Una levadura descubierta hace menos de 20 años en Japón se ha expandido por una veintena de países europeos, con España a la cabeza. El problema es que se trata de un hongo resistente a los tratamientos habituales y que causa estragos en los hospitales.
Candidozyma auris —anteriormente conocida como Candida auris— supone "una grave amenaza para los pacientes y los sistemas sanitarios", advierten desde el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC).
El hongo puede permanecer largo tiempo en equipos o instrumental médico y, cuando pasa a la sangre de un paciente (por una herida o un cateterismo, por ejemplo), puede alcanzar una mortalidad de hasta el 80%.
Se encontró por primera vez en el conducto auditivo de una paciente japonesa en 2009. Francia fue el primer país en detectarlo en suelo europeo, en 2014, y, desde entonces, se han registrado 4.012 casos en la UE.
De ellos, 1.807 —cerca de la mitad— han sido notificados en España. El siguiente país, Grecia, ha reportado 852 casos; Italia, 712; Rumanía, 404, y Alemania, 120.
Diamantis Plachouras, director de la Sección de Resistencia Antimicrobiana e Infecciones Relacionadas con la Atención Sanitaria del ECDC, ha advertido: "C. auris se ha extendido en solo unos pocos años, de ser casos aislados a estar ampliamente distribuido en algunos países".
Esto, continúa, "muestra lo rápidamente que puede establecerse en los hospitales".
Al otro lado del océano tienen un problema similar. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. la detectaron por primera vez en 2016; su presencia se triplicó entre 2019 y 2021, y ya la consideran "una grave amenaza para la salud mundial".
Por todo esto, la OMS clasificó a C. auris dentro del grupo crítico de hongos patógenos sobre los que hay que actuar prioritariamente, junto a otros tres (C. neoformans, A. fumigatus y C. albicans).
Una reclasificación
El problema con este hongo es que resiste muy bien las condiciones ambientales y presenta resistencia a desinfectantes y fármacos antifúngicos de uso habitual, como el fluconazol.
Perteneciente a la familia de las levaduras, coloniza no solo objetos sino también la piel, las axilas, etc. Y ahí permanece, transmitiéndose de una persona a otra por contacto.
"En el momento en que hay una invasión por catéteres o intubaciones, penetra en el cuerpo y muestra su patogenicidad", explica Concepción Gimeno, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC).
Y aquí puede ocasionar cuadros clínicos febriles "que en muchos casos llevan a la muerte con un síndrome multiorgánico. Cuando pasa a sangre y órganos, la mortalidad es muy alta, del 30% al 80%".
La cifra es muy variable, ya que afecta principalmente a personas sometidas a procedimientos invasivos en el hospital (sobre todo en cuidados críticos), que ya suelen encontrarse en una condición delicada de por sí.
El hongo se detectó en España por primera vez en 2016. Por aquel entonces se le conocía como Candida auris, pero en la actualidad ha sido reclasificado fuera del género Candida, "algo que no es inhabitual en microbiología", explica Gimeno.
Fue un brote en el Hospital General Universitario de Valencia que alcanzó a más de 200 personas colonizadas, de las que "desarrollaron candidemias un 20% de los casos, de los cuales fallecieron entre el 40% y el 60%, unos 8 o 10 pacientes".
Al conocerse tan poco en aquel momento, el brote tardó en controlarse y el hongo se diseminó fácilmente. En 2017 hubo un pico de 266 casos y luego comenzó a bajar, pero la tendencia se frenó con la pandemia.
"Los aislamientos solo se hacían por coronavirus, así que pudieron mezclarse pacientes colonizados y otros que no. No se pudo hacer un aislamiento por cada patógeno". En 2021 se alcanzó un nuevo pico, con 331 casos.
A partir de entonces, la situación ha ido controlándose y, ahora mismo, España está en una situación de "endemia contenida". España, junto a Grecia, Italia y Rumanía, ya no distingue brotes específicos dada su expansión.
Los brotes más recientes se han dado, sin embargo, en Chipre, Francia y Alemania. "Al contrario que en el resto de países, nosotros ya hemos pasado el pico", apunta Gimeno. "Sabemos cómo controlar el patógeno y va bajando su incidencia".
Actualmente, en hospitales con historial se realiza la detección de portadores —personas colonizadas pero en quienes el hongo no ha penetrado— de forma rutinaria en todos los pacientes ingresados. "Cuando lo detectamos, se aísla al paciente y se limpia".
Aunque es resistente al fluconazol y medicamentos similares, todavía existen opciones de tratamiento. Lo importante, ahora, es controlarlo para que, precisamente, no haya que buscar nuevas alternativas para eliminarlo.
