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La asociación entre la regla y algún tipo de síntoma o problema no es algo extraño ni infrecuente. La larga lista de posibilidades va desde la afectación del estado de ánimo hasta síntomas físicos como dolores o náuseas. Sin embargo, la gravedad puede distar mucho entre uno y otro caso.

Posiblemente, una de las condiciones más graves sea el trastorno disfórico premenstrual. Puede cursar con síntomas depresivos, irritabilidad y falta de ganas de hacer cosas, explica Laura Baquedano, jefa de servicio de ginecología del Hospital Universitario, Miguel Servet en Zaragoza.

Las pacientes también pueden experimentar dificultad para concentrarse y una gran niebla mental, agrega. Los síntomas físicos pueden sufrir calambres, dolor abdominal y un aumento del apetito, agrega.

Además, pueden experimentar una especial sensibilidad de zonas como los pechos, continúa Juan Antequera, vocal de la junta directiva de la Sociedad Española de Psicología Clínica (ANPIR).

Todos estos síntomas afectan al día a día de las pacientes, a su trabajo y a sus relaciones interpersonales. "Realmente impacta mucho en su calidad de vida", lamenta Baquedano. En muchos casos, agrega Antequera, "genera un malestar tan grande que tienen que dejar de funcionar".

Va más allá, incluso. El psicólogo clínico explica que los estudios sobre el tema ya han demostrado que la ideación suicida y el suicidio consumado tienen el doble de prevalencia que quienes no cuentan con este diagnóstico.

Prevalencia y diagnóstico

Las cifras de prevalencia todavía no están claras. El DSM-5 (la clasificación de los trastornos mentales) lo sitúa entre el 1,8% y el 5,8% de las mujeres. Otras entidades, como la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, la sitúan entre un 3% y un 8%.

Aun así, Antequera cuenta que las pacientes que se ven en consulta son "muchas menos". El especialista de la salud mental cree que es una cuestión que puede deberse a un motivo "puramente cultural". No buscan atención porque normalizan que haya problemas asociados a la regla.

El trastorno disfórico premenstrual es una enfermedad que es cíclica, aparece una semana antes de que comience la menstruación y desaparece cuando comienza el periodo o a los pocos días, indica el psicólogo clínico.

De hecho, esta característica es imprescindible para el diagnóstico, cuenta Antequera. La paciente debe haberlo experimentado todos los meses durante, al menos, un año, para considerar que sufre trastorno disfórico premenstrual, desgrana el psicólogo clínico.

Baquedano pone de manifiesto la importancia de hacer un abordaje multidisciplinar. No se puede limitar solo a un especialista, lo mejor es contar con la colaboración entre ginecólogos, psicólogos, psiquiatras y médicos de atención primaria.

Una vez que se acude al médico, desde la consulta se comprueba durante dos meses que los síntomas cursan como los explica el manual diagnóstico y solo aparecen antes de la menstruación, cuenta Antequera. Para eso se pueden utilizar herramientas como los calendarios.

El diagnóstico se realiza por anamnesis, no hay pruebas concretas que lo detecten. Es decir, se hace a través de la historia clínica de esa persona, cuenta Baquedano. "Lo que más nos orienta es que la paciente está mucho peor en la segunda fase del ciclo".

En este sentido, tanto Antequera como la ginecóloga recalcan la importancia de no confundirlo con el síndrome premenstrual. El trastorno disfórico premenstrual es mucho más grave, expone Baquedano. "No se trata solo de sentirse un poco más triste o más irritable", recalca el portavoz de ANPIR.

El síndrome premenstrual, explica la ginecóloga, son una serie de síntomas tanto físicos, emocionales y conductuales muy parecidos con este trastorno, que aparecen en el mismo periodo, pero que son mucho más leves.

Las opciones de tratamiento

La baja prevalencia del trastorno hace que se investigue poco y, por lo tanto, se desconocen sus causas exactas, cuenta Baquedano. "Parece que tiene que ver mucho con las alteraciones hormonales, sobre todo con la disminución de los estrógenos".

Esa reducción influye en la producción de ciertos neurotransmisores. En concreto, de la serotonina, apunta la ginecóloga. Esto tiene sentido, continúa, ya que se ha visto su disminución también en enfermedades como la depresión o la ansiedad.

Al tratarse de un problema de salud que no está demasiado estudiado, no hay un tratamiento concreto para abordarlo. También hay que tener en cuenta que cada paciente es un mundo y las necesidades de una y otra pueden variar enormemente.

Para combatir los síntomas se pueden emplear fármacos anticonceptivos y bloqueadores hormonales para evitar las fluctuaciones. Con el primer medicamento, se suele indicar su uso con menos días de descanso o, incluso, sin él para que no se produzcan cambios en las hormonas.

Según la gravedad del caso, estos dos medicamentos se pueden combinar también con el empleo de antidepresivos para lidiar con los efectos emocionales de este trastorno.

Terapia psicológica

Además de las opciones farmacológicas, las pacientes también pueden acudir a terapia psicológica para lidiar con los síntomas. El tratamiento "depende mucho del perfil", expone Antequera. Eso sí, lo más importante es que se sientan apoyadas, subraya.

Hay casos en los que el trastorno disfórico premenstrual tiene una historia de trauma. En esas personas, se va elaborando una historia para trabajar lo segundo y, "en bastantes ocasiones", abordarlo, alivia los síntomas de lo primero, añade el psicólogo clínico.

Otras pacientes necesitan trabajar la parte más práctica y funcional. La terapia las ayuda a no sentirse unas vagas por tener que parar o, incluso, estar anuladas durante varios días al mes.

En casos muy graves, en los que durante los días que sufren estos síntomas casi no pueden levantarse de la cama, se les ayuda también con la parte organizativa para que dejen la mayor cantidad de tareas hechas para cuando aparezcan esos síntomas, señala Antequera.

Esto último puede ir desde adelantar tareas en el trabajo hasta dejar comida preparada y congelarla para no tener que cocinar los días previos a la menstruación.

Es bastante común trabajar también con la familia. Esto ayuda a que no se estigmatice la situación. De esta forma, se evita la crítica por parte del entorno y se garantiza que la paciente cuenta con una buena red de apoyo.

Esta tarea, sin embargo, no es solo de los más cercanos, cuenta Antequera. El apoyo y la comprensión deben notarse también en la sociedad. Debe ser una responsabilidad de todos hacer que las pacientes se sientan "menos mal" por esas dificultades. "Al menos, que se sientan acompañadas".

Baquedano hace hincapié en lo que supone esta patología para quienes la sufren. Si se contabiliza, sufrir los síntomas durante diez días al mes, supone perder bastantes días al año y el dato es peor si se va más allá. "Es casi un tercio de la vida en edad fértil", lamenta la ginecóloga.