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La gota puede parecer una enfermedad del medievo, algo que se estudiaba en Historia como la causa de muerte de reyes y otros miembros de la alta sociedad. Una patología frecuente en emperadores romanos, pero que también sufrieron personajes como Enrique VIII de Inglaterra, Felipe II de España o Benjamin Franklin.

A pesar de esa imagen, la conocida como enfermedad de los reyes está más presente que nunca. "Es la artritis crónica más frecuente", dice Juan Carlos Nieto, reumatólogo del Hospital Gregorio Marañón de Madrid. No solo eso, va en aumento.

Así lo muestra un estudio de The Lancet Rheumatology basado en los datos del estudio Carga Mundial de Enfermedades (GBD, por sus siglas en inglés) de 2020. Entre 1990 y 2020 se produjo un aumento de los casos superior al 150%, situándose la carga mundial en casi 55,8 millones de casos.

Lejos de frenarse, esta tendencia creciente seguirá su camino al menos hasta 2050, año en el que se espera que los pacientes lleguen a casi 96 millones. La enfermedad de reyes está dejando de ser algo exclusivo de unos pocos y extenderse, independientemente de la clase social.

Así lo muestran los datos. En España, la Sociedad Española de Reumatología (SER) calculaba en 2016 un 2,4% de prevalencia de esta afección, una cifra que en la actualidad ya puede rozar el 3%, según la estimación de Enrique Calvo, portavoz de la SER y reumatólogo del Hospital Universitario Infanta Leonor.

El estudio de The Lancet Rheumatology cifraba en 534.000 los casos en 2020, aunque sus autores no dan estimaciones en concreto para el país. Sí lo hacen para Europa Occidental, donde en 2050 se esperan 6,29 millones de pacientes, una prevalencia de 666 casos cada 100.000 habitantes.

Aun así, no es donde más aumentará la enfermedad. En los próximos 25 años, el mayor crecimiento se espera en Asia meridional y oriental, Norte de África, Oriente Medio y América Latina, según las estimaciones de estos investigadores.

La patología se produce cuando el cuerpo no es capaz de degradar el ácido úrico y se acumula en las articulaciones, aunque no son los únicos lugares. Esos depósitos también pueden ocurrir en los tendones, debajo de la piel e, incluso, en órganos como el ojo, el corazón o los riñones, dice Calvo.

Las razones tras el aumento

Calvo explica que este aumento de la enfermedad se debe, en gran medida, al envejecimiento de la población. Además, destaca otros dos factores: el aumento de la enfermedad renal crónica y el uso de diuréticos, ambos asociados también a la edad.

Por su parte, Nieto, habla también de la alimentación, otro elemento que contribuye a esta evolución. Esta enfermedad se atribuía a reyes y personas poderosas porque se relacionaba con el consumo, entre otros, de carne de caza y solo las clases altas tenían acceso a ellas.

Actualmente, también se asocia al consumo de marisco o de pescados azules, altos en grasas, como las anchoas, la caballa o las sardinas. Las mejoras sociales conseguidas a lo largo de la historia, han democratizado ese acceso a los alimentos en muchos países del mundo y han podido aumentar la prevalencia de gota, explica el reumatólogo.

Aunque la alimentación puede influir en el desarrollo de esta patología, tanto Nieto como Calvo señalan que la genética tiene un gran peso. De hecho, es uno de los principales a la hora de acumular ácido úrico, el culpable de que se desarrolle la afección.

Es decir, que tener un familiar de primer grado que ha tenido hiperuricemia (aumento del ácido úrico en sangre), y que además ha padecido gota, "aumenta el riesgo de que se pueda desarrollar [la enfermedad]".

Otro factor que mencionan los autores del estudio es la presencia de un IMC elevado en el paciente. Una vez más, si bien es cierto que influye, sobre todo en el desarrollo de discapacidad a consecuencia de la gota, no es lo único. El portavoz de la SER señala que alrededor del 30% de sus pacientes tienen menos de 40 años y no tienen exceso de peso.

El perfil más habitual en consulta es el de un varón de entre 50 y 70 años. La patología afecta mucho más a los hombres que a las mujeres, en parte gracias al efecto protector de los estrógenos en ellas.

La importancia de la detección precoz

Lo más habitual es que la enfermedad afecte a las articulaciones del dedo gordo del pie, la rodilla o el tobillo. De hecho, la primera aparición suele hacerla en esta primera zona, cuenta Nieto. El reumatólogo explica que la enfermedad aparece en forma de brotes que, con el paso del tiempo, se van haciendo cada vez más frecuentes.

Por eso, la detección precoz es fundamental, porque cuanto antes empiecen los pacientes con el tratamiento, más sencillo será controlar los dolorosos brotes que acarrea la gota. Sin embargo, esa sigue siendo una asignatura pendiente.

Nieto señala que estos episodios aparecen de repente y duran unos días. Muchos de los pacientes toman antiinflamatorios durante unos días hasta que el dolor se va, pero no suelen acudir al médico desde el primer momento. "No lo hacen hasta que tienen un segundo, tercero o cuarto brote", lamenta.

Calvo hace un llamamiento para que las personas con una sintomatología que pueda encajar con esta afección acudan al médico ante los primeros signos. Con la medicación adecuada y algunos cambios en la alimentación, se puede mantener la enfermedad bien controlada y bajo vigilancia. "La gota no se cura, pero se puede mantener a raya", cuenta el especialista.

Lamentablemente, esto es así porque la mayoría de los pacientes "llegan tarde", cuando llevan años acumulando cristales de ácido úrico en sus articulaciones. Entonces, "ya están condenados a un tratamiento crónico", señala el especialista de la SER.