Elizabeth Taylor.

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Abuso de drogas, violencia machista y un escarceo amoroso: lo que revela la biografía de Liz Taylor

'Elizabeth Taylor: The Grit & Glamour of an Icon' (HarperCollins), es la primera biografía autorizada de la actriz, escrita por Kate Anderson Brower.

23 diciembre, 2022 16:23

Elizabeth Taylor fue siempre una rompecorazones. La dueña de los ojos color violeta más espectaculares de Hollywood se casó ocho veces, con siete hombres diferentes (lo que se convirtió en objeto de burla en algunos medios), pero también dejó coladitos por sus huesos a otros señores. Uno de sus pretendientes fue el actor Colin Farrell, 44 años más joven que ella. Ambos se conocieron en el Cedars-Sinai Medical Center de Los Ángeles en 2009, cuando Taylor fue operada de una fuga en una válvula cardíaca y Farrell estaba allí por el nacimiento del segundo de sus hijos. Aunque en aquel momento ella comentó que la intervención había salido "perfectamente bien", la estadounidense murió en 2011, a los 79 años, por insuficiencia cardíaca. Aquella fue la guinda de un pastel que en los años previos constó de montones de neumonías, varias operaciones de cadera, y hasta un tumor cerebral benigno.

Su escarceo amoroso con el llamado chico malo de Hollywood forma parte del contenido de Elizabeth Taylor: The Grit & Glamour of an Icon (HarperCollins), la primera biografía autorizada de la actriz, escrita por la periodista Kate Anderson Brower, que para elaborarla entrevistó a más de 250 personas y tuvo acceso a anotaciones en sus diarios y más de siete mil cartas personales. Por lo visto, tras aquel primer encuentro casual, Farrell llamó al agente de Taylor para saber si podía organizarle una visita privada a la casa de la actriz. "Elizabeth estaba intrigada", asegura Brower en el libro. "Su acento irlandés y su reputación de inconformista le recordaban a su querido Richard [Burton]".

El actor irlandés se presentó en la mansión de Taylor, situada en el barrio de Bel-Air, llevando como regalo un libro de poesía de William Butler Yeats. Al entregar el ejemplar a la actriz, le dijo que "si alguna vez ella quería que volviera y le leyera poesía, estaría encantado de hacerlo". Ella le escribió luego para decirle que había sido "un placer" conocerle, y que era un "verdadero" celta. "Me recuerdas a tantas cosas buenas, a tantas cosas felices. Gracias por ser tan auténtico". A partir de aquel momento, las visitas se sucedieron. “Él acudía una y otra vez a leerle”, asegura la periodista. "Se sentaba en un sillón junto a su cama, y ella ponía de vez en cuando grabaciones de Richard leyendo poesía".

En una fiesta con su hijo Chris Wilding.

En una fiesta con su hijo Chris Wilding. Gtres

Según confesó el irlandés en una entrevista en The Ellen Degeneres Show, aquellas veladas fueron el comienzo de una relación que duró cerca de dos años y estuvo repleta de conversaciones y llamadas telefónicas a altas horas de la madrugada: "Fue algo así como la última (o así lo fue en mi cabeza, no en la suya) relación romántica que tuve. Una que nunca se consumó". Farrel dijo que le habría gustado convertirse en "el [marido] número nueve" de Taylor, pero que "se nos acabó el camino" cuando la actriz ganadora de dos Oscar se fue al otro barrio.

Otro de los hombres que cayó rendido a los encantos de la norteamericana fue David Lynch, quien compartió varios besos con ella. El primero, en una fiesta posterior a la gala de los Oscar celebrada en 1987. "Me acerqué más y más", recordó luego el propio cineasta, "y muy pronto mis labios estaban tocando los suyos. Se hundían más y más en esos labios de almohada. Vi cómo se cerraban esos ojos mientras nos besábamos, y luego se cerraron los míos. Entramos en un sueño y nunca lo olvidaré". Según el de Montana, Taylor "nunca dejó de creer que podía tener al hombre que quisiera, sin importar su edad".

La actriz junto a Rock Hudson.

La actriz junto a Rock Hudson. Gtres

La última reina del cine participó en más de cincuenta películas, aunque en The Grit & Glamour of an Icon, publicado en Estados Unidos el pasado 6 de diciembre, apenas se menciona su carrera cinematográfica. En su lugar, se analiza el estatus de celebridad de una mujer que "vio su fama como algo que podía controlar y manipular", principalmente en beneficio de su familia. El libro revela que, detrás de la gran estrella, había una mujer bastante vulnerable y empática que acompañó y se dejó ver con su buen amigo el actor Rock Hudson en los terribles años de la epidemia de sida, y hasta creó una fundación para luchar contra esa enfermedad. Brower ha comentado que Taylor llegó a "canalizar dinero para conseguir drogas ilegales", porque estaba "desesperada por ayudar a esos hombres, en su mayoría homosexuales, que trabajaban para ella o que eran sus amigos y que no tenían otras opciones", ya que eso fue antes de que existieran los tratamientos antirretrovirales.

También se habla en el ensayo del historial de abuso de drogas y alcohol de Taylor, que se sinceró respecto de ello en varias cartas enviadas a personas de su entorno. La actriz consumía tantas pastillas en los años ochenta que un experto médico que revisó sus archivos llegó a darla por muerta, porque semejantes dosis "eran incompatibles con la vida". La cosa era tan seria que su entonces nuera Aileen Getty llegó a contactar de forma anónima con una agencia competente para quejarse del exceso de fármacos que algunos médicos le estaban recetando a la actriz de Cleopatra. Su biógrafa relata que esa queja sirvió para que se descubriera que tres de ellos llegaron a prescribirle "un total de mil medicamentos entre 1983 y 1988, incluidos tranquilizantes, somníferos y analgésicos".

En un momento dado, durante su matrimonio con el senador republicano norteamericano John Warner, la actriz llegó a involucrar en su problema a su segundo hijo Christopher Wilding. Según la versión de Wilding, su madre le llamó un día para que fuera a su dormitorio: "Sonaba tambaleante, pero hasta que no la vi no me di cuenta de que ya estaba bastante colocada por algo. Estaba sentada al borde de la cama, en ropa interior, y tenía una jeringuilla de Demerol en la mano derecha". Fue entonces cuando la actriz le pidió que le inyectara el potente opiáceo de origen sintético Demerol, algo a lo que él se negó. "Me miró con ojos apagados y decepcionados, tomó aire, estabilizó la mano y se clavó la aguja en la carne", describe Wilding en el libro.

Una de sus últimas imágenes públicas antes de tener que recurrir a una silla de ruedas para sus salidas..

Una de sus últimas imágenes públicas antes de tener que recurrir a una silla de ruedas para sus salidas.. Gtres

Taylor también mantuvo una tormentosa relación con el alcohol. Parece ser que su afición a la bebida se agravó durante su intenso matrimonio con Richard Burton, otro alcohólico empedernido. Según escribe Brower, el primer encuentro real de la pareja se produjo en 1962, durante el rodaje de Cleopatra, un día que Burton llegó al set con una resaca importante. El actor galés era incapaz de acercarse a la boca una taza de café, porque le temblaban demasiado las manos. Decidió pedir ayuda a Taylor, que se mostró simpática y le acercó la taza sin dejar de mirarle a los ojos. Pese a que ambos estaban casados en aquel momento, la pareja se enamoró enseguida y optó por pasarse por el forro los códigos morales imperantes (lo que llevó a que el Vaticano les llegara a describir como unos "vagabundos eróticos").

"Decía que toda su vida fue una lucha", ha comentado en una entrevista Brower. "La resiliencia es negarse a ser una víctima. Su padre le pegaba, porque se sentía intimidado por el hecho de que su hija de 12 años ganaba más dinero [como estrella infantil] que él. Se reconciliaron cuando ella tenía 20 años". Efectivamente, Taylor nunca quiso hacer victimismo, pese a que claramente era víctima de muchas de las personas que la habían rodeado. Sin ir más lejos, vivió varios episodios de abusos a lo largo de sus múltiples matrimonios. Los más graves, a manos de su cuarto marido, Eddie Fisher, quien llegó a apuntar con una pistola a su sien para acto seguido decirle que no tenía que preocuparse, porque era "demasiado guapa" para matarla. Brower ha apostillado que para ella, como mujer, "fue sorprendente leer lo que pasó" cuando Taylor estaba con Eddie Fisher y "la llamaron rompehogares", o cuando estaba con Richard Burton y el Vaticano la condenó: "Era una época puritana, y ella era una adelantada a su tiempo. El libro se adentra en eso, en el hecho de que fue una pionera, no solo en lo que se refiere al sida, sino también como mujer que controlaba su vida".