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Acabar con el cambio de hora en 2026. Ése es el nuevo objetivo que tiene Pedro Sánchez. Una iniciativa que ha sido planteada en anteriores ocasiones ante la Comisión Europea (CE), pero sobre la que no existe un acuerdo ni un consenso científico.
El propio Consejo de Ministros ya reconoció en 2019, tras conocer un informe elaborado por una comisión de expertos, que su opinión sobre el cambio de hora "no es unánime ni concluyente".
El informe surgió porque, un año antes, la CE había planteado abolir el cambio entre el horario de verano y el de invierno, que data de 1980. La propuesta no prosperó por una falta de consenso.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha anunciado que pretende retomar esta medida en un vídeo en el que asegura que "lo que dice la ciencia [sobre el cambio de hora] es que trastoca los ritmos biológicos dos veces al año".
"No hay ningún estudio serio sobre esto", apunta a EL ESPAÑOL Guillermo López Lluch, catedrático del Departamento de Fisiología, Anatomía y Biología Celular de la Universidad Pablo de Olavide.
"El impacto que tiene es tan pequeño que se puede mitigar", añade José María Martín Olalla, profesor de Física de la Universidad de Sevilla. A su juicio, centrarlo en este aspecto resulta "muy reduccionista".
Sol cambiante, reloj estático
Cree que surgirían nuevos problemas desde el punto de vista de nuestra fisiología, que está adaptada para arrancar la jornada con el amanecer.
Se percibirían más que en España, por ejemplo, en Finlandia (uno de los mayores impulsores en Europa para acabar con el cambio de hora), donde pasan de tener 24 horas diarias de luz a no tener ninguna cada seis meses.
En nuestro país, de mantener el horario de verano, habría zonas en las que no amanecería hasta las 10 de la mañana, mientras que si se hiciera con el de invierno, en algunos puntos saldría el sol sobre las 5 de la madrugada.
Y "el ciclo circadiano no depende de la hora que aparezca en el reloj, sino de cuándo amanezca y anochezca". Aun así, hay investigaciones que apuntan al cambio de hora como un importante factor de riesgo porque alteran el sistema circadiano.
"No pueden medir lo que pasaría si no practicamos el cambio de hora", critica Martín Olalla sobre estos trabajos que recomiendan mantener el horario de invierno para evitar la exposición excesiva a la luz nocturna.
La incapacidad para llevar a cabo el experimento de no cambiar la hora para ver qué sucedería hace que se asuman hábitos de luz y horarios idealizados para la población.
Jorge Mira Pérez, catedrático de Física de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), se muestra más tajante en su valoración: "Tienen unas bases conceptuales totalmente equivocadas porque pretenden tener el reloj quieto ante un sol cambiante".
Ambos investigadores han participado en estudios recientes en los que, analizando los casos de Bogotá y Nueva York, se desmonta la idea de que el cambio de hora tenga un efecto perjudicial para la salud.
Además de la alteración del ritmo circadiano, otros estudios también han advertido de que la tasa de ictus isquémico aumenta un 8% durante los dos primeros días posteriores al cambio al horario de verano, sobre todo en personas con enfermedades crónicas.
"Es como decir que no debemos vacunarnos porque pueden aparecer efectos en los días posteriores a la vacuna", señala Mira Pérez, quien critica que estos trabajos se centran solamente en las jornadas siguientes al cambio de hora.
Un posible efecto rebote
En su propuesta, Sánchez ha afirmado que "en todas las encuestas a las que se les pregunta a los españoles, de manera mayoritaria están en contra de cambiar el horario".
Según una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), realizada en 2022, el 64% estaban a favor de dejar de cambiar de horario.
Para Martín Olalla, que eliminen el cambio de hora es "la respuesta popular" porque "no se explica el motivo" por el que se lleva a cabo: "No está relacionado con el problema del ahorro energético, sino con las estaciones".
Coincide con Mira Pérez en que "es discutible que un futuro sin cambio de hora sea menos quejoso y más apetecible de lo que tenemos actualmente". El investigador de la USC cree que se trata de "una idea irracional".
Considera incluso que terminarían estableciéndose microhorarios, como se hacían en los años 60, cuando los comercios tenían horario de verano y de invierno: "Si se impone esa locura, tendrá consecuencias", remacha.
