"Con todo el respeto, ¿usted cree que es una buena idea traer un bebé de un año a un concierto donde los decibelios están en la puta mierda, donde el sonido está durísimo? ¿Usted sabe lo que le está haciendo al niño? La próxima vez protéjale los oídos".
Quien echa esta reprimenda es el cantante colombiano Maluma, que la semana pasada detuvo su concierto en Ciudad de México al ver que una madre sostenía a su bebé demasiado cerca de los altavoces y sin ninguna protección.
El vídeo se ha hecho viral en las redes sociales. "Ese niño no quiere estar ahí, lo digo con todo el cariño y todo el respeto, yo también soy papá", comentaba el artista para suavizar la amonestación.
La preocupación del artista es legítima: si los expertos recomiendan no exponer a los menores a ruidos mayores de 85 decibelios (dB) —algo así como estar en la calle con un tráfico denso—, en los conciertos el pico suele estar por encima de los 120 dB.
Ojo: la escala en la que se mide la intensidad del sonido es logarítmica, lo quiere decir que por cada 10 dB de aumento la intensidad del sonido se multiplica por 10. Ahora calcule la diferencia de intensidad entre 85 y 120 dB.
A esos niveles, es posible provocar un daño auditivo irreversible en cuestión de segundos, advierten los especialistas.
Aunque Maluma tiene un sitio privilegiado para observar a su público, no es extraño que los asistentes a conciertos veamos padres y madres con sus hijos pequeños entre el público de conciertos y festivales, sobre todo con la llegada del buen tiempo.
"El verano es una época especialmente delicada porque se juntan las reuniones sociales, las fiestas de pueblo, los festivales y otras alternativas de ocio, etc.", comenta la pediatra Elena Codina.
Y aunque no es raro ver a un menor con orejeras protectoras, tampoco lo es verlo sin ellas, o demasiado cerca de los altavoces.
"Es necesario encontrar un equilibrio entre quedarse encerrado en casa y el ocio pero a veces, como padres, nos relajamos demasiado y deberíamos tener presente los riesgos de acudir con nuestros hijos a un evento que no está preparado para ellos".
La cuestión es que muchas veces los padres no son conscientes de estos riesgos. Y ni los organizadores de los eventos ni los responsables de los recintos advierten de ellos.
Por eso, el Comité de Salud Medioambiental de la Asociación Española de Pediatría, del que Codina es secretaria, ha emitido unas recomendaciones a tener en cuenta a la hora de llevar a menores a conciertos de adultos este verano.
Si son menores de seis años, los pediatras son tajantes: no es recomendable que asistan a este tipo de eventos, incluso con protección auditiva.
Entre los seis y los doce años se puede acudir con ellos si el concierto cumple ciertos requisitos como controlar el volumen (hay apps móviles con las que se puede medir la intensidad del sonido cierta fiabilidad) o disponer de zonas acústicamente seguras para niños.
Eso sí, no hay que olvidar ciertas medidas de seguridad: orejeras mejor que tapones para los oídos, y situarse a al menos 30 metros de distancia de los altavoces principales.
Codina apunta que, aunque no es una regla general, los recintos abiertos suelen ser más seguros pues se evita que el sonido retumbe en las paredes y se magnifique, aunque los lugares cerrados pueden estar preparados para esta circunstancia.
A partir de los 12 años, los especialistas recomiendan mantener la protección adecuada, así como respetar los tiempos de exposición y seguir alejados de los altavoces.
"Hemos normalizado el ruido"
Se calcula que cada año se diagnostican con algún tipo de sordera a unos 1.900 niños y niñas en España.
La mayoría son congénitas pero la Comisión para la Detección Precoz de la Sordera Infantil (Codepeh) advierte que están aumentando las sorderas de desarrollo tardío relacionadas con infecciones, traumatismos o la exposición a altos volúmenes de ruido.
"Tenemos el ruido muy normalizado", apunta Codina. "Aunque no hay datos que nos permitan afirmar que aumentan las sorderas por esta causa, hay que recordar que el ruido es el segundo factor de riesgo ambiental que más daño causa a la salud humana, solo detrás de la contaminación atmosférica".
La OMS estima que más de 1.000 millones de jóvenes de entre 12 y 35 años en todo el mundo están en riesgo de sufrir pérdidas auditivas irreversibles por exposición a ruido ambiental u ocio ruidoso.
También se calcula que hasta el 20% de los niños de áreas urbanas están expuestos a niveles peligrosos de ruido que pueden causar daños auditivos.
La situación es especialmente delicada en bebés y lactantes, que carecen de mecanismos de protección frente a la intensidad del sonido y que tampoco pueden expresar de forma directa la desagradable experiencia de un exceso de ruido.
Por eso los pediatras piden a los padres que, tras un concierto, estén atentos a signos como un llanto inconsolable, parpadeos frecuentes, sobresaltos exagerados, apatía o falta de reacción frente a sonidos habituales.
Elena Codina cree que parte de la responsabilidad también es de los recintos y los organizadores. "Poner advertencias quizá sería un primer paso, igual que en algunos sitios se pide apagar los móviles".
No se trata únicamente del ruido sino "también puede haber humo de tabaco, una suma de hecho ambientales que hacen que no sean saludables para los niños. Hay que intentar concienciar, aunque sea con un mensaje repetitivo. Cuanto más pequeño es el niño, peor".
