Carlos Soler tiene 28 años. A los 17 comenzó su carrera como modelo internacional y desde hace un tiempo trabaja como influencer en nuestro país. Tiene más de 690 publicaciones en Instagram y 159.000 seguidores, entre ellos Anita Matamoros (20) y Anna Ferrer Padilla (23). Sin embargo, su nombre no había tenido tanta repercusión mediática hasta hace unos días, cuando las cámaras de La Sexta lo captaron haciendo una bonita labor benéfica en el centro de Madrid.

El influencer apareció en la pequeña pantalla por un proyecto social que inició con la borrasca Filomena. Sin embargo, su preocupación por los más necesitados viene desde hace mucho. Sobre esto y su carrera profesional ha hablado Carlos Soler con JALEOS

Carlos Soler, modelo de 28 años, en una imagen compartida en su cuenta de Instagram. Instagram

¿Cuándo empezó a interesarse por la industria de la moda?

Yo estaba estudiando Magisterio, porque siempre he querido ser profesor. Pero a los 17 pegué el estirón hasta alcanzar 1,87 metros y comenzaron a ofrecerme varios contratos de agencia. A los 18, además, me ofrecieron un contrato internacional para irme a vivir a China, porque allí se demanda mucho el rostro europeo. No me lo pensé y me fui. Allí estuve unos años viviendo, luego me fui a Brasil y estuve recorriendo países, dependiendo de la demanda de la moda en ese momento. 

¿Y cuándo se convirtió en 'influencer'?

Durante ese recorrido de mi carrera empecé a crecer en seguidores, porque a la gente le interesaba mi vida como modelo. A los 25 salió el término influencer y vi que hacía mucho más dinero trabajando con publicidad y con marcas que haciendo un catálogo en ocho horas de trabajo. Empecé a centrarme en redes sociales hasta el día de hoy.

¿Ahora solo se dedica a ser 'influencer'?

No. Hace un año hice un máster en publicidad y marketing y empecé a llevar las redes sociales de otras empresas como community manager. Así que también me dedico a la creación de contenido para otras marcas, al branding y posicionamiento.

¿Cómo compagina ambas labores?

Es fácil porque al final es llevar una cuenta más.

¿Es difícil ser 'influencer'? Son muchos los que han confesado que necesitan terapia psicológica por las críticas que suelen recibir.

Para mí es bastante fácil y llevadero. Depende un poco de la carga que se tenga. No es lo mismo una persona con tres millones de seguidores que una persona como yo que tiene 150.000. Estamos hablando de distintas escalas. A día de hoy lo veo muy llevadero, pero yo también soy muy selectivo y creo que me diferencio de los demás influencers por la comunidad que he creado. Soy muy fiel a mis principios, le doy un buen uso a las redes sociales, intento transmitir, educar e inculcar unos valores a los que me siguen. Yo rechazo muchísimas campañas. Soy muy real en ese sentido. Hago pocos trabajos, pero muy reales y muy buenos.

¿Cómo fue su experiencia viviendo en el extranjero?

Fueron los mejores años de mi vida. Conocí gente increíble, me lo pasé súper bien, me abrí de mente y aprendí muchos idiomas y culturas. 

¿Por qué regresó a España?

Volví a España porque siempre he tenido mi sede en Madrid, donde en realidad he tenido años intermitente. Aunque estuve 10 años en el extranjero, siempre regresaba. En una de esas vueltas comencé a trabajar con diferentes agencias de comunicación y me di cuenta de que se movía mucho el tema de los eventos y que la palabra influencer empezaba a sonar. Entonces no había mucha gente dedicándose a las redes y lo quise aprovechar. Me salió mucho trabajo y me quedé.

A día de hoy, Carlos Soler es 'influencer'. Instagram

¿Le gustaría volver a probar suerte en otro país?

Mi vida ha cambiado mucho. Tengo una pareja, estoy comprometido, tengo más responsabilidades, dos perras y una casa.

Además, ahora lleva a cabo una bonita labor social que lo ha hecho viral en los últimos días. ¿La iniciativa fue suya?

Sí, yo siempre he sido una persona muy solidaria con el prójimo y raíz de la Covid sentía la necesidad de utilizar mi comunidad para hacer un bien. En un determinado momento subí un story ofreciendo ayuda a quienes lo necesitaran y me escribieron unas cuatro familias que, a pesar de que estaban bien, no tenían trabajo y buscaban suministros. Recaudé dinero entre mis seguidores para ayudarlos -siempre atestiguándolo para que mis followers vieran el resultado de su aporte-. Así hemos pasado toda la pandemia, ayudando a varias familias, unas 30 por mes. En Navidad hice otra campaña para recaudar juguetes para los niños y la última fue con Filomena.

Justo esta es la que se ha hecho viral. ¿Cuál ha sido su labor?

Con la nevada me preocupé por la gente que vive en la calle. Una noche hice patatas y arroz y a las dos de la madrugada me fui con eso y unas mantas a la estación de Tirso de Molina, donde estaban algunas personas sin hogar. Pero en el camino me encontré a Berta, que lleva dos años viviendo en la calle, y me pidió algo de comer. Le sugerí que se refugiara en Tirso de Molina que era a donde yo iba y se negó porque cuidaba de su grupo con el que vivía en el metro de Sol. Al final, me acompañó en mi camino y al darnos cuenta, por informaciones de los guardias, que los refugiados de esa estación ya habían recibido donaciones a lo largo del día, le di todo a Berta y a los suyos.

¿Qué ha pasado desde entonces?

Berta me conquistó el corazón y se me ocurrió regalarle un teléfono para mantener el contacto. Durante la semana de Filomena, que no abrieron los comedores sociales ni los comercios, me puse la labor de ir todos los días para ayudar a estas personas hasta que acabara la tempestad y reabriera todo.

¿Qué ocurrió cuando todo volvió la normalidad?

Todo volvió a su cauce, pero los comedores sociales no abren los domingos. Es un día que ellos no prevén comer. Con total confianza Berta me preguntó si podía ayudarlos con comida esta jornada, si no era mucha molestia. Yo ya le había contado que conseguía donaciones a través de mis seguidores y que no me importaba apoyarlos. Así, fui los domingos a darles de comer y empecé a ver que cada vez se acercaba uno más. Se iba corriendo la voz hasta tal punto que iban 50 personas. A día de hoy, de hecho, se presentan unas 200. 

Esto se ha hecho público en la televisión. 

Le he dado más visibilidad a las comidas de los domingos porque es para lo que más necesito donaciones. Pero durante toda la semana los sigo ayudando con medicamentos, suministros… Al final es una labor más grande de lo que se ve.

A día de hoy, ¿se han sumado voluntarios?

Muchísimos. Pero yo soy muy selectivo y llamo a aquellos que realmente necesite. Intento cambiar todos los domingos de voluntarios, porque sé que son varios los que quieren vivir la experiencia.

¿También eres cocinero? Tienes una cuenta de comida en Instagram.

No soy chef. Me encanta cocinar y soy vegano. Desde hace dos años cuando comencé este estilo me he metido mucho en la cocina, experimentando con los alimentos y platos. Me gusta, soy un aficionado y se me da muy bien, pero no puedo ponerme el título de chef.

Ahora que esta labor se ha viralizado tanto, ¿tiene intenciones de expandirla?

Tengo dos objetivos. El primero, que la Comunidad de Madrid tome medidas y me cedan un espacio donde haya más control, para cocinar y para no tener que arrodillarme en la calle cada domingo mientras reparto con la cacerola. El segundo, que sería un sueño, es sacar mínimo a una persona de la calle.

Y en cuanto a su carrera, ¿cuáles son sus próximos planes?

Como ya tengo una cartera de clientes bastante amplia, a nivel de Community Manager, me gustaría abrir una agencia de marketing digital.

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