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El envejecimiento se asocia a múltiples cambios tanto físicos como psicológicos. Los primeros son los más evidentes: cambios en el color y textura de la piel, en la cuantía y color del pelo, forma de caminar, equilibrio y agilidad... Respecto a nuestra dermis, existen muchas hipótesis alrededor de la formación de sus arrugas, pero la realidad podría ser mucho más simple.

Guy German, del Departamento de Ingeniería Biomédica de la Universidad de Binghamton, ha publicado recientemente junto a su equipo una explicación reveladora sobre el fenómeno en el Journal of the Mechanical Behavior of Biomedical Materials. La piel es más propensa a las arrugas cuando se estira en una dirección mientras se contrae en otra, y se acaba deformando, un proceso que se acentúa con la edad.

Los científicos han creído durante mucho tiempo que la piel se arruga a medida que envejecemos por una serie de factores: sensibilidad genética, condiciones patológicas, daño solar, pérdida de proteínas estructurales como colágeno y elastina...

En investigaciones previas con modelos computacionales se mostraban cambios en las propiedades mecánicas y estructurales de la capa dérmica (la capa que contiene el colágeno y la elastina), que disminuirían y se alterarían con el envejecimiento. Sin embargo, esta hipótesis no se habían validado de forma experimental con muestras de piel reales hasta ahora.

"Esto ya no es una teoría. Ahora tenemos evidencia experimental sólida que demuestra el mecanismo físico del envejecimiento", sostiene German. "La televisión, la radio, internet, las tiendas, todos dicen cosas diferentes sobre cómo mejorar la salud de mi piel. Quería saber qué es correcto y qué no. Así que pensé en ir al final e intentar descubrirlo por mi mismo".

Junto a los investigadores Abraham Ittycheri y Alejandro Wiltshire, usaron un tensiómetro de baja fuerza para estirar pequeñas tiras celulares de piel de personas de entre 16 y 91 años, simulando las fuerzas que la piel experimenta naturalmente. Descubrieron que, cuando la piel se estira en una dirección, se contrae en la otra. Sin embargo, esta contracción se acentúa con la edad, lo que provoca finalmente la formación de las arrugas.

"Si estiras la plastilina, por ejemplo, se estira horizontalmente, pero también se encoge en la dirección opuesta. Eso también ocurre en la piel. A medida que envejecemos, esa contracción se hace mayor. Y si la piel se contrae demasiado, se deforma. Así es como se forman las arrugas", ilustra German.

En la juventud, la piel posee un conjunto de propiedades mecánicas que, durante el envejecimiento, empiezan a cambiar. La piel se deteriora poco a poco, se estira de forma más lateral, y esto a su vez fomenta la formación de arrugas: "Y la razón principal es que la piel no está en un estado libre de estrés. Existen fuerzas inherentes a la propia piel que impulsan la aparición de arrugas" .

¿Y qué podemos hacer para contrarrestarlo? Respecto al verano y la exposición solar, German señala que el envejecimiento prematuro causado por períodos crónicos de exposición solar puede tener el mismo efecto en la piel que el envejecimiento cronológico.

"Si pasas la vida trabajando al aire libre, es más probable que tengas la piel más envejecida y arrugada que quienes trabajan en oficinas, por ejemplo. El envejecimiento cronológico y el fotoenvejecimiento producen resultados similares. Así que disfruta de un verano estupendo, pero no olvides el protector solar. Tu yo del futuro lo agradecerá".