Se suele repetir el mantra de que debemos realizar una alimentación 80/20 para hablar de un nivel "saludable". Un 80% debería ser 'comida real' totalmente saludable, y un 20% destinado a "caprichos" o picoteos "menos estrictos". Dentro de este 20% entrarían los ultraprocesados y las comidas ricas en grasa. Sin embargo, parece que las cosas no son tan fáciles.
Así lo sugiere un nuevo estudio publicado en The Journal of Nutritional Physiology, que apunta a que incluso una sola comida rica en grasas saturadas tendría efectos sobre el flujo sanguíneo cerebral. Y esto a su vez aumentaría el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular y demencia.
"Los principales tipos de grasas que consumimos son las saturadas y las insaturadas (monoinsaturadas y poliinsaturadas), que se diferencian por su composición química. Pero estas grasas tienen diferentes efectos en nuestro cuerpo", explican Chris Marley, profesor de fisiología del ejercicio, junto a Damian Bailey, profesor de fisiología y bioquímica en la Universidad del Sur de Gales en The Conversation.
Un ejemplo, según explican los autores de este nuevo estudio, sería la típica pizza a domicilio de un viernes noche. Ese "capricho" puntual se ha asociado con alteraciones en los vasos sanguíneos y la salud cardíaca, y dichos perjuicios no estarían solo limitados al corazón.
"El cerebro tiene reservas de energía limitadas, lo que significa que depende en gran medida de un suministro continuo de sangre que transporta oxígeno y glucosa para mantener su funcionamiento normal", explican.
En este aspecto, una de las formas que usa el organismo para mantener dicho suministro energético sería la "autorregulación cerebral dinámica", un proceso que asegura que el flujo sanguíneo hacia el cerebro se mantenga estable a pesar de los cambios de presión arterial.
Sin embargo, si ese proceso se ve alterado, las fluctuaciones de la tensión arterial se vuelven difíciles de controlar, y a largo plazo aumenta el riesgo de enfermedad cerebrovascular y demencia. En este aspecto, la dieta es clave: tras ingerir una comida rica en grasas saturadas, los niveles de grasa en sangre aumentan y alcanzan su punto máximo tras unas cuatro horas.
Al mismo tiempo, los vasos sanguíneos se endurecen y pierden su capacidad para relajarse y expandirse, afectando al flujo sanguíneo general. Para saber cómo afecta esto al cerebro, los investigadores reclutaron a 20 hombres de entre 18 y 35 años, y a 21 hombres de entre 60 y 80 años.
Les midieron la función de sus vasos sanguíneos vinculados a la salud del corazón y el cerebro antes y cuatro horas después de una comida rica en grasas: un batido espeso con 1.362 calorías y 130 gramos de grasa. Aunque parezcan cantidades ingentes, sería similar a la carga de grasa consumida en cualquier restaurante de comida rápida.
Como ya se habría concluido en estudios previos, una comida rica en grasas alteraría la capacidad de dilatación de los vasos sanguíneos vinculados con la salud cardíaca, a cualquier edad. Estas alteraciones redujeron la capacidad del cerebro para amortiguar los cambios en la presión arterial.
Además, esta última parte fue hasta un 10% peor en los adultos mayores, lo que sugeriría que los cerebros de mayor edad serían más vulnerables a los efectos de este tipo de comidas. En trabajos previos se ha demostrado que estas comidas aumentan los radicales libres y disminuyen los niveles de óxido nítrico, colaborador en la dilatación y relajación de los vasos sanguíneos.
"Si bien es poco probable que una comida para llevar ocasional cause daño por sí sola, nuestros resultados sugieren que incluso una sola comida rica en grasas tiene un efecto inmediato en el organismo", explican los investigadores.
Como conclusión, los investigadores destacan la importancia de consumir una dieta baja en grasas saturadas para proteger tanto la salud cardíaca como cerebral, especialmente en el caso de los adultos mayores, cuyos cerebros parecen ser más vulnerables a los efectos de estos alimentos, y cuya edad ya aumenta el riesgo de enfermedad cerebrovascular y neurodegenerativa.
