Admiro mucho a Inés Ballester (61 años). Nunca olvidaré lo bien que me trató un día cuando yo, un pipiolo como ahora pero con menos años, la llamé para que me concediera una entrevista en el medio en que trabajaba entonces. Todo se orquestó para el final del día, a última hora de la tarde. No obstante, no pudo atenderme, le fue del todo imposible, se le presentó un inconveniente insoslayable. Yo le expliqué mi tesitura: tenía que rellenar ese hueco con la entrevista en la portada del día siguiente. Sí o sí; así es este mundo nuestro. 

Tan solo un por favor hizo posible lo imposible: escarbó tiempo de donde no tenía para atenderme. A mí, a un don nadie, a alguien al que podría haber despachado con un 'lo siento, chico. Otra vez será'. Eso solo lo hacen las grandes como ella. Las profesionales. Al final la entrevista se nos fue de madre y acabamos a las mil, hablando de otras cosas. Inés, eres alguien estupendo. Mágico. Siempre me has parecido una comunicadora desaprovechada. Y no porque no hayas hecho cosas, no: es que todo lo que has hecho me ha parecido poco. 

Inés junto a su compañero José Luis. Gtres

Eres de esas mujeres trabajadoras, obreras de este oficio, de las que echan horas como descosías, pero siempre sin aspavientos. Nunca te he visto un desmán de diva, un mal gesto, una mala reacción, ni siquiera una palabra revenida. Y habrás tenido malos días, como todos. No conozco a nadie que hable mal de ti. Absolutamente a nadie. Y mira que he preguntado. Por eso, por ese legado afectivo y laboral que acumulas por donde pisas, me ha dolido tanto la cancelación de tu programa Está pasando en Telemadrid. Puede que suene manido, pero en este caso juro que se ajusta a la verdad más prístina: ¡qué injusticia! ¡no te lo mereces! Tú no. He leído que este viernes es tu último día, que los de arriba -gentes sin alma a veces que se dejan atolondrar con números y datos de share- alegan que cuando el programa se despidió de la audiencia durante la pandemia quedó tocado de muerte, que ya nunca más levantó el vuelo. Qué gente más avara, más ignorante. Porque ellos también se equivocan, claro que sí. Y estoy convencido de que en esta ocasión contigo se han equivocado. Hay espacios en televisión que deben ir más allá de un dato: dan caché, reconocimiento. Ese es tu caso, esa eres tú. La Ballester. 

He preguntado a tu entorno y sé que estás un poco disgustada, tirando a triste por la decisión. Normal y lógico, nunca gustan estas cosas. Es más, diría que jamás se acostumbra uno a tener a alguien que decide por ti cual marioneta. Así es esta profesión. Tú mejor que nadie lo sabes. También me dice quien bien te conoce que lo asumes con estoicismo, que confías ciegamente en la cadena, que sabes que no te dejará tirada. Que te han dicho esa frase tan recurrente de que en septiembre se pensará en cosas para ti. No te hagas mala sangre, Inés. Habrá, llegarán, existirán esas cosas. Llevas un poco mal, me dicen, lo de verte en el banquillo. Estás hecha para no parar. 

Tómatelo como unas vacaciones. Al fin y al cabo, has pasado un año muy duro, como muchos españoles. El coronavirus ha azotado más de la cuenta y todos estamos agotados, al límite de nuestras fuerzas. Por eso, a partir del lunes 10 disfruta del tiempo libre. Y no te obsesiones mucho con esa llamada que todos esperan, esperáis, esa que decide tu mañana. Se producirá, claro que se producirá. Tú, querida Inés, estás de vuelta de todo. El trabajo hace tiempo que pasó a otra escala en tu vida. Salud y suerte, compañera. 

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