Inés Sánchez-Manjavacas Castaño
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La exposición a riesgos laborales es algo que hay que contemplar en cualquier profesión, aunque siempre hay unas que comprometen más la salud de los empleados que otras. También puede pasar que ese peligro pueda pasar desapercibido, llegando, incluso, a subestimarse. Algo parecido ha ocurrido con la silicosis en España, una enfermedad crónica respiratoria que se contrae por la inhalación de polvo de sílice. 

A finales del siglo XX los casos empezaron a descender, pero ahora el Ministerio de Sanidad ha confirmado su resurgimiento. "Estamos jugando con la salud y la vida de muchos trabajadores", lamenta Fernando Arévalo, presidente de la Asociación de Afectados por Silicosis del Aglomerado de Cuarzo (ASAC), recientemente creada. 

Entre 2007 y 2024 se han comunicado en España 5.900 casos, 520 solo el año pasado, según datos del Instituto Nacional de la Seguridad Social. La enfermedad se ha asociado históricamente a la minería, pero en los últimos años se ha relacionado con la fabricación y manipulación de aglomerados de cuarzo y en el procesado de piedra natural  (granito y pizarra, principalmente) usados en encimeras de cocina y baño. El 47,8% de los partes por silicosis se han registrado en trabajadores de este último sector.

Arévalo ha trabajado toda la vida para una conocida empresa que emplea este material y es uno de esos afectados por la silicosis. Le diagnosticaron la enfermedad hace seis años y desde entonces vive con dolor y un agotamiento continuo "Hay días que ni siquiera puedo recoger a mis hijos del colegio".

Cristina Martínez, miembro del Área de Neumología Ambiental y Ocupacional de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) explica que el polvo de sílice se va depositando en el pulmón hasta que acaba por producir una fibrosis que hace que aparezcan masas. 

Los pacientes experimentan dificultades respiratorias y sensación de agotamiento, como las que padece Arévalo. "En los casos más avanzados, cualquier pequeño movimiento puede producir fatiga", detalla Martínez. Los más graves pueden, incluso, necesitar un trasplante de pulmón. 

Los casos más extremos pueden llevar al fallecimiento de la persona. Entre 1990 y 2020 en España se registraron 4.418 defunciones, según los datos con los que cuenta el Ministerio de Sanidad.

Un diagnóstico tardío

La neumóloga explica que, si se consigue detectar de forma precoz y se aparta al trabajador de esa exposición, puede no ver muy afectada su calidad de vida e, incluso, vivir sin síntomas, agrega la neumóloga. No obstante, no es lo habitual, lamenta Arévalo: "Se está diagnosticando de forma tardía a muchos trabajadores".  

Es lo que ocurrió con él. No le diagnosticaron la enfermedad hasta 2019, aunque en 2013 comenzó a notar los primeros síntomas, sobre todo tos y artritis reumatoide, y en 2014 se vieron señales en el reconocimiento médico de la empresa. También ocurrió en 2017: "Me decían que estaba apto". 

Las plantas de fabricación de aglomerado de cuarzo acumulan una gran cantidad de polvo de sílice.

Su retraso en la detección fue una confluencia de factores. Arévalo cuenta que ni en 2014 ni en 2017 le comunican que tenía nódulos en los pulmones tras las revisiones de la empresa. Por otra parte, aunque comenzó a ir a consultas de especialistas privados ante la aparición de síntomas, no llegó a concretarse el diagnóstico. "No sacaba tiempo porque me dedicaba primero al trabajo". El andaluz lamenta no haber conseguido antes el diagnóstico: "Ahora las consecuencias son irreversibles". 

La enfermedad no tiene abordaje directo, explica Martínez, de la SEPAR. Los especialistas están abocados a ir tratando las complicaciones conforme aparecen. Estos pacientes, además, sufren con mucha más frecuencia, y de manera más grave, problemas como infecciones respiratorias, catarros y bronquitis, expone la neumóloga. 

En el caso de Arévalo, su lista de fármacos es bastante larga. Tiene que utilizar diversos inhaladores de manera continua. También toma antibióticos con bastante frecuencia para tratar las infecciones respiratorias y corticoides cada vez que tiene bronquitis. Esta última complicación llega "cada dos meses", cuenta.

A todos los síntomas hay que sumar las consecuencias a nivel laboral. El andaluz perdió su trabajo en 2022 a causa de las bajas reiteradas que debía coger por las complicaciones que le causaba la silicosis, aunque ya no estaba expuesto al polvo y hacía labores de oficina. Desde entonces no ha podido encontrar empleo.

Los trabajadores en estos sectores suelen contar con mascarillas para protegerse de la inhalación del polvo de sílice. Asimismo, se recomienda humedecer el material con agua para que levante menos partículas, dice Martínez. Aun así, las medidas no son suficientes: "Se queda corto".

Tanto la neumóloga como el paciente reconocen que es imposible mantener unos niveles completamente seguros. "El polvo está por todas partes, se te queda en la ropa y al final lo acabas respirando", expone Arévalo. 

Aparte de la silicosis, la exposición a este material también aumenta las posibilidades de padecer otros problemas como cáncer de pulmón y enfermedades cardíacas, informa el Ministerio de Sanidad. Asimismo, se relaciona con un mayor riesgo de sufrir patologías autoinmunes como la artritis reumatoide, agrega Martínez.

Estos factores llevaron a Australia a prohibir los aglomerados de cuarzo el año pasado, un paso que España debería seguir, según Arévalo. El andaluz reconoce que es un paso que las autoridades vean la magnitud del problema, pero todavía queda mucho por hacer. "Queremos trabajar para vivir, no para morir".