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Cada vez más personas toman omeprazol o pantoprazol como si fueran un escudo digestivo universal. Pero no, no lo son. Muy al contrario, su uso indiscriminado, y en muchos casos innecesario, puede tener efectos secundarios importantes a medio y largo plazo. Una realidad de la que advierte la médico y divulgadora Isabel Viña en su cuenta de TikTok (isabelvinabas): lo que muchos consideran un protector gástrico, en realidad, es un inhibidor del funcionamiento normal del estómago.

“Para proteger tu estómago, no tomes omeprazol, rabeprazol ni pantoprazol”, advierte la Dra, Viña. Y añade: “Estos fármacos no son protectores del estómago, sino que son inhibidores de la bomba de protones; es decir, una enzima que crea un pH gástrico ácido necesario para: 1) evitar el sobrecrecimiento de bacterias, 2) absorber proteínas, 3) absorber la vitamina B12 y 4) absorber el hierro”.

Por tanto, resume, “no protegen nada, sino que inhiben una bomba necesaria para el adecuado funcionamiento del cuerpo”. Y recalca que estos medicamentos “están indicados únicamente para personas que, documentadamente, tienen un exceso de producción” ácida. Para quien busca una supuesta protección digestiva ante comidas copiosas o ciertos fármacos, sugiere alternativas: “Quienes quieren proteger su estómago por X, Y o Z deben tomar protectores gástricos como el carbonato cálcico, el sucralfato o las sales de bismuto”.

No son protectores: son inhibidores

Las palabras de Isabel Viña coinciden con las advertencias recogidas por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), que recuerda que los IBP (inhibidores de la bomba de protones), como el omeprazol, esomeprazol o pantoprazol, no deberían llamarse protectores gástricos. Esa etiqueta da a entender que forman una película protectora en el estómago, algo que no es cierto.

La realidad es que la acción de estos productos es muy diferente, ya que consiste en bloquear el sistema enzimático que produce ácido gástrico. Este ácido no es un enemigo, sino que cumple funciones esenciales: ayuda a descomponer los alimentos, facilita la absorción de nutrientes y elimina gérmenes. Por eso, su supresión debe estar muy justificada y limitada en el tiempo.

Según los datos recogidos por la OCU, “en los últimos 5 años ha crecido en un 12% el número de medicamentos de este tipo recetados en el sistema nacional de salud”. Además, muchos pacientes, especialmente los de edad avanzada, “acaban ese tratamiento, pero continúan con el protector gástrico de forma crónica” sin necesidad médica real.

A esto se suma que algunos IBP pueden comprarse sin receta, en dosis bajas y envases pequeños. Es el caso del omeprazol, el pantoprazol o el esomeprazol de 20 mg, disponibles para tratamientos de 14 días. La OCU lo resume de forma clara: “La automedicación está a la orden del día”.

Cuándo está bien indicado tomar un IBP

El uso de inhibidores de la bomba de protones como el omeprazol solo está justificado en situaciones médicas concretas. Según la OCU, están indicados para tratar úlceras causadas por AINE o Helicobacter pylori, para erradicar esta bacteria, en casos de esofagitis por reflujo o esófago de Barrett, y como prevención en pacientes con alto riesgo gástrico que toman antiinflamatorios o aspirina a largo plazo.

Fuera de estos casos, su uso no está recomendado. La OCU advierte que “no deberían tomarse ni para los síntomas leves de reflujo, ni para el malestar estomacal sin causa conocida, ni como medida preventiva” si no hay riesgo real. Además, recuerda que no se deben usar “en dosis altas o durante periodos prolongados”, y que lo más seguro es optar por “la dosis efectiva más baja posible, con la frecuencia más baja posible”.

A pesar de ser eficaces, los IBP pueden provocar efectos adversos, sobre todo si se toman durante mucho tiempo: náuseas, diarrea, dolor abdominal, deficiencia de nutrientes, infecciones, insuficiencia renal e incluso riesgo aumentado de fracturas. Estudios observacionales también los relacionan con cáncer gástrico y diabetes tipo 2, aunque estas asociaciones aún se investigan. También pueden interactuar con medicamentos como el metotrexato o el clopidogrel, aumentando riesgos o reduciendo su eficacia.