El lorazepam o el alprazolam suelen estar entre los medicamentos más recetados cuando alguien sufre una crisis de ansiedad. Actúan rápido, calman el cuerpo en minutos y ofrecen un alivio casi inmediato. Pero también pueden reforzar una idea que conviene cuestionar: que la ansiedad es algo que debe eliminarse cuanto antes.
El psicólogo Fernando Azor lanza una advertencia en un vídeo en redes sociales: “El alprazolam y el lorazepam —cuyas marcas comerciales más conocidas son Trankimazin y Orfidal- son fármacos muy conocidos que producen un efecto muy significativo en cuanto a la reducción de los niveles de alerta, preocupación y angustia”. Sin embargo, el alivio rápido puede tener un precio. “Vamos a crear una sensación también de que todos los síntomas de alerta y preocupación están mal”.
Muchas personas no han aprendido a gestionar los síntomas físicos que acompañan a una crisis de ansiedad. Palpitaciones, visión borrosa, tensión muscular, pensamientos intrusivos… todo eso se percibe como una amenaza en sí misma. “Eso sería como decir que tener hambre está mal”, señala Azor. El problema no es sentir ansiedad, sino no saber qué hacer con ella.
Lejos de ser un fenómeno individual, la ansiedad se ha convertido en un rasgo colectivo. Según el informe La situación de la salud mental en España, elaborado por la Confederación Salud Mental España y la Fundación Mutua Madrileña, cuatro de cada diez personas (39,3 %) valoran negativamente su salud mental actual. Y el 74,7 % cree que ha empeorado en los últimos años, sobre todo por motivos económicos, incertidumbre y estrés cotidiano.
El estudio, realizado con más de 2.000 participantes, revela que el 47,6 % ha sufrido ataques de ansiedad o pánico y que los grupos más afectados son las mujeres, los jóvenes y las personas del colectivo LGTB. Además, un 18,9 % de la población consume psicofármacos, y de ellos, el 73 % lo hace cada día. Los más comunes son los ansiolíticos, precisamente los que más se recetan en atención primaria.
Pese a la elevada demanda, más de la mitad de los encuestados considera que la atención psicológica es económicamente inaccesible. El resultado es una dependencia creciente de los fármacos sin un trabajo paralelo que permita afrontar las causas profundas del malestar.
Lo que pasa en el cuerpo con la ansiedad
Desde el Hospital Clínic de Barcelona recuerdan que la ansiedad es una respuesta adaptativa que, en condiciones normales, nos prepara para actuar. El problema aparece cuando esa respuesta se activa sin una amenaza real o se cronifica. Entonces, el sistema nervioso se mantiene en alerta constante, como una alarma que no se apaga, lo que puede tener consecuencias físicas, cognitivas y emocionales.
Esta activación involucra cambios hormonales, musculares y respiratorios: el corazón se acelera, la respiración se agita, los músculos se tensan, las pupilas se dilatan. Todo el cuerpo se pone en modo “emergencia”, pero sin motivo aparente. Si ese estado se repite o se evita sistemáticamente con medicación, se corre el riesgo de perpetuar el trastorno.
Tolerar, actuar y prevenir
La plataforma SOM Salud Mental 360 insiste en un punto clave: cuanto más intentamos controlar la ansiedad, más nos desborda. En lugar de centrarse en eliminar los síntomas, los expertos proponen un enfoque diferente: aprender a convivir con ellos sin miedo. Eso incluye técnicas de exposición, respiración, atención plena y, sobre todo, modificar los patrones de evitación que hacen que la ansiedad se mantenga.
“La ansiedad tiende siempre a anticipar un futuro catastrófico, aunque nunca se haya cumplido”, explican. Por eso, en lugar de huir o medicarse cada vez que aparece, el objetivo es perderle el miedo a través del entrenamiento emocional y la acción gradual.
Además, la prevención juega un papel fundamental. Mantener un estilo de vida saludable —alimentación equilibrada, ejercicio físico, buen descanso, evitar sustancias tóxicas y cultivar vínculos sociales— puede reducir la ansiedad basal y prevenir futuras crisis. También es útil incorporar ejercicios de relajación, como la respiración abdominal, y evitar caer en patrones de control excesivo que solo alimentan la angustia.