Todo lo que leemos y escuchamos sobre el fitness es puro entrenamiento físico. Sesiones de spinning, zumba, TRX, fitsex, TCB, Body Pum… pero ¿y qué pasa con la mente? El cerebro también debe estar cuidado y entrenado, es algo fundamental si lo que queremos es alcanzar la felicidad y el bienestar.



La estabilidad emocional en este sentido juega el papel principal de todo esto, pero nadie nos ha enseñado a ‘entrenar’ nuestros sentimientos, gestionar las emociones y empatizar con los demás. Cuando la mente está sana, el cuerpo pedirá también salubridad, por ello es importante no dedicarnos únicamente al fitness físico, sino también cerebral. Estarás más fuerte por fuera y por dentro:



Define y dosifica tus metas



Es importante saber qué es lo que uno quiere. No estamos presionando sobre el futuro, se trata de una cuestión más instantánea. ¿Qué te apetece ahora mismo? Esa es la pregunta que debes hacerte a todas horas, aunque sin dejar de lado tu objetivo final. Si no sabes muy bien cuál es este, entonces proponte una cosa muy sencilla: ser feliz. ¿Y cómo hacer eso? Despréndete de las cosas que no necesites en tu vida o te hagan mal, tanto material como intangible. Escucha a tu cuerpo, muchas veces él tiene la respuesta. Así que, ya sabes, objetivos a corto plazo y ¡no te desbordes! Haz cada cosa en su momento, una por una. No puedes plantar un árbol, aprender un idioma o comenzar un entrenamiento TRX a la vez. Elige una, luego ya pasarás a la siguiente.



Piensa en positivo



Es importante que entrenes tu cerebro para el éxito. Repetirte que algo no saldrá bien o que estás destinado al fracaso no ayuda. Mentes positivas atraen buenos acontecimientos, y no es casualidad, es que, al ser más optimista, uno mismo hace que suceda. No estamos diciendo que te sientes en el sofá y que pienses ‘qué bien me va a salir todo’; las cosas necesitan actividad, y la iniciativa es importante. Sácale el lado bueno a las cosas y cerciórate de que todo podría salir peor.

Comienza unos buenos hábitos



Si tus costumbres son beber a diario, no hacer deporte, comer chatarra y quedarte en casa sin salir, devorando temporada tras temporada tu serie favorita… En serio, tienes un problema. No seas tan huraño y sal de casa que, aunque a todos nos gustan las series, mejor en pequeñas dosis, disfrutándolas en tus momentos de descanso. Muchos profesionales recomiendan además meditar, o dedicarle un minuto a tu cabeza. Lo que proponen es que cada dos o tres horas te pongas una alarma que indique es el momento de tomarte un respiro e inhalar paz interior. Después vuelve a retomar lo que estabas haciendo. Y no olvides que los buenos hábitos se reflejan en el estado anímico y físico de las personas.



Trabaja tu resiliencia



¿Y esto qué es? Pues la capacidad de adaptarse a los problemas y superar traumas pasados. No todo en la vida será jauja y felicidad, te encontrarás con episodios molestos e incluso dolorosos, pero no puedes hundirte en ellos. Uno debe ser capaz de superarlos sin entrar en un constante bucle de desazón. Por ello, lo indicado es que construyas relaciones de apoyo (amigos, pareja, familia) y que seas realista respecto al tema. No hay nada mejor que aprender de los momentos difíciles y de los errores de uno mismo.



Desarrolla la inteligencia emocional



¿Te has preguntado alguna vez cómo te sientes y a qué se debe?, ¿Entiendes a los demás cuando te confiesan sus sentimientos? La empatía es imprescindible para desarrollar la inteligencia emocional, algo tan importante como la académica. Que seas un coquito está bien, pero si no sabes relacionarte – y eso implica forzosamente entender las emociones de tu alrededor- entonces la vida no será tan sencilla como crees. Las relaciones sociales son complicadas, por supuesto, pero uno debe hacer un ejercicio de entendimiento y comprensión, preguntarse el porqué de las cosas, intentar ponerse en la piel de los demás y, sobre todo, saber gestionar tus emociones. No estamos diciendo que te contengas si tienes ganas de llorar ¡llora, no hay nada más sano que echarlo todo fuera! Pero sí es cierto que no puedes caer en ese bucle de tristeza, rabia, vomitar todo lo que piensas (o no hablar las cosas). Eso de ser un bulímico de la vida no es sano. Y el otro extremo, lo de ser una persona que no comunica nada, tampoco. Mantén un equilibrio.