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"Haz cuadernillos de ortografía", "Lee más libros" o "Tienes que esforzarte más para escribir bien" son frases que las personas con dislexia oyen continuamente de quienes infravaloran su problema.

"Me lo han dicho miles de veces", cuenta Lorena Artacho, de la última remesa de opositores para la educación pública. La joven andaluza publicaba hace unos días un vídeo en TikTok denunciando la falta de adaptaciones en este tipo de pruebas para personas como ella.

Enseguida la publicación se llenó de personas apoyándola, pero también de otras que calificaban su discurso de excusas y le decían que no se había esforzado lo suficiente para conseguir escribir con una ortografía perfecta, ya que suspende la oposición únicamente por cometer faltas.

Sin embargo, no se trata de eso. En muchos casos, aunque sigan esas recomendaciones, lean mucho y rellenen infinitos cuadernillos de ortografía, seguirán experimentando estas dificultades porque la dislexia es un trastorno del aprendizaje y no tiene cura.

"Cuando las comete una persona diagnosticada con dislexia, no son faltas de ortografía, son síntomas", dice tajante Araceli Salas, portavoz de la Federación Española de Dislexia (FEDIS).

¿Cuánta gente tiene dislexia?

La prevalencia de la dislexia no está del todo clara. La Organización Mundial de la Salud estima que el 10% de la población sufre este problema, lo que supondría unos 4,8 millones de personas en España. Otra estimación del Child Mind Institute, de Estados Unidos, la sitúa entre el 10% y el 15%.

Se calcula que, aproximadamente, unos 800.000 menores escolarizados sufren este problema, pero solo el 33% recibe la atención profesional que necesita, según informa el Servicio de Información sobre Discapacidad, un portal web de la Junta de Castilla y León.

¿Qué le ocurre a un cerebro con dislexia?

El cerebro de las personas con dislexia funciona de manera diferente, hay una alteración en el procesamiento fonológico, expone Salas. En muchas ocasiones experimenta enormes dificultades para reconocer qué sonido va con cada letra, por eso tienen más problemas a la hora de escribir.

En el lenguaje están implicadas dos áreas del hemisferio izquierdo del cerebro. Una es la región temporal izquierda, relacionada con la comprensión del lenguaje y la lectura. La otra es la caja de letras, en el lóbulo lateral izquierdo parietoccipital, que se encarga de reconocer las palabras.

En las personas con dislexia, estas dos áreas presentan una actividad menor que en quienes no tienen este problema, explica la psicóloga Cristina Navarro en su página web. A pesar de esta información, todavía no se conoce la causa, o causas, exacta de este problema.

Estas diferencias en el funcionamiento cerebral son las que llevan a Artacho, y a millones de personas como ella, a saltarse líneas o intercambiar las letras cuando lee un texto. "Puedo entender totalmente lo contrario porque lo he leído mal", cuenta.

Cuando escribe, puede omitir o repetir sílabas o vocales. Lo mismo le ocurre con las tildes. "Me canso muchísimo porque mi cerebro hace un esfuerzo extra por leer y por escribir", lamenta la joven andaluza.

Dislexia y problemas de la salud mental

Las personas con dislexia también tienen un riesgo mayor de sufrir problemas de salud mental. Un estudio publicado en 2023 asoció este problema con mayores niveles de estrés y síntomas depresivos en niños.

Análisis recientes han visto también que los alumnos con dificultades de lectura, sobre todo con esta dificultad, presentan un mayor riesgo de desarrollar trastornos de ansiedad y depresión. Este efecto se incrementa en la adolescencia.

Salas achaca esta consecuencia a la subestimación de la dislexia por parte de la sociedad y la falta de apoyo con la que se encuentran estos menores. "Están toda su etapa escolar bajo una presión extrema y no les comprenden. No hay cerebro que lo aguante", sentencia.

Para la portavoz de FEDIS, esto es el producto de esa falta de atención profesional y de un diagnóstico temprano que permita a los niños ir desarrollando herramientas desde pequeños para poder tener un buen desempeño escolar.

Artacho se reconoce completamente en esta información. La joven admite que la dislexia, además de aumentar su estrés y ansiedad, también le provocó una baja autoestima. "Pensaba que era una inútil o una fracasada".

En su caso, además, ha tenido mucho que ver que no consiguió un diagnóstico hasta 2024, siendo adulta y una vez que había terminado la universidad. "Se me saltaron las lágrimas porque entendí que no era tonta".

De hecho, fue ella misma quien, durante los primeros años de carrera, se dio cuenta de que los síntomas que estaba estudiando para una de sus asignaturas encajaban con lo que le ocurría a ella.

Antes de eso, todo lo que tenía que ver con lo académico para ella conllevaba una enorme frustración. No entendía por qué no podía sacar notas altas como sus amigas, cuando estudiaba lo mismo o más que ellas.

Salas la comprende perfectamente y defiende una adaptación real en la educación con herramientas, como lectores digitales, que les permitan a los menores con dislexia estudiar en las mismas condiciones que sus compañeros. "Nunca se le diría a un miope que no usara gafas", puntualiza.