Están al frente de las labores de extinción de los más de 30 incendios activos en España ahora mismo, resistiendo las altas temperaturas (las del fuego, la ola de calor y el traje de trabajo) y luchando hasta la extenuación para controlar las llamas.
Este esfuerzo lo pagarán con su salud. "La esperanza de vida del bombero es casi una década menor que la de la población general", denuncia Juan Carlos Martínez, responsable de Bomberos CSIF Comunidad de Madrid.
Enfermedades cardiovasculares y cáncer son los principales responsables, pero la lista de problemas de salud que afrontan incluye también patologías respiratorias, trastornos mentales y hasta enfermedades autoinmunes.
"Principalmente nos afecta el cáncer, por los gases tóxicos que inhalamos en diversas circunstancias", resume Martínez. "Llevamos medidas de protección que cada vez evitan más la exposición a estos gases, pero es imposible no tener contacto".
Además, las cardiopatías "están menos estudiadas pero hay un gran número". Una investigación realizada en 2003 en Estados Unidos concluyó que el 45% de las muertes en acto de servicio estaban causadas por enfermedades coronarias.
"Muchas veces es el estrés de la propia alarma. Podemos estar en el parque de bomberos descansando y tener 57 pulsaciones por minutos: cuando entra una llamada, se disparan a 180, y eso acaba provocando cardiopatía".
Por eso, continúa, "muchos parques están sustituyendo las sirenas por avisos luminosos".
Es el cáncer, con todo, la principal causa de muerte de estos profesionales.
Un estudio publicado en 2023 en la revista científica Journal of Occupational Medicine y basado en más de 600 registros de mortalidad en Escocia concluía que los bomberos tienen 1,6 veces más riesgo de morir por cáncer.
No obstante, este riesgo varía según el tipo de tumor. Los más preocupantes serían los de esófago (2,42 veces), sistema urinario (riñón y vejiga, 1,94 veces) y próstata (3,8 veces).
Una revisión de estudios publicada en 2006 apuntaba, además, que estos servidores públicos tenían también mayor riesgo de sufrir mieloma múltiple, linfoma no Hodgkin, melanoma, cáncer de pulmón, colon o hígado, así como tumores cerebrales.
Retardantes y tumores cerebrales
Los tóxicos a los que se exponen los bomberos son variados, desde el amianto de la uralita o los procedentes del caucho de neumáticos quemados —más frecuente de lo que parece en incendios forestales— hasta el propio hollín o, incluso, ciertos químicos presentes en los equipos de extinción de incendios.
Un estudio publicado el pasado marzo en la revista Cancer confirmaba mutaciones específicas de genes relacionados con el glioma (el cáncer cerebral más frecuente) en personas con historial de bombero y otras profesiones relacionadas con el uso de haloalcanos.
Estos químicos están presentes en productos usados como retardantes de llama o extintores, pero también en otros utilizados en la pintura industrial o los talleres mecánicos.
La evidencia científica que relaciona el ejercicio de bombero y el cáncer es tal que en 2022 la Agencia Internacional para la Investigación del cáncer pasó de incluir la profesión en el grupo 2B (posiblemente cancerígena) al grupo 1 (definitivamente asociada al cáncer).
Sin embargo, como explica Juan Carlos Martínez, del sindicato CSIF, son muy pocos los tumores que se reconocen como enfermedad profesional.
"Es difícil relacionar causa y efecto porque no estamos siempre en el mismo entorno, como un trabajador que esté expuesto al amianto todos los días".
E incide: "Todos conocemos casos de cánceres en nuestros compañeros, pero no podemos relacionarlos a una causa concreta".
Mientras tanto, se sigue estudiando esta relación ya se están llevando a cabo iniciativas para minimizar el riesgo de exposición a tóxicos.
En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, "llevamos dos años con un proyecto para medir la cantidad de sustancias que recibimos en un incendio forestal. Varios bomberos llevan medidores personales y filtros, y a finales del verano conoceremos el efecto".
La idea, explica a EL ESPAÑOL, es que funcionen como una alerta por acumulación de tóxicos. "Mientras que ahora trabajamos en función del cansancio para hacer los relevos, esta herramienta nos indicará un límite de intervención".
En la última década, las características de los incendios forestales han variado y, si antes había un mayor número, ahora son menos pero con una extensión más amplia. Menos pero más virulentos.
Algunos de ellos superan toda capacidad de extinción. Son los que se conocen como incendios de sexta generación o megaincendios, fomentados por el cambio climático mediante grandes sequías y temperaturas anormalmente altas durante largos periodos de tiempo.
Juan Carlos Martínez no cree, sin embargo, que estas nueva modalidad de incendios genere unos riesgos para la salud mayores o más duros que los de los incendios actuales.
"Son las circunstancias de cada incendio las que hacen que la seguridad sea menor: vas corriendo por una ladera, la protección es cambiante y eso es lo que afecta".
Entre 2014 y 2025 han muerto 11 bomberos en acto de servicio en nuestro país. Muchos otros han sobrevivido pero las llamas habrán marcado su salud para siempre.
