareja acuerde: hay quien prefiere mantener secretos y diferencias, hay gente que va con total transparencia… la verdad es que la infidelidad, al final, te hace ver muchas inseguridades de ti misma y creo que a veces por eso la mezclamos con los celos. ¿Qué es lo que nos duele realmente? No sé, pero hemos sido más infieles que fieles toda la vida. Algo hay que hacer, me molaría encontrar una solución. Yo no la tengo ni para mí, aunque seguramente sea porque no he encontrado a la persona con la que tener una relación tan potente que no haga falta ni nombrarla, sino que vaya surgiendo… tampoco me veo con una persona fiel toda mi vida ni con una persona que esté todo el día dándome inseguridades.

¿Y del sexo, qué sabes que no sabías con 18?

Que está lleno de estereotipos. El típico hombre hetero, la típica mujer hetero. Cuando eres más joven, tienes esa imagen de “ah, yo quiero un tío que me transmita fuerza, protección”, una especie de macho alfa, y luego ves que eso no es bueno ni a la hora del sexo ni a la hora de la vida. Llega un momento que ya te dices “bueno, como vuelva a ir por el perfil este otra vez, es que la tonta soy yo”. Es injusto ponerle etiquetas a los hombres: nos puede gustar una persona abierta, una persona interesante y que no cumpla ese estereotipo.

¿Qué es lo que los hombres no han entendido aún del deseo de las mujeres?

Pues que el deseo está basado en relaciones bastante machistas por los dos lados. La idea de que ellos tomen la iniciativa a nivel sexual, de que ellos decidan cuando se empieza y cuándo se acaba… es machista. Es muy fuerte a día de hoy. O que te traten como a un objeto sexual y por eso jamás consigan tener una relación sexual mutua. Lamentablemente lo llevan un poco dentro después de tantos años de machismo. Nosotras somos más un objeto de deseo para ellos y están tan pendientes de su orgasmo que se olvidan del nuestro, de que disfrutemos. Por eso espero que a día de hoy las mujeres busquemos cada vez más nuestro propio placer y busquemos pasárnoslo bien, igual que hacen ellos.

También actuaste en La Veneno. Quería preguntarte qué piensas de la guerra que hay abierta dentro del feminismo entre transinclusivas y feministas radicales.

Me parece una locura que alguna feminista tache a las personas transexuales. Por eso, más que en el feminismo, creo en la libertad y en no tener prejuicios, ni estereotipos, ni tener por qué sexualizar todas las cosas. Vivimos en una sociedad donde nos han dicho que el niño es niño y que la niña es niña, pero ¿por qué nos importa tanto lo que alguien tiene entre las piernas? No tiene que importarnos tanto un órgano reproductor, sino la persona y sus derechos. Esa persona te está diciendo que es mujer, joder, no tienes que llevarla a un baño y decirle que se baje el pantalón y que te lo demuestre. Si dice que es mujer, es mujer y ya está. Cuando vayamos avanzando en la igualdad, hablaremos de los derechos de las personas, y dará igual si somos hombres o mujeres, porque de eso trata la igualdad: de que no importe.

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