Agosto ha sido un mes de fuego dominado por una única e intensa ola de calor de 15 días y por los incendios más voraces de los últimos 30 años en España. Lamentablemente, los récords de temperaturas y de territorios quemados han sido pulverizados.
Durante estas olas de calor, la mortalidad se dispara: sólo alrededor del 2% de las muertes que se atribuyen a las altas temperaturas se deben a un golpe de calor, el 98% restante se debe a agravamientos de problemas cardíacos o respiratorios en población vulnerable.
Ahora bien, el calor extremo también impacta en la salud mental y este es un problema del que no se habla tan a menudo. Varios estudios han encontrado datos que sugieren que durante las olas de calor también aumentan los ingresos en áreas de Psiquiatría.
Un estudio australiano, publicado en Environmental Medicine, observó que cuando en la ciudad de Adelaida la temperatura ascendía por encima de los 26,7 ºC, los ingresos por trastornos mentales y del comportamiento aumentaron un 7,3%.
Datos similares se han observado en otras partes del mundo. Este estudio de Scientific Reports analizó hasta 60 países entre 1979 y 2016 y concluyó que en los países con los resultados más significativos una ola de calor extra puede aumentar un 3,5% la tasa de suicidios.
El psiquiatra Eduard Vieta, jefe de servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Clínic de Barcelona, publicó el año pasado junto a su equipo una importante revisión de estudios en la revista científica World Psychiatry sobre los efectos del calentamiento global en la salud mental.
"Quedó claro que el calor extremo se relaciona con un mayor número de suicidios, pero también analizamos las consecuencias de otros fenómenos extremos que el calentamiento global está haciendo cada vez más frecuentes", explica Vieta.
Las cifras de suicidios han aumentado ya un 5% con respecto a las épocas preindustriales, según ese estudio, y los autores entre los que se encuentra Vieta calculan que para 2050 podrían llegar hasta el 7%. Pero la salud mental raramente se cita como una consecuencia de la crisis climática.
Pero, ¿a qué se debe este fenómeno? "El calor no genera depresión por sí mismo, pero sí podría incrementar la carga física y emocional en algunas personas", explica el psicólogo clínico Miguel Guerrero Díaz. "Es un factor precipitante de malestar o riesgo en quienes ya estaban en una situación previa de fragilidad".
El calor y el cerebro
Guerrero, que es especialista en prevención e intervención de la conducta suicida del Servicio Andaluz de Salud (SAS), explica que el calor dificulta el sueño y el descanso, puede alterar el equilibrio hormonal o la función cardiovascular.
"La depresión, la ansiedad o la bipolaridad se pueden acentuar más con el calor por la alteración del sueño y la desregulación emocional que produce el calor. También en verano se interrumpen las rutinas, que son muy importantes para el tratamiento en salud mental", explica Mercedes Bermejo, psicóloga sanitaria del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid.
Además, también puede modificar la eficacia o la tolerancia de ciertos tratamientos psiquiátricos. "Algunos antipsicóticos y antidepresivos pueden afectar la termorregulación o la hidratación, aumentando la sensibilidad a las olas de calor", explica Guerrero.
"Algunos psicofármacos cambian señales vitales como la sed, quienes los toman pueden tener dificultades para sentir la necesidad de beber. El litio, tratamiento para la bipolaridad, puede ser también menos efectivo", destaca Bermejo.
Los pacientes que los toman, por tanto, podrían experimentar más fatiga, mareos o deshidratación. "Además, el calor dificulta el mantenimiento de rutinas saludables, como la alimentación adecuada, la hidratación y la actividad física, fundamentales para la recuperación", destaca Guerrero.
Las olas de calor extremas y los altos niveles de humedad, reconoce este experto, se han vinculado con un mayor número de ingresos en salud mental, sobre todo en mujeres y en población joven. Pero advierte de que estos casos no pueden explicarse sólo por el calor.
Lo mismo sucede con esas tasas mayores de suicidio que coinciden con las olas de calor. "Hablar de calor y salud mental exige reconocer esta interacción entre biología, tratamiento y condiciones sociales", advierte el psicólogo del SAS.
Y continúa: "Sería un error atribuir a la temperatura la capacidad de causar un suicidio. En el suicidio confluyen factores interpersonales, clínicos, sociales, económicos, políticos y culturales". Lo riguroso, en su opinión, "es entender el calor como un factor de riesgo que interactúa con otros determinantes en un entramado mucho más amplio".
El calor, a fin de cuentas, actúa intensificando los síntomas ansiosos o depresivos, "pero no induce ideas suicidas ni juega un papel relevante en la transición al intento de suicidio", dice Guerrero. Eso sí, este experto explica que sí debemos tener el calor extremo en cuenta.
Guerrero denuncia que cuando se publican campañas de concienciación sobre el calor se hace énfasis en la prevención de los golpes de calor y de problemas cardíacos, pero la atención a la salud mental es todavía una asignatura pendiente.
"Las personas que viven en condiciones más precarias —viviendas pequeñas, sin climatización, con menos acceso a espacios verdes o recursos recreativos— están más expuestas al estrés ambiental, al aislamiento social y a la falta de redes de apoyo", señala Guerrero.
Los pacientes con menos recursos son más vulnerables a los efectos del calor y, por tanto, al agravamiento de su condición. Pero también en general, subraya Guerrero, "el riesgo de suicidio se concentra en quienes enfrentan desigualdades estructurales, condiciones de vida desfavorables y menores oportunidades de protección social".
Una situación que empeora
"España se enfrenta a olas de calor cada vez más intensas y prolongadas, y la salud mental no puede seguir tratándose como un asunto secundario o menor", reivindica Guerrero. Para ello, propone un mejor seguimiento clínico en olas de calor y garantizar el acceso a refugios climáticos.
"Sin olvidar a las personas sin hogar, que sufren estas condiciones en mayor proporción. Prevenir el impacto del calor en la salud mental debería ser una prioridad tan urgente como proteger la salud física", añade Guerrero.
¿Y qué le sucede a la salud mental tras la vivencia de unos incendios tan salvajes como los de este 2025? El psiquiatra Eduard Vieta asegura que en las zonas de los incendios habrá una explosión de casos de salud mental.
"Ahora las víctimas de los incendios están preocupadas por su entorno, pero en unos meses, cuando hayan dejado de ser noticia, vendrán los problemas de salud mental. Como en cualquier evento catastrófico, el más esperable es el trastorno por estrés postraumático", explica Vieta.
Trastornos del sueño, pesadillas, recuerdos que invaden la vida diurna, evitar a las personas, ansiedad y depresión. Estas son algunas de las consecuencias más comunes tras una situación como la que se vive cerca de las llamas.
Las personas que no padecen trastornos mentales y que no han vivido el incendio desde la cercanía también podrían experimentar un peor estado emocional a raíz de este agosto de fuego. Algunos medios hablan de la supuesta depresión estacional de verano.
Se trata de un concepto que aparece en los medios y que hace referencia a la posible sensación de tristeza o agotamiento que algunas personas pueden experimentar en verano. A Guerrero le parece un concepto "poco científico y confuso".
El calor puede estresarnos y volvernos irritables a todos y en algunas personas "puede traducirse en tristeza, apatía o ansiedad". Todas estas reacciones son normales, según explica Guerrero, y tratarlas como una patología fomenta el sobrediagnóstico y trivializa los verdaderos trastornos depresivos.
"El calor extremo supone una carga biológica extra sobre nuestras funciones cognitivas", explica Bermejo y, por eso, podemos experimentar una mayor dificultad para realizar tareas. "Lo más importante es que optimicemos el descanso".
Es decir, la psicóloga recomienda que mejoremos nuestros hábitos de higiene del sueño: "Mantengamos fresco el dormitorio, ventilado, minimicemos la exposición a pantallas y el consumo de alcohol o café. También es bueno mantener rutinas, que nos dan sensación de control y bienestar", sostiene.
Experimentar malestar al presenciar las noticias sobre los devastadores incendios se engloba en lo que se conoce como eco-ansiedad. "Las personas más sugestionables, ansiosas o que se preocupan más pueden volcar su preocupación en estas noticias", explica Vieta.
"Es una manera más de expresión de la ansiedad que padecen estas personas. Algunos también pueden ser hipocondríacos", sigue. Para estos casos, el experto recomienda que la información que consultemos siempre sea la más rigurosa y sostenida con datos.
Explica que la ansiedad por la crisis climática es compleja "porque el calentamiento global es algo que nos debería preocupar. Eso sí, no dejar que se convierta en una ansiedad patológica. La frontera entre ambos sentimientos puede ser difícil de percibir".
"Tenemos que tener en cuenta que la preocupación por el calentamiento global está siendo utilizada por las ideologías contrarias al progreso. Ahora hay suficiente evidencia científica para pensar que quien niega el calentamiento global está manipulando", afirma Vieta.
