Publicada

Las claves

El neurólogo Antonio Damasio ha cambiado la manera en que entendemos las emociones y la consciencia. Su propuesta rechaza la idea de la felicidad como un estado excepcional y casi mágico, y la sitúa firmemente en la biología. Para él, la felicidad es una señal interna que indica que el organismo está regulado, estable y en condiciones de proyectarse hacia el futuro.

En esta visión, la felicidad no funciona como un premio, sino como una herramienta adaptativa. Ese equilibrio permite a los seres humanos orientarse hacia vínculos duraderos, proyectos vitales y un propósito reconocible. Según él, la conciencia plena de ese bienestar nos permite “crear algo nosotros mismos”, dando forma a la ética, a la cultura y a la vida en común.

El punto de partida está en la homeostasis, el proceso mediante el cual el cuerpo busca de manera continua un equilibrio que garantice la supervivencia. Cuando esa estabilidad se mantiene, el cerebro convierte su señal en un sentimiento consciente. Damasio distingue entonces entre emoción —reacción automática— y sentimiento —experiencia consciente—, una diferencia esencial para comprender cómo surge la felicidad.

Un artículo publicado en la Revista Electrónica de Psicología Iztacal, señala que el bienestar psicológico es precisamente la manifestación subjetiva de ese equilibrio fisiológico. La regulación emocional se entiende hoy como un proceso activo que influye en la conducta, de modo que las personas pueden interpretar y gestionar las señales corporales para sostener su bienestar a largo plazo.

Equilibrio social y bienestar individual

Para Damasio, los sentimientos nacieron para la “gestión de la vida”, orientando decisiones básicas de supervivencia. Con la evolución, incluyeron la preocupación por los demás, permitiendo la cohesion y la cooperación de grupos más amplios. Un artículo en Persona y Bioética desarrolla esta idea al describir cómo los sistemas humanos buscan un equilibrio colectivo que facilita la convivencia y la estabilidad social.

Ese equilibrio social depende de que el bienestar no sea exclusivamente individual. Cuando una parte del grupo queda sistemáticamente relegada, la cohesión se deteriora y la estabilidad emocional se resiente. El especialista subraya que la felicidad no puede mantenerse si se ignora el contexto social en el que surge. En este sentido, el bienestar ajeno influye directamente en el propio.

La neurociencia moderna confirma esta interdependencia. Estudios recogidos en Frontiers in Psychology muestran que los actos de generosidad activan el sistema de recompensa cerebral, especialmente el núcleo accumbens, generando satisfacción inmediata. Esa respuesta no depende del reconocimiento externo, sino de un refuerzo interno que aumenta la probabilidad de repetir conductas altruistas.

De forma complementaria, investigaciones publicadas en Frontiers in Human Neuroscience demuestran que ayudar a otros produce una recompensa intrínseca que no se explica únicamente por la reducción de angustia o el temor al castigo. Estos hallazgos sugieren que el cerebro está configurado para que la cooperación contribuya tanto al bienestar individual como al equilibrio del grupo, reforzando la cohesión social.

La fuerza de la felicidad

Este marco biológico enlaza con la tercera gran idea de Damasio: la felicidad como motor de propósito. Si la felicidad refleja un estado interno óptimo, permite que las personas desplieguen un funcionamiento cognitivo y emocional más rico. El bienestar es una condición que favorece el rendimiento en ámbitos sociales, profesionales y creativos, abriendo espacio para la reflexión y la innovación.

Cuando el cuerpo opera sin amenazas constantes, el cerebro dispone de más recursos para procesar información compleja, resolver problemas y generar ideas. Esa disponibilidad cognitiva se traduce en una mayor capacidad para sostener objetivos a largo plazo y perseverar ante las dificultades. En términos prácticos, la felicidad funciona como un terreno fértil desde el que las personas pueden construir proyectos con sentido.

La Psicología Positiva ha llegado a conclusiones similares. Un artículo de En-claves del pensamiento analiza cómo la satisfacción vital favorece la creatividad, el pensamiento flexible y las relaciones profundas. Estos estudios muestran que el bienestar subjetivo fortalece la confianza mutua, mejora la cooperación y facilita que los individuos encuentren significado en su participación dentro de la comunidad.

Esta convergencia entre neurobiología, comportamiento social y experiencia emocional lleva a una idea central en el Dr. Damasio, basada en que la felicidad no es un punto de llegada, sino un estado que permite avanzar. Perseguirla no consiste en acumular momentos agradables, sino en cultivar las condiciones que la hacen posible, a través de un cuerpo regulado, vínculos sólidos y un entorno social equilibrado.

Para él, ser feliz implica un proceso dinámico que combina supervivencia activa y creación de significado. Ese estado no elimina la complejidad de la vida, pero proporciona la base necesaria para afrontarla con flexibilidad y propósito. En última instancia, la felicidad es la herramienta biológica que hace posible la cultura y sostiene la forma humana de estar en el mundo.